jueves, 2 de mayo de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 10. La de los tristes destinos , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 279

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito
Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles —guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares— a lo largo del agitado siglo XIX.

LA DE LOS TRISTES DESTINOS, como se designó alusivamente a Isabel II, llega en este Episodio al fin de sus días como reina de España. Galdós hace revivir los acontecimientos que abocan a la Revolución poniendo vívidamente ante nuestros ojos la trama de conspiraciones que bulle en los últimos tiempos del reinado, los ambientes de los emigrados españoles en París y Londres, las idas y venidas de Prim y, finalmente, la batalla de Alcolea que obliga a la Reina a dejar España y da el triunfo a «la Gloriosa».

Esta novela, la décima y última de la cuarta serie de los
Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1907

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Comienza así:

Madrid, 1866.— Mañana de Julio seca y luminosa. Amanecer displicente, malhumorado, como el de los que madrugan sin haber dormido…

Entonces, como ahora, el sol hacía su presentación por el campo desolado de Abroñigal, y sus primeros rayos pasaban con movimiento de guadaña, rapando los árboles del Retiro, después los tejados de la Villa Coronada… de abrojos. Cinco de aquellos rayos primeros, enfilando oblicuamente los cinco huecos de la Puerta de Alcalá como espadas llameantes, iluminaron a trechos la vulgar fachada del cuartel de Ingenieros y las cabezas de un pelotón desgarrado de plebe que se movía en la calle alta de Alcalá, llamada también del Pósito. Tan pronto el vago gentío se abalanzaba con impulso de curiosidad hacia el cuartel; tan pronto reculaba hasta dar con la verja del Retiro, empujado por la policía y algunos civiles de a caballo… El buen pueblo de Madrid quería ver, poniendo en ello todo su gusto y su compasión, a los sargentos de San Gil (22 de Junio) sentenciados a muerte por el Consejo de Guerra. La primera tanda de aquellos tristes mártires sin gloria se componía de diez y seis nombres, que fueron brevemente despachados de Consejo, Sentencia y Capilla en el cuartel de Ingenieros, y en la mañana de referencia salían ya para el lugar donde habían de morir a tiros; heroica medicina contra las enfermedades del Principio de Autoridad, que por aquellos días y en otros muchos días de la historia patria padecía crónicos achaques y terribles accesos agudos… Pues los pobres salieron de dos en dos, y conforme traspasaban la puerta eran metidos en simones. Tranquilamente desfilaban estos uno tras otro, como si llevaran convidados a una fiesta. Y verdaderamente convidados eran a morir… y en lugar próximo a la Plaza de Toros, centro de todo bullicio y alegría

El título viene de una palabras que pronunció
Antonio Aparisi Guijarro (1815-1872) cuando renunció a su escaño para dejar la política le recordó a la reina las palabras de Shakespeare:
 'Adiós, mujer de York, la de los tristes destinos…', que se aplicó a Isabel II.
La novela destila el pesimismo de Galdós:
  • Las venas de nuestra Nación se están vaciando siempre; pero pronto vuelven a llenarse… Este pueblo heroico y mal comido saca su sangre de sus desgracias, del amor, del odio… y de las sopas de ajo.
  • Alfonso es un niño inteligentísimo; posee cualidades de corazón y pensamiento que bien cultivadas, bien dirigidas, nos darían un Rey digno de este pueblo; pero semejante ideal no veremos realizado, porque se le cría para idiota: en vez de ilustrarle, le embrutecen; en vez de abrirle los ojos a la ciencia, a la vida y a la naturaleza, se los cierran para que su alma tierna ahonde en las tinieblas y se apaciente en la ignorancia
  • El pobre Trono se caía sin que le prestase apoyo su robusto hermano el Altar
  • Lo que llamamos pronunciamientos, los pequeños actos revolucionarios que amenizan dramáticamente nuestra Historia, no son más que aplicaciones heroicas de las providenciales sanguijuelas, sinapismos, ventosas o sangría que exige un agudo estado morboso. Y yo añado en mi Discurso preliminar que a estas intervenciones de la Patria militar debemos la poquita civilización que disfrutamos.

 La crítica a la reina Isabel era, en algunos casos bastante encarnizada, siendo el caso más extremo la publicación Los borbones en pelota (1868), que abrcaba a personajes públicos y a Sor Patrocinio, a la que se atribuía un gran poder de influencia en la vida política de entonces. Como se  comenta wikipia “son atribuidas conjuntamente a los hermanos Bécquer: el poeta Gustavo Adolfo Bécquer y el pintor Valeriano Domínguez Bécquer. A pesar de ello, los investigadores Jesús Rubio y Joan Estruch defienden que se trata de una obra de un pintor de ideología republicana radical llamado Francisco Ortego.”
“me joroba doña Isabel y Sor Patrocinio…”

Seguimos disfruando de sus magníficas descripciones:
  • Su cuarto era humilde, la casa ruidosa, la comida ordinaria, atropellado el servicio, la patrona bigotuda, varonil, bondadosa, y de un léxico fantástico
  • Era un chico aplomado, fácil a la disciplina, bastante dúctil para seguir las direcciones que se le indicaban. Venía, pues, cortado para la vida opulenta y noble a la moderna, y con su ligero barniz universitario, su título abogacil y su correcta educación mundana, respondería cumplidamente a los fines ornamentales de su clase en el organismo patrio. Un poco de esgrima y un mucho de equitación daban la última mano a su figura social” con tono de descripción social.
  • de las ternezas y amantes coloquios que ocuparon el resto de la noche, no hay para qué hablar”, cuando quiere soslayar un tema, entonces, delicado.
  • se encontraban con un buen emoliente que aplicar a sus escrúpulos y escozores de conciencia.
Cuando nos dice GaldósEl famoso soneto de este [Manuel del Palacio], despiadado con doña Isabel, fue repetido entre risas por el sargento de Calatrava, que lo sabía de memoria”, se debe referir al clásico soneto “Belenes” contra Isabel II, que le valió cárcel y destierro a Puerto Rico, y del que solo he podido encontrar un terceto:

Mas, si queréis ejemplo mas profundo,
en Palacio hallareis una señora
que es capaz de joder con todo el mundo.

Señalar que el soneto “
Amor oculto” de Manuel del Palacio figura entre Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana , escogidas por Menéndez Pelayo:

Ya de mi amor la confesión sincera
Oyeron tus calladas celosías,
Y fué testigo de las ánsias mias
La luna, de los tristes compañera.

Tu nombre dice el ave placentera
A quien visito yo todos los días,
Y alegran mis soñadas alegrías
El valle, el monte, la comarca entera.

Sólo tú mi secreto no conoces,
Por más que el alma con latido ardiente
Sin yo quererlo te lo diga á voces;

Y acaso has de ignorarlo eternamente,
Como las ondas de la mar veloces
La ofrenda ignoran que les da la fuente.

Madrid, 1858.
 
La novela, y la serie, acaba con aire de escena de teatro:

"
IBERO.— (En Hendaya. Vuélvese hacia la orilla española del Bidasoa, y haciendo bocina con sus manos, grita:) Adiós, España con honra. Nos hemos muerto… Adiós; que te diviertas mucho. No te acuerdes de nosotros.
TERESA.— (Gritando.) No te acuerdes… Nosotros te olvidamos.
IBERO.— (Andando el tren.) Somos la España sin honra, y huimos, desaparecemos, pobres gotas perdidas en el torrente europeo."

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

exclamó con cierta unción: consumatomés
está dislocada por usted
Con pie de gato asustadizo pasaron sobre las ascuas

Palabras anticipadas:
guita
de padre y muy señor mío
jeringarse
contubernio
la crema aristocrática
su gozo en un pozo
turista
a la chita callando

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
 salieron a medios pelos
Heróica fue la cadetada

Mi cachico:

«No es cobardía lo que me ha separado de vosotros —dijo Ibero a su amigo—; es el espanto de ver cómo se matan unos a otros los hermanos… Disparé, vi caer muerto a un Cazador de Madrid… Tuve esa desgracia… Al segundo disparo no hice blanco; al tercero, sí… cayó, ignoro si herido o muerto, otro soldado de Madrid. No sé lo que me pasó al verlo… Rompí a llorar de pena… Creí que mataba a un hermano mío. Aumenta mi congoja el ver la ferocidad con que se matan estos y aquellos… y acaba de confundirme el verlos vestidos con el mismo traje. Un número no más los diferencia… Me ha entrado un terror muy grande sólo de pensar que puedo equivocarme de número».

—Yo también he sentido ese temor —dijo Leoncio—. Pero no hay más remedio que pelear. Seguimos la bandera de Serrano contra la de Novaliches, y si retrocedemos, nos tendrán por traidores.

—A todo seré traidor; pero no a la humanidad. Esta carnicería es estúpida… ¡La guerra civil!, ¡qué cosa más abominable!… Menos mal cuando se pelean los que quieren libertad con los que la aborrecen. Pero aquí, en uno y otro bando, todos piensan lo mismo. Métete en el pensamiento de ellos, examínalos por dentro uno por uno, y verás que no hay diferencia mayor en lo que desean… Todo es un puntillo de honor, un puntillo de disciplina y nada más…