miércoles, 29 de agosto de 2012

PASEOS CON MI MADRE de Javier Pérez Andujar

Edición: 2011
Editorial: Tusquets
Páginas: 179

Esta ¿novela? de Javier Pérez Andujar se publicó en el 2011.

Este libro es un emocionante homenaje a los bloques de edificios que rodean Barcelona, y a los que la ciudad ha dado la espalda. A través de un paisaje autobiográfico, pero intercambiable con el de todas las ciudades del mundo, el autor descubre escenas de sí mismo, e historias épicas y conmovedoras. Para ello recorre sus calles, la orilla del río Besòs y la playa al pie de la central térmica paseando con su madre. Le salen al encuentro los fantasmas de los antiguos amigos y vecinos, las colas del paro, el impacto de las primeras superficies comerciales, los conciertos en los campos de fútbol, las luchas vecinales y las huelgas obreras. Las conquistas y las derrotas de una generación que llegó a Barcelona venida de mil sitios. Memoria personal y crónica de urgencia con su hermosísima aleación de humor y poesía, este libro es también un ajuste de cuentas y una indagación en busca de una identidad que, al final, el autor va a descubrir en la voz de su madre.

LEÍDO por.... Andrés:

Había leído de este autor sus dos últimas novelas, Los principes valientes (2007) y Todo lo que se llevó el diablo (2010), y ambas me gustaron mucho, como ya quedó reseñando y como además las críticas que cayeron en mis manos eran buenas,  me animé a leerla.

Escrita con una prosa que a mi me gusta mucho, utiliza el título como una mera excusa para darse un paseo por la Barcelona y sus barrios anexados de hace unos cuantos años.

Quizá para los que conocen este paisaje el libro les diga más que a mi, que cuando iba por la página 140 lo dejé, no por como lo cuenta, que me gusta, sino por lo que cuenta, que a mi no me dice nada. Me atraía más los dos libros que estaban esperándome encima de la mesa.

Bueno, quizá la próxima me resulte más interesante.

domingo, 26 de agosto de 2012

EL REY DE LA HABANA de Pedro Juan Gutiérrez


Edición, 2006 
Editorial: Anagrama
Páginas: 211

Esta novela de Pedro Juan Gutiérrez se publicó en el 2006.

Pedro Juan aquí tiene entre quince y veintiún años y vive en Matanzas, una ciudad portuaria cerca de La Habana, en los años sesenta. Es un joven impetuoso, insolente y quizás un poco alocado, que atraviesa esta novela a la velocidad de un torpedo. Decenas de personajes aparecen y rebotan contra Pedro Juan, para conformar así una visión vertiginosa de una época especialmente caótica y efervescente. Muchos mitos actuales nacieron en la década de los sesenta. Uno de los supervivientes narra aquí su vida desesperada y reflexiona con una visión abismal sobre los restos del naufragio.

LEÍDO por.... Andrés:

Tal como comenté hace tiempo en la reseña de otra novela de este autor, El nido de la serpiente, había dejado pendiente el leer esta novela, ejemplo de sátira menipea según José Ramón Vilahomat en su artículo ya mencionado Sátira híbrida y sujeto menipeo: la literatura cubana y latinoamericana actual.
La Habana, febrero 2012, Paseo del Prado

Me he encontrado con una tremenda descripción de la vida de un adolescente cubano, el Rey(naldo) de la Habana, en un entorno de sexo, miseria, suciedad, abandono, ruina y degradación moral, con un paréntesis en las antípodas durante su visita a Varadero, el paraíso del turista, dando mayor contraste aún, mostrando un futuro que nunca podría alcanzar.
 
Además de realismo sucio, guarro y por si alguien pudiera tener dudas de esto, el inicio de la novela se encarga de sacarnos de dudas: “Aquel pedazo de azotea era el más puerco de todo el edificio”. Frases cortas, muy cortas, diálogos telegráficos y lenguaje directo y claro, que hacen que la lectura se deslice rápida y ágil, mientras  asistimos al drama de toda una sociedad, produciendo un contraste entre el disfrute de la lectura y lo ácido de la historia.



La Habana, febrero 2012


Bronco en su relato, escatológico si es necesario, “Antes cagó en un pedazo de papel, hizo un envoltorio y lo lanzó a la azotea del edificio de al lado” y con un humor corrosivo, “Ya rey estaba como Compay Segundo: se le salía la babita... del glande”, “con unos músculos vigorosos y más-turbadores que una mano”, apenas necesita hacer alguna crítica directa al sistema político de Cuba: “Algunos viejos seguían esperando que el gobierno solucionara algo de vez en cuando. Les habían machacado esa idea y ya la tenían impregnada genéticamente”. Todo él libro destila crítica feroz por todos sus poros.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
sopapear (abofetear)
bisnecito (anglicismo, business) 
¡No le cojas miedo que este no es peo que rompa calzoncillo!
Templar (joder)
pegar tarros (poner cuernos)
El que nace pa'centavo nunca llegará a peseta
reciprocar

Palabras recuperadas:
portañola (bragueta)


Mi cachico:

Entraron en aquellas ruinas. Subieron la escalera, sin baranda. Alguna vez fue un hermoso edificio. Por algunos sitios quedaban restos de azulejos sevillanos, grandes planchas de mármol blanco enchapando los muros y trozos de hermosas barandas de hierro forjado. Ahora estaba arruinado por completo. Más de la mitad se había desplomando. En el pedazo que aún se sostenía en pie existían tres habitaciones. Cada una con una puerta y un candado. Una era de Magdalena. Dentro sólo había una colchoneta tirada en el piso. En un rincón una cazuela, un jarro, una cuchara, una lata con agua, una hornilla de carbón vegetal y tres cajas de cartón: una con alguna ropa muy vieja y raída; otra con unos cartuchos de arroz, frijoles, azúcar y otra más con una bolas de maní crudo y una provisión de papel blanco para confeccionar cucuruchos. Magda bebía ron y fumaba cigarrillos. A veces un poco de mariguana. Y poca comida. No hablaron mucho. Casi nada. O nada. Ella cerró la puerta, abrió una ventana para airear un poco el cuarto. Se miraron y se besaron. Sobraban las palabras.


A ninguno le molestaba la suciedad del otro. Ella tenía un chocho un poco agrio y el culo apestoso a mierda. Él tenía una nata blanca y fétida entre la cabeza del rabo y el pellejo que la rodeaba. Ambos olían a grajo en la axilas, a ratas muertas en los pies, y sudaban. Todo eso los excitaba.

jueves, 23 de agosto de 2012

EL DUELO de Joseph Conrad

Traducción: NO FIGURA
Edición: 2009
Editorial: Leer-e
Páginas: 85

Esta novela de Joseph Conrad fue publicada en 1907

Napoleón I, cuya carrera militar tuvo las características de un duelo contra toda Europa, desaprobaba los duelos entre los oficiales de su ejército. El gran emperador militar no era nigún espadachín y sentía poco respeto por la tradición. A pesar de eso, una historia de duelo, que acabó convirtiéndose en leyenda militar, recorrió la epopeya de las guerras napoleónicas. Para sorpresa y admiración de sus camaradas, dos oficiales, como artistas enloquecidos que pretendieran refinar el oro puro o rizar el rizo, mantuvieron una disputa particular durante aquellos años de matanza generalizada.

Los dos protagonistas de la novela, dos tenientes de húsares, no pueden ser más distintos entre sí, tanto por su aspecto, uno gordo y otro flaco, por su carácter, uno fogoso y otro flemático o incluso por sus ideas políticas, uno incondicional admirador de Napoleón Bonaparte y el otro más bien frío con las ideas imperiales. Sin embargo, el ambiente social y el código de honor que comparten los mantendrá indisolublemente unidos, porque no hay nadie más cercano, más intimo y más familiar que el hombre que habrá de matarte. Y con el tiempo dejará de importar la razón por la que comenzó esta enemistad y proseguirá solamente la ceremonia violenta, como un sacrificio a un dios que muere cada año pero nunca resucita.

LEÍDO por.... Andrés:

De Conrad había leido  El confidente secreto, El corazón de las tinieblas y El agente secreto, en 1986, 1990 y 2002, respectivamente, de forma que en mi segunda incursión electrónica se me ocurrió leer esta corta novela, de la que no sabía nada.

Me he vuelto a encontrar con un libro escaneado (OCR) sin una buena revisión. Abundan los errores tipográficos resultado de una mala interpretación del programa de OCR, por ejemplo: "-¡M,m! Me lo asegura …", "con mudó sorpresa", "1e aseguraba", ... . ¡Lástima!


Entrando ya en materia, señalar que desde nuestros días nos cuesta entender la fuerza del honor en los tiempos de Napoleón Bonaparte, pero es algo que está muy comprobado, de hay nuestra extrañeza ante la imposibilidad del teniente (cuando comienza la historia)  D'Hubert para salirse de la persecución de su compañero de armas el también teniente Feraud, que está dispuesto a repetir cuantas veces sean necesarias, y posibles, el duelo entre ellos hasta que uno de ellos muera. Época en la que era posible lo siguiente:
—Debe comprender —comenzó [el coronel del regimiento]— que la vida de cualquiera de los individuos del regimiento me importa un bledo. Los enviaría a los ochocientos cuarenta y siete, hombres y caballos, al más seguro de los desastres sin más remordimientos que si hubiera muerto una mosca.
—Sí, mi coronel, pero usted iría a la cabeza del regimiento —dijo el teniente D'Hubert con una lánguida sonrisa

En el inicio, Conrad se posiciona claramente a favor de la caballería entre las otras armas:
Eran oficiales de caballería, y su contacto con el brioso y altivo animal que conduce a los hombres a la batalla parece particularmente apropiado al caso. Seria difícil imaginar como héroes de esta leyenda a dos oficiales de infantería, por ejemplo, cuya fantasía se encuentra embotada por las marchas excesivas, y cuyo valor ha de ser lógicamente de una naturaleza —más laboriosa. En cuanto a los artilleros e ingenieros, cuya mente se conserva serena gracias a una dieta de matemáticas, es simplemente imposible imaginarlos en semejante trance.

Novela corta y de fácil lectura, para disfrutar unas pocas horas.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
semejaban frescas ninfas en medio de un despliegue de gargantas y brazos desnudos


Palabras o expresiones sorprendentes:
Estaba, sin duda, contento de no haber muerto al teniente Feraud
España, [...] la patria de las mantillas y las naranjas.

Mi cachico:

De un salto se puso en pie, empujando su silla y bostezó exageradamente como señal de que no daba importancia a sus presentimientos, y, tumbándose sobre el lecho, se durmió. Durante la noche se estremeció violentamente varias veces, pero sin despertar. Por la mañana cabalgó hacia las afueras de la ciudad entre sus dos padrinos, charlando de temas indiferentes y observando a izquierda y derecha, con aparente desenvoltura, la espesa niebla matinal que cubría los verdes prados lisos bordeados de cercas. Saltó un foso y divisó la silueta de varios hombres montados que cabalgaban envueltos en la neblina.

«Parece que tendremos que batirnos ante una numerosa galería», murmuró amargamente para sí.

Sus padrinos se encontraban preocupados por el estado del tiempo, pero de pronto los pálidos rayos de un sol anémico perforaron trabajosamente las pesadas evaporaciones, y el capitán D'Hubert vio, a cierta distancia, a tres jinetes que galopaban separados de los demás. Eran el capitán Feraud y sus padrinos. Sacó el sable y comprobó que lo tenía bien sujeto a la muñeca. Y luego los padrinos, que se habían mantenido hasta entonces en un grupo cerrado, con las cabezas de los caballos juntas, se separaron a trote lento, dejando un amplio espacio entre él y su adversario. El capitán D'Hubert miró el pálido sol, observó la desolación de los campos, y la estupidez de la lucha inminente lo llenó de tristeza. Desde un rincón apartado del prado, una voz estentórea gritó las órdenes a intervalos regulares: Au pas... Au trot... Charrrgez!... No sin motivos experimenta el hombre presentimientos de muerte, pensaba D'Hubert en el preciso momento en que espoleaba su cabalgadura.

Y por esto quedó enormemente asombrado cuando, a la primera arremetida, el capitán Feraud recibió una herida en la frente, que, cegándolo con su sangre, puso fin al combate casi antes de que empezara. Era imposible continuar. Dejando a su enemigo, que blasfemaba horriblemente, debatiéndose entre sus dos afligidos amigos, el capitán D'Hubert volvió a saltar el foso hacia el camino y troto rumbo a casa con sus dos padrinos, al parecer anonadados por el vertiginoso desenlace del encuentro

JOSEPH CONRAD


Inglaterra (Berdyczów, Polonia, 1857 Bishopsbourne, 1956)

Debido a la profundidad de su obra, en la que analiza los rincones más débiles y oscuros del alma humana, está considerado uno de los grandes autores en lengua inglesa del S.XIX.

De origen polaco, nació en el seno de una familia noble, muy activa dentro de los movimientos nacionalista polacos, algo que supuso su exilio tras la insurrección polaca sucedida en 1863. Tras quedar huérfano marchó a Marsella donde, a los 17 años, se enroló como marinero en un barco mercante.

De sus experiencias como marino por las costas de Sudamérica, India o África se nutren muchos de sus posteriores relatos, así como de sus vivencias durante las guerras Carlistas en España, donde luchó del lado del Archiduque.

Nacionalizado inglés tras varios años enrolado en la Royal Navy decidió retirarse a los 38 años para dedicarse de manera íntegra a la escritura. Comenzó a escribir en inglés, cuya escritura no dominaba al principio en favor de idiomas como el polaco o el francés.

Es importante su  visita al Congo Belga en 1888, donde constató las atrocidades cometidas con la población indígena, algo que sentaría las bases de una de sus novelas más famosas, El corazón de las tinieblas (1899). Conrad también escribió algunos de los clásicos más memorables de la novela de aventuras, como Lord Jim (1900) o Un vagabundo en las islas(1896), El duelo (1907) y El agente secreto (1909)

Su estilo, a medio camino entre la tradición clásica y el nuevo modernismo que más tarde reinaría en Europa, está también influenciado por el romanticismo pese a tratar sus relatos con una gran dosis de realismo.

(Más información: Wikipedia, Biografías y vidas, EpdLP)

martes, 21 de agosto de 2012

LA GUERRA DE LAS SALAMANDRAS de Karel Capek

Traducción: NO FIGURA
Edición: ebook
Editorial: Leer-e
Páginas: 251

Un capitán descubre una especie de salamandras inteligentes en la costa de Sumatra. Les enseña a hablar y con el tiempo se convierten en mano de obra barata para los empresarios de Occidente... Pero llega un momento en que ya no están dispuestas a aceptar esta situación y reclaman el lugar que creen que les corresponde dentro de la escala evolutiva.

Escrita por Karel Capek en 1936, se trata de una distopía de tono irónico que se considera una sátira del nazismo. En ella critica el peligro nazi, su rápido ascenso al poder y, sobre todo, la incapacidad (o, más bien, inoperancia) de los gobiernos mundiales para poner freno a la maquinaria propagandística y política de Hitler, ciegos ante el peligro inminente.

LEÍDO por.... Andrés:

Tenía esta novela entre mis lecturas pendientes, pero al no tener nota alguna, no puedo decir el porqué de su inclusión.

Cuando cogí en préstamo en la Biblioteca un lector de libros electrónicos, encontré que entre sus 600 libros estaba está novela, así que me pareció buena idea el dar mis primeros pasos con este libro electrónico.

Decir, antes de entrar en la novela, que entre los libros traducidos no he encontrado ninguno en el que figurara el traductor, para mi, una grave deficiencia. Se nota demasiado, por los errores tipográficos que su origen es un libro escaneado y tratado con un programa OCR (Reconocimiento óptico de caracteres), hasta aquí lo lógico, pero que no se ha revisado lo suficiente.

En mi caso concreto, con un lector muy rudimentario, me resultaba imposible ir a la nota correspondiente al final del texto, lo que en esta novela me parece una gran limitación, ya que las notas, dentro del tono jocoso de la novela, quieren dar un falso sentido científico a su contenido.

Es una novela que me ha sorprendido, pues, como he comentado, no tenía a mano ningún dato sobre ella y, además, no podía buscar información en internet. Redactada para que su lectura sea amena, los capítulos tienen varias hechuras, además del relato habitual, diario de un marino, articulo científico, artículo periodístico, informe político…, finalizando con un capítulo en que el autor habla consigo mismo y así consigue encontrar un buen final a la novela, lo que añade variedad a la novela. Además, su tono irónico, muy bien encajado en una novela de ciencia ficción, le añade mayor atractivo a su lectura.

Cuando uno piensa que esta novela fue publicada en 1936, se da cuenta de la visión premonitoria del autor. Como muestra un botón:

A partir de aquello la prensa alemana empezó a ocuparse febrilmente de las salamandras del Báltico. Se dio una importancia especial al hecho de que, influenciada favorablemente por el ambiente alemán, esta salamandra se había transformado en un tipo de raza superior, sin duda alguna mejor que cualquier otra clase de salamandra; se escribió con desprecio sobre las degeneradas salamandras mediterráneas, poco desarrolladas moral y físicamente, sobre las salvajes salamandras tropicales y, en resumen, sobre las bárbaras, ruines y bestiales salamandras de otras naciones. «De la Salamandra alemana  hasta la Supersalamandra » era la frase de moda en aquella época. “

Su tremenda ironía no deja títere con cabeza:
  • El que escribe este artículo fue testigo de cómo hasta los más duros marineros del buque-cisterna S.S.14 estaban profundamente impresionados cuando doscientas cuarenta formidables salamandras enfermaron de diarrea. Iban a mirarlas con lágrimas en los ojos y daban salida a sus sentimientos humanitarios con ásperas palabras tales como: «¡Qué falta nos hacían estos bichos del diablo!»
  • A petición de  de Animales, en cada buque-cisterna hay un capellán que se preocupa de que se trate humanitariamente a las salamandras y que noche tras noche les hace una pequeña plática en la que, principalmente, les inculca él respeto a los hombres, la obediencia y el agradecimiento a sus futuros amos, que no desean más que ocuparse paternalmente de su bienestar
  • Después se puede guisar o cocer normalmente, y tiene el mismo gusto que la carne de vaca de segunda. Así nos comimos a una salamandra a la que llamábamos Hans. Era un animal culto e inteligente, con especiales disposiciones para el trabajo científico
  • Tendrá que haber una guerra mundial para que los Estados se puedan repartir el mar. Pero nosotros seremos neutrales. Siempre hay alguien que permanece neutral, para poder vender armas a los demás
  • El mar se retirará paso a paso y todo volverá a ser casi como antes. Surgirá una nueva leyenda sobre la inundación del mundo, enviada por Dios a causa de los pecados de la Humanidad
  • Decididamente, no tienen alma. En eso se parecen al hombre
El humor tampoco le va a la zaga: 
  • El pabellón de las salamandras tuvo que ser cerrado, pero ya era tarde: Andrias Scheuchzeri, llamado Andy, murió a causa de su popularidad. Como ven ustedes, la fama corrompe hasta a las salamandras
    El Jules Flambeau se hundió en cinco minutos, después de abandonar su comandante el puente con las memorables palabras: «¡No hay nada que hacer!»
  • La Liga para la protección de las salamandras se dirige particularmente a vosotras, mujeres, para que en interés de  las buenas costumbres contribuyáis con el trabajo de vuestras manos a un gran movimiento, cuyo fin es procurar a las salamandras una vestimenta adecuada. Lo más apropiado es una faldita de 40 cm de largo y 60 de ancho, preferiblemente con elástico en la cintura
Palabras o expresiones sorprendentes:
"los laicos en la materia"


Mi cachico:

De la misma forma, sin interés directo o intervención de las salamandras, se trató otro problema que giraba alrededor de la conveniencia o no del bautizo de aquéllas. , desde un principio, tomó la decisión de que era completamente innecesario porque, al no ser las salamandras descendientes de Adán, no habían heredado el Pecado Original y, por lo tanto, no necesitaban redimirse por medio del bautismo.  no quiso intervenir de ninguna forma en la cuestión de si las salamandras tenían o no un alma inmortal, o si participaban de la misericordia y gracias que concede el Creador a sus criaturas. Su buena voluntad hacia las salamandras la expresaba solamente acordándose de ellas en oraciones especiales, que eran leídas en días determinados junto a los ruegos por las almas del purgatorio y la intercesión por los paganos*.    Mucho más complicada era esta cuestión para las iglesias protestantes. Reconocían que las salamandras tenían conocimiento y, por lo tanto, facilidad de comprender la enseñanza cristiana, pero dudaban en hacerlas miembros de la iglesia y, de esa forma, sus hermanos en Cristo. Por tanto, se conformaron en publicar un extracto de las Sagradas Escrituras para las salamandras en papel impermeable, editando millones de ejemplares. También se consideró el hacer para las salamandras, al estilo del basic-english, una especie de basic-Chñstian con las enseñanzas básicas bien simplificadas; pero los proyectos en este sentido levantaron tal número de protestas entre los teólogos que, finalmente, se desistió de ello**. Algunas sectas religiosas (sobre todo en Estados Unidos) no tuvieron tantos escrúpulos y enviaron a sus misioneros a predicar a las salamandras , bautizándolas según las palabras de : «Id por todo el mundo enseñando a todas las naciones.» Pero pocos misioneros consiguieron cruzar la valla que separaba las salamandras de la gente. Los propietarios les prohibían la entrada, para que con sus sermones no distrajeran inútilmente a las salamandras en su trabajo. Aquí y allá se veían predicadores asomados por las vallas de hormigón, entre los perros que ladraban furiosamente a sus enemigos del otro lado de la tapia. Sin embargo, a pesar de todos los inconvenientes, predicaban con gran fervor  de Dios.

Según se sabe, lo que se extendió más entre las salamandras fue el Monismo; algunas creían también en el materialismo, el patrón-oro y otras creencias científicas. Un popular filósofo llamado Georg Sequens compuso hasta una doctrina especial para las salamandras, cuyo mandamiento principal y más elevado era la fe en  Es verdad que esta fe no encontró muchos adeptos entre las salamandras, pero en cambio obtuvo numerosos partidarios entre la gente, sobre todo en las grandes ciudades, donde surgieron, de la noche a la mañana, gran cantidad de templos para el Culto a las Salamandras***. En los últimos tiempos las salamandras habían aceptado, casi en su totalidad, otra religión que no se sabe cómo llegó hasta ellas. Era el culto a Moloch, al que se imaginaban como una inmensa salamandra con cabeza humana. Tenían tremendos ídolos submarinos fabricados en Armstrong o en Krupp, pero nunca se llegó a saber más detalles de sus ceremonias y ritos, según se decía, crueles y secretos, porque los celebraban bajo el agua. Parece ser que esta fe se extendió mucho entre ellas, porque el nombrado Moloch les recordaba su nombre científico (Molche) o el alemán Molch, que significa salamandra

KAREL ČAPEK

Chequia (Malé Svatonovice, 1890 - Praga,1938)

Es uno de los precursores de la ciencia ficción mundial, y a él se debe (aunque él mismo la atribuyó a su hermano) la creación de la palabra “robot”, utilizada por primera vez en su obra teatral R.U.R. (Robots Universales Rossum, 1920), estrenada en varios países, lo que hizo que el término se popularizara. La palabra “robot” derivaría, más que probablemente, del término checo “robota”, que significa literalmente “siervo”, y figurativamente “trabajo penoso” o “trabajo duro” en Chequia, Eslovaquia y Polonia. La palabra está emparentada morfológicamente con el término alemán “arbeiter” (trabajador).

Su obra más importante es La guerra de las salamandras (1936), una distopía de tono irónico que se considera una sátira del nazismo.

Capek murió finalmente menos de un año antes de que la Alemania nazi invadiera Polonia, iniciando así la Segunda Guerra Mundial que el autor había predicho.

(Más información: Wikipedia,EPdLP,Biografías y vidas)

sábado, 18 de agosto de 2012

EL DESIERTO de Carlos Franz

Edición: 2005
Editorial: Mondadori
Páginas: 417

La historia de El desierto transcurre en un pueblo chileno durante la sanguinaria dictadura de Pinochet. Narrada con buen pulso, la novela acoge momentos de lirismo por un lado, y de tragedia por otro, en el devenir de la protagonista, una jueza que se ve obligada a enfrentarse a un militar, metáfora de la dialéctica entre la Ley y quienes la asaltan y destruyen. Entre el hombre y la mujer se entabla una especie de duelo feroz que genera, más allá de los deseos conscientes de cada uno de los contendientes, una suerte de mutua fascinación que contribuye a contaminar el enfrentamiento. El tema de la violencia histórica sirve, en realidad, para volver a ilustrar una interesante reflexión sobre los perversos vínculos que se establecen entre amos y esclavos, entre dueños y súbditos, entre libertad y dictadura.

Esta novela de Carlos Franz, que se publicó en 2005, ganó el Premio Internacional de Novela. Dos miembros del jurado opinaron de esta obra de la siguiente forma: Carlos Fuentes, "Franz se atreve a mirar el melodrama de unas vidas y elevarlo a la tragedia de una nación" y Tomás Eloy Martínez, "la trama es perfecta, los personajes son imposibles de olvidar".

LEIDO por.... Andrés:

Muy buena novela, que casualmente cayó en mis manos mientras buscaba un libro que leer en la librería de la casa de uno de mis hijos. Tras alguna consulta en internet, seleccioné éste entre todos los candidatos, 3 o 4 que había preseleccionado.

Comienza y acaba de la misma forma: “Lo primero que Laura reconoció, al adentrarse en la vasta llanura desértica que rodeaba al oasis de Pampa Hundida....
 Oasis de San Pedro de Atacama

La novela está construida con dos narraciones, separadas por veinte años, los que la protagonista estuvo exilada en Berlín. La más antigua, narrada mediante una larga carta de respuesta a su hija, comprende el periodo en que Laura ejerció de jueza en Pampa Hundida, pequeña ciudad chilena del desierto de Atacama, hasta que decidió exilarse después del golpe de estado contra Allende, y la otra, la moderna, que abarca solo tres días, nos cuenta el retorno de la protagonista, otra vez de jueza, para hacer las paces con su pasado. De la mano de un narrador omnisciente, que con metalepsis entre paréntesis nos recuerda su existencia, asistimos a los sucesos de estos pocos días. Esta dos narraciones se intercalan, como un metrónomo, en sucesivos capítulos. Solo al final hay otro narrador, Mario, el ex-marido de Laura, que en un capítulo nos cierra la historia, dando sentido, y cerrando de manera elegante, el entramado narrativo.

El leitmotiv de toda la novela es una pregunta que Julia, la hija, le hace a su madre, en una carta que la envía desde Chile, veinte años después de que ésta saliera de Pampa Hundida, y que se repite a lo largo de la novela: “¿Donde estabas tú, mamá, cuando todas esas cosas horribles ocurrieron en tu ciudad?” y que constituye el detonante para que Laura escriba su larga carta a Julia, primero, y vuelva más tarde a Pampa Hundida.

Hay otros elementos que también se repiten, como melodías que mantienen el ritmo, entre otras:
El potro, encerrado en un remolque, “que pateaba y bufaba
los labios gruesos [de Mario] que luchaban por imponerse al mentón varonil
el calzón negro, con manchas que pudieran ser (o no) de rouge
La promesa incumplida “me interpondré
La guadaña y su mensaje “fe, fe, fe
que contribuyen a aumentar la sensación de que asistimos a ciclos que se repiten.
Iglesia de San Pedro de Atacama

Su fácil lectura, reforzada por sus frecuentes bellas imágenes,
  • ternura reblandecida por el desuso
  • allí donde terminan los «porqués» acaba finalmente la infancia
  • se diría que es bello, si un dolor forrado en piel humana pudiera ser bello
  • Nada queda más lejos que aquello que ponemos del otro lado de nuestro miedo
  • era como pisar las cenizas de la luz
  • se había abrazado al tronco mismo del árbol de sus dudas
  • enhebrada en las agujas de su descontento, Laura percibía....
  • esta carta no la escribo sobre papeles, realmente, sino sobre la tela del tímpano sordo de mi memoria
  • El alba lenta y rosada de Berlín, en primavera, me tocó con su viejos dedos en la frente
  • El salar donde el sol calcina los huesos de mi memoria.
  • Para ciertas personas los huecos de los sueños muertos sólo pueden llenarlos un vicio
la dureza de la historia y lo próxima que nos parece, el armazón narrativo que, como ya apunté, se cierra de manera armoniosa en su último capitulo, contribuye a la satisfacción por una elección bien hecha.

El miedo, el terror más bien, individual y colectivo es, también, protagonista de la historia. Y como centro de este, el sometimiento, primero físico y luego psicológico, de Laura al Mayor, que está narrado con fuerza y determinación, lo que lo hace más crudo todavía.


Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
"friolenta
"sonrisita confienzuda
"afuerinos
"jeans rotosos
"hoja de vida (hoja de servicios)
"no se le iba ni un punto del tejido"

Palabras recuperadas: 
soroche (Mal de montaña)
trampantojo

Palabras o expresiones sorprendentes:
ese olor a húmedo que trasuda la ropa de los hombres solos
"Tenía esa autoridad fácil, natural, de las mujeres que han visto a muchos hombres desnudos

Mi cachico:

"Laura salió al patio de las celdas, al pozo de luz solar reverberando en los muros encalados. Lo cruzó, seguida por el teniente, acercándose al origen de esos golpes sordos, macizos, que se propagaban por el edificio. Se asomó a la mirilla del calabozo.

Iván, esposado y con los pies engrillados, se daba de cabezazos contra el muro al fondo de su celda. Retrocedía lo que le permitía la extensión del calabozo y luego se lanzaba con todo su peso de cabeza contra la muralla, bajo el ventanuco enrejado que daba a la calle. Trepados en él, desde el exterior, unos niños ociosos le animaban. La gran cabeza angulosa de Iván, su testuz caballuno, ya había desconchado la capa de pintura y enlucido, y ahora la sangre manchaba el concreto. Y los grilletes que le trababan los tobillos habían alcanzado hasta la carne viva.

-Ábrame.

-Es peligroso -le repitió Acuña.

Sin embargo, le obedeció y maniobró la cerradura. Al abrir la puerta, el oficial todavía trató de interponer su cuerpo para proteger a la jueza, pero Laura lo hizo a un lado y entró.

Iván volteó, la observó enceguecido por la sangre que le resbalaba por los párpados y la resolana del umbral. Durante un instante pareció que iba a cargar a través de ella hacia esa puerta abierta, hacia la libertad. Pero después ladeó la cabeza, la miró con un ojo, luego con el otro, balanceando algo en su cráneo, una bolita de reconocimiento que rodaba entre el hemisferio de su torpeza y el de su instinto, entre la intemperie y el refugio de una dicha perdida. Después, reclinó la espalda contra la pared, se fue dejando caer sentado hasta el suelo, se tapó los ojos con las manos esposadas, pero siguió observándola entre los dedos abiertos, tímido, juguetón, casi coqueto, estirando los labios sobre el hueco oscuro de la boca que los colmillos solitarios escoltaban, los únicos pilares en esa sonrisa desplomada. Laura se sentó en el camastro de madera.

-¿Lo dejará ir? -le preguntó el teniente, desde prudente distancia todavía.

-Se quedará acá, con la puerta abierta y bajo su protección. Lo hago responsable de su seguridad. Si trata de salir quiero que usted, personalmente, lo convenza de no hacerlo.

-Convencerlo... -anotó mentalmente el teniente; otra vez esa palabra que se le escapaba de su diccionario policial.

-Ahora vaya a buscar al doctor Ordoñez, de inmediato -le ordenó Laura a Acuña, sin mirarlo; y antes de que éste saliera a escape a cumplir su orden, agregó-: Y déjeme las llaves de los grilletes.

Laura contemplo el camastro de madera desnuda, el lavatorio de concreto con un grifo que goteaba, el cubo de plástico en el rincón opuesto. Las llaves que tenía en la mano. En su anterior período como jueza había tenido en su poder la libertad de varias personas, pero ésta era la primera vez que sostenía esas llaves mohosas de la cárcel, la consecuencia concreta, final, de algunos de sus fallos. Laura se arrodilló frente a Iván.

-Esto va a doler -le advirtió.

Él apartó la cabeza, hurtando la vista aun más entre las manos esposadas, sonriendo con toda su boca desdentada. Ella manipuló el candado de los grilletes, retiró los hierros que se habían pegado a la carne viva, clavados sobre los huesos prominentes de los tobillos. Observó los largos pies desnudos y polvorientos que la sangre había veteado de ocre, las plntas de bordes córneos, las uñas engarfiadas, amarillentas como cascos de burro. Luego, se quitó el pañuelo que llevaba al cuello, lo mojó bajo e grifo, y limpió con él las desolladuras de los grilletes, le apartó con lenta firmeza las manos de la cara, le aplicó la compresa fría sobre el vértice de la frente, donde la piel machucada colgaba en jirones. Le preguntó:

-¿Sabes quien soy?

Y él, volviendo poco a poco la mirada hacia ella, posando la vista huidiza y coqueta, abandonando las manos esposadas en la suya, meneó la cabeza asintiendo.

-¿Quién? -le insistió Laura.

-Señora linda... -murmuró bajito, alguien, quizá el muchacho que había sido, susurrando a través de la boca desdentada de este  hombronazo de casi dos metros. El niño que la había esperado, sin formular esperanza alguna, en el interior de ese coloso harapiento, durante décadas.

«Senora linda...» Laura bajó la cabeza, apretó la descomunal zarpa callosa. Su mano abierta cabía dos veces en la otra, fácilmente. En el interior de esa mano que, fácilmente, tenía el tamaño de un recién nacido, acunado en su regazo

CARLOS FRANZ


Chile (Ginebra, Suiza, 1959)

Es licenciado en derecho por la Universidad de Chile, y profesor en la Universidad Diego Portales. Ha sido profesor invitado en las Universidades de Cambridge y Londres. Actualmente reside en Madrid y es Agregado cultural de la Embajada de Chile en España. Es colaborador habitual de diversas revistas y periódicos.

Es autor de las novelas Santiago Cero (1988), Premio Latinoamericano de Novela CICLA; El lugar donde estuvo el Paraíso (1996), llevada al cine en 2001 por el director español Gerardo Herrero; y El desierto (2005), Premio Internacional de Novela del diario La Nación de Buenos Aires. Su volumen de relatos La prisionera ganó por unanimidad el Premio del Consejo Nacional del Libro de Chile en 2005. También ha publicado La muralla enterrada (2002), que mereció el Premio Municipal de Santiago. Las obras de Carlos Franz han sido traducidas, hasta el momento, al alemán, francés, italiano, holandés, portugués, finlandés, polaco, hebreo, turco, rumano y chino. Ha recibido la beca DAAD, para vivir como Artista en Residencia en Berlín. Y ha sido profesor visitante en las universidades de Cambridge y Londres.

(Más información: Wikipedia, Memoria chilena, Cervantes virtual, Letras.s5)

domingo, 12 de agosto de 2012

EL HOMBRE QUE AMABA A LOS NIÑOS de Christina Stead

Traducción: Silvia Barbero
Introducción: Felipe Benítez Reyes
Edición: 2011
Editorial: Pre-Textos
Páginas: 713

Esta novela de Christina Stead se publicó en 1940 y es la única traducida al español.

Sam y Henny Pollit tienen muchos niños, poco dinero y se odian demasiado entre sí.

Cuando Sam utiliza, para alimentar la voracidad de su ego, la veneración que sienten sus hijos por él, Henny lo observa con sombría desesperación, consciente de la amarga realidad que subyace a sus locas visiones.

Muchas novelas sumergen al lector en una espiral de desdichas para aliviarle luego con un desenlace venturoso, con un final en que los azares favorables se armonizan para imponerse al caos que implica el infortunio. Es el esquema asimétrico -y a veces demasiado optimista- de buena parte de la novelística decimonónica, de casi todas las novelas románticas de kiosco y de la mayoría de los cuentos de hadas.Me temo que esta novela es cualquier cosa menos un cuento de hadas. Samy Henny Pollit tienen muchos niños, poco dinero y se odian demasiado entre sí. Cuando Sam utiliza, para alimentar la voracidad de su ego, la veneración que sienten sus hijos por él, Henny lo observa con sombría desesperación, consciente de la amarga realidad que subyace a sus locas visiones.

Escalofriante novela de la vida familiar, de la relación entre padres e hijos, maridos y esposas, esta novela está reconocida como un clásico contemporáneo. La publica por primera vez, en 1940, la editorial neoyorquina Simon & Schuster. Según detalla su biógrafa Hazle Rowley, la autora trasladó la acción a Estados Unidos ante la insistencia de sus editores, que no eran optimistas con respecto a la posibilidad de que los lectores norteamericanos dispensaran demasiado entusiasmo a una historia ambientada en la remota Australia, como era la intención inicial. A pesar de esa traslación del escenario, la novela pasó desapercibida para el público.

El libro tuvo una segunda oportunidad en 1965, cuando se reeditó con un extenso y meticuloso prólogo del poeta y crítico Randall Jarrel en el que se pregunta cómo una obra tan alejada tal vez de nuestra propia experiencia puede acabar resultando tan cercana a una nuestra experiencia de la infancia, ese territorio natural del desvalimiento. En la actualidad, El hombre que amaba a los niños está reconocida como un clásico contemporáneo.

LEIDO por.... Andrés:

Vuelvo a insistir, al pairo de  Antonio Muñoz Molina en su artículo de Babelia, El País, Longitudes de verano, que hay que seleccionar con mucho cuidado lo que se lee. Nos dice:

“Hay muchos más libros buenos de los que uno tendrá ocasión de leer en su vida, de modo que no queda tiempo para leer libros malos. Pero como los libros pueden ser muy buenos de muchas maneras diferentes, no hay obligación de leer ninguno que no resulte apasionante. Cualquier lector con afición y cierta experiencia está capacitado para leer cualquier novela. Pero uno va cambiando mucho a lo largo de la vida, y lo que le gustó mucho en una época puede dejarlo indiferente o incluso volvérsele detestable, del mismo modo que la gran novela que lo venció de aburrimiento o simplemente no despertó la llama de la curiosidad puede abrírsele como por sorpresa y ya para siempre en una futura tentativa. Sobre gustos no hay nada escrito: el sentido de la expresión creo que es que en ese ámbito tan privado del gusto no manda nadie, o no lo afecta ninguna legislación exterior”

Siguiendo sus aficiones, “llegan los calores de julio y por una especie de reflejo condicionado se me despierta la apetencia por las ficciones de mucho calado y larga duración”, me he apuntado a esta novela, alabada por Almudena Grandes, en su artículo del suplemento de El País El hombre que amaba a los niños, nos decía de esta novela: “uno de los retratos má extraordinarios de las miserias del alma humana que se hayan escrito jamás”, “es literatura con mayúsculas, un grandioso, denso espejo del mundo, pleno de matices, de sutilezas, de inteligencia y de compasión por la desgracia humana. Es, en definitiva, una prueba irrefutable de que la literatura no morirá jamás”, “cuando la leí, recobré la pasión devoradora de la adolescencia que decidió ser escritora leyendo novelas como ésta, obras monumentales, asombrosas poderosísimas, capaces de herir y de curarla, de convertir a sus lectores en personas mejores y distintas” y “un libro que no olvidarán jamás”.

La novela esta  bien escrita y hace alarde de poderosas descripciones: “Habitaciones repletas del cáncer activo de los insultos, de la lepra de los desencantos, de los abscesos de rencor, de la gangrena de nunca más, de la fiebre quintana del divorcio y de la propagación del sufrimiento, de llagas supurantes y de costras espesas (y no para sus celestiales deleites) la carne del matrimonio está tan profundamente velada y conventualmente recluida”. La crudeza del trato de los padres a los niños es tremenda, duele leerlos cuando se imagina dirigidos a niños reales. La crueldad con que se tratan entre sí el matrimonio, delante de los niños sin ningún recato, con insultos y descalificaciones feroces, “todo el día babeando a mi alrededor y llamando amor a eso, llenándome de niños mes tras mes y año tras año, mientras yo te odiaba y te detestaba” le dice Henny a su marido, trasmite el ambiente insano en que son criados los niños. A pesar de estos valores, me ha parecido demasiado larga y repetitiva, por lo qué, a mi entender, sobra la primera parte, lo anterior al viaje malayo. La novela gana a partir de este momento.

Me ha costado entrar en la novela, ya que me parecía forzada. No me la he creído, vamos. La imagen de Sam, el padre, demasiado estereotipada, la hace increíble. Demasiado pueril e irresponsable como para creerle capaz de haber llevado su familia tantos años sin que hubiera ocurrido alguna tragedia: “Se quedó en la cama hasta tarde. Ordenó a los niños que se levantaran y reclamo a Evie para que fuera a acariciarle la cabeza”. La figura de la madre, Henny, me ha parecido más lograda, más natural y creíble su odio, resentimiento, ira y desprecio. Los niños, Louie, Ernest, Saul, Samuel, Evie, Tommy y Chappy que “nunca se preguntaban por qué se peleaban sus padres, ya que creían que los adultos eran seres irrazonables y violentos, juguetes en manos de su temperamento monstruoso y de su egoísmo”, aparecen, salvo los dos mayores, Louie y Ernest, demasiado trasparentes.
Louie, para mí el personaje más logrado, rezuma dolor e incomprensión, “en cuanto al cariño, Louie no echaba de menos lo que nunca había conocido” y “había aprendido -sin saber que lo había aprendido- que allí había un pozo salobre de odio del que beber”.

Mi cachico:

Cuando se puso a quitar el polvo de la balda alta, encontró allí todo tipo de cosas: un alfiretero, un pastillero que contenía varias chinchetas, dos agujas de tejer y un diario antiguo en el que se leía, en mayúsculas: EL CICLO AIDEN.

-Zorpresita tras zorpresita -declaró Sam, moviendo la cabeza-. Que me parta un rayo si esto no es poetría. Lulu es una poetisa condenadamente más güena que yo. Veamos, Samuela, ¿Que sabes tu de esto? Sausario, ve a buscar a los demás. ¡Rápido! Cuando Lulu reegreze les paseito con su amada señorita, nos encontrará a todos disfrutando de su poetría. Rápido, rápido.

Se propagó la llamada y los chiquillos fueron regresando a la casa. […]

En ese momento, con la noche cayendo ya, Tommy, que vigilaba para avisar del regreso de Louie, entró dando brincos y gritando:

-Ya viene. Está en el puente.

-Uf, papi, se va a enfadar mucho contigo -avisó Evie.

-Deberías dejarlo -le aconsejo Ernie.

-Está enamorada de la señorita Aiden. ¡Ah, Rosalinda! -suspiró Sam, contoneándose.

Los niños le imitaron.

-Adora a la señorita Aiden -dijo Sammy, con voz estridente-. Oh, te quiero, señorita Aiden.

-¡Chist, chist! -siseó Sam, inclinándose misteriosamente, mientras pasaba una página-. Tomamás, ve a la verja y avisame cuando regrese Lulu. Dile que estoy leyendo su poetría. ¡Y fíjate bien en lo que dice! ¿Vale?

Hubo quien aprobó aquello y quien lo censuró, pero Tommy salió corriendo. Louie regresaba con paso lento, aspirando el aire cargado de aromas suaves, de olores espesos y marinos. Los murciélagos volaban, zumbaban los mosquitos. Le alegraba estar sola, ya que, al fin y al cabo, no tenía nada que decir a nadie, ni siquiera a la señorita Aiden, pues el éxtasis no puede ser expresado.

-¡Louie!¡Louie! -la llamaba Tommy desde la verja.

-¿Qué quieres?

-¡Louie, papá está leyendo tus poemas!

Tommy vio cómo aquella silueta pálida se abalanzaba sobre él.

-¿Dónde está? -gritó, zarandeándolo por los hombros.

El niño se estremeció de miedo y de ilusión.

-En tu cuarto, Papá quería...

Pero no pudo terminar la frase. Se quedó allí solo, mientras una figura oscura y corpulenta tomaba la curva del camino de entrada

CHRISTINA STEAD

Australia (Sydney, 1902 -  1983)

Nació en, después de haber vivido en Inglaterra, Francia, Estados Unidos y muy fugazmente en España, que abandonó nada más estallar la guerra del 36. Se casó con el escritor y economista William J. Blake, con quien compartió ideas marxistas.

Su padre fue biólogo marino y un pionero de las ideas conservacionistas de la naturaleza. La autora misma reconoció que Samuel Pollit es, en lo esencial, un trasunto de la figura paterna, pero ese detalle se deslinda del ámbito de la ficción. Al margen de su modelo, Samuel Pollit es una afortunadísima creación literaria.

Autora de más de una docena de obras de ficción, obtuvo el premio literario Patrick White.

Publicó más de diez novelas, siendo El hombre que amaba a los niños, (1940) la única traducida al español hasta el momento

(Más información: Wikipedia, Wikipedia en inglés, Lecturalia)

sábado, 11 de agosto de 2012

LA CONCIENCIA DE ZENO de Italo Svevo

Traducción: Mercedes Rodríguez Fierro
Introducción: Elisa Martínez Garrido
Edición: 2004
Editorial: Gredos
Páginas: 513

Zeno Cosini, protagonista de esta novela, es un hombre de cincuenta y siete años, un fumador empedernido que decide someterse al psicoanálisis con el objetivo de intentar descubrir la causa de su adicción al tabaco. El psicoanálisis, desacreditado ya en el preámbulo, será la excusa para viajar a través de las irónicas memorias de Zeno, que el doctor le pide que escriba, de la conciencia y el inconsciente de Zeno, un hombre triste y adúltero del que conoceremos sus deseos, sus anhelos, su obsesión por las mujeres, su temor a la muerte, el tiempo que le toca vivir, la guerra, su entrega a los negocios... 

Novela de rasgos autográficos, publicada en 1923, en la que se percibe la influencia de Joyce y de Proust, y donde Italo Svevo nos muestra la complejidad de la realidad existencial más allá de las teorías uniformadoras de Sigmund Freud.

LEIDO por.... Andrés:

Zeno escribe y relata su vida para el doctor que le está psicoanalizando y nos cuenta esta circunstancia y lo que piensa de su doctor, a veces con palabras poco  lisonjeras, y de su terapia. Este doctor, que firma como doctor S. el Prefacio, nos cuenta que publica estas memorias como venganza, confiando en que le moleste. Nos dice también que está “dispuesto a compartir con él los elevados honorarios que” obtendrá “de esta publicación, a condición de que reanude su terapia”. Y con este irónico prefacio es como empieza esta singular novela, donde la clave está en presentar la narración como la declaración de Zeno a su psicólogo, dejando traslucir, de manera magnífica, lo que estas declaraciones suponen de simulación, cinismo y mentira. Se trasluce así, entre líneas, como es realmente Zeno, y no lo que el quiere que su psicólogo perciba.

Entre las muchas virtudes que adornan a Zeno, podemos señalar:
  • fumador empedernido: La novela tiene 6 capítulos, además del prefacio y el preámbulo, y el primero de ellos se titula, precisamente, El tabaco, lo que da una idea de la relevancia de esta dependencia.
  • cínico: “No me gustaba que llamara pobre a Augusta, pero agradecía a la pobre Carla su bondad
  • egoista: “Hay una pequeña divergencia entre Augusta y yo -la única- a propósito de la manera de tratar a los niños que dan la lata; a mí me parece que el dolor del niño es menos importante que el nuestro y que merece la pena inflingírselo a él con tal de ahorrar una gran molestia al adulto. Ella en cambio piensa que nosotros, que somos los que hemos hecho a esos niños, debemos también padecer. [Que le hace ser especialmente inventivo..] Tenía tiempo de sobra para llegar a la cita y atravesé lentamente la ciudad mirando a las mujeres e inventando al tiempo un especial artefacto que impediría  cualquier divergencia entre Augusta y yo. […] Hubiera tenido además, tal máquina, un botón eléctrico que al ser accionado hubiera hecho que la niña, con su rabieta, desapareciera transportada al lugar más alejado, donde su voz,debilitada por la distancia, nos hubiera parecido hasta agradable
  • haragan: “tuve que regresar por mí mismo a esa oficina en busca de consuelo para mi gran aburrimiento
  • enfermo imaginario, deseoso de tener una enfermedad real:“-Has hablado tanto de enfermedad toda tu vida que, al final, ¡tenías que tener una!” le dice su mujer
  • mujeriego, hasta el final “con lo viejo que soy, hace bastante que las mujeres ya no me miran. Si yo dejo de mirarlas, cualquier relación entre nosotros quedará interrumpida”. “por lo general creamos a las mujeres primero a partir de nuestro deseo, mientras que ésta no precisaba de tal primera fase"
Si la novela comienza con la declaración de doctor S, como hemos visto, termina con un capítulo llamado  “Psicoanálisis”, que es una dura crítica de éste:
  • Mi tratamiento tenía que acabarse porque el origen de mi enfermedad se había revelado y no consistía más que en el mal que, en su momento, el difunto Sófocles había diagnosticado en relación con Edipo […] Era una enfermedad que me elevaba a la más alta nobleza
  • Intentaba tratar de nuevo los sueños, pero no volvimos a tener ninguno que fuera auténtico. Fastidiado por tener que esperar tanto, acabé por inventarme uno
  • Tal vez me ponía en ridículo al confesar que, a mi edad, me había dejado embaucar por una tal superchería
  • Yo, en realidad, creo que con su ayuda, a fuerza de estudiar mi ánimo, he conseguido sumirme en nuevas enfermedades”, para luego llamarle, cínicamente, “profundo observador de la vida
  • Teresina se reía y su risa me dio valor. Volví a su lado y aferré su antebrazo, haciendo que mi mano lo remontase lenta, hacía su pequeño hombro, explorando mis sensaciones. ¡Gracias a Dios, aún no estaba curado! Había dejado a tiempo la terapia.
Volvemos a toparnos con una mosca, que nuevamente me trae a la memoria a Antonio Machado y su poesía Las moscas:
Algunas notas en una hoja de papel que conservé, me recuerdan otra extraña aventura de esos días […], hay en esas líneas un intento de poesía.... a propósito de una mosca.[...], tengo que creer que, dado que yo he llegado a caer en tan extraña forma de expresión, cualquiera, de la misma manera, puede ceder a parecidas caprichosas inspiraciones

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
¡Más que un medio arruinado, parecía un apostol!
La vida es siempre mortal. No admite cura

Un libro que se lee muy bien, pero del que, desgraciadamente, he recibido menos de los que esperaba, quizá por unas expectativas demasiado altas.


Mi cachico:

Carla me había ofrecido repetidas veces cantarme una composición sobre al que deseaba oír  mi opinión, pero yo no había querido saber nada de ese canto del que no me interesaba ya ni siquiera su ingenuidad. Le dije que, dado que se negaba a seguir estudiando, no merecía la pena seguir cantando.

La que le dirigí era desde luego una ofensa muy grave y ella acusó el golpe con dolor. Sentada sunto a mí, para esconder sus lágrimas, miraba inmóvil sus manos que tenía entrelazadas en su regazo. Reiteró su reproche inicial:

-¡Que rudo serás con aquellos a quienes no quieras, si lo eres tanto conmigo!

Soy un buen tipo y esas lágrimas me enternecieron hasta el punto de que le pedí a Carla que desgarrara mis oídos con su elevada voz, en esa habitación tan pequeña. Ella ahora pretendía no tener ganas de hacerlo y me vi obligado a amenazar con irme si no me complacía. Tengo que confesar que me pareció, por un instante, haber encontrado un sistema para recuperar mi libertad al menos de manera temporal, pero, ante la amenaza, mi humilde serva se encaminó con los ojos bajos a sentarse delante del piano. Dedicó al recogimiento un breve instante y se pasó una mano delante de la cara como si quisiera despejarla de toda posible nube. Lo consiguió con una prontitud que me sorprendió y su cara, cuando esa mano se retiró, no recordaba en absoluto el dolor que antes la había afligido.

Recibí de inmediato una gran sorpresa.