sábado, 29 de diciembre de 2012

EPISODIOS NACIONALES, Serie tercera: 2. Mendizábal , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 261

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a
Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles ­guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares­ a lo largo del agitado siglo XIX.

Personaje de los más polémicos, al tiempo que representativos, de la vida política de nuestro siglo XIX, MENDIZÁBAL y su célebre «desamortización» constituyen el eje de este Episodio galdosiano. En torno a él empieza a urdirse, asimismo, la trama novelesca que tiene como protagonista a Fernando Calpena y que servirá de hilo conductor a esta «Tercera serie» de los Episodios Nacionales.

Esta novela, la segunda de la Tercera Serie de los
Episodios Nacionales: Cristinos y carlistas,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1898

Comienza así:

Al anochecer de aquel día, el no sé cuántos de Septiembre del año 35 (siglo XIX), llegó puntual al parador de no sé qué, calle de Alcalá, entre la Academia y las Monjas Vallecas, la diligencia, galerón o quebrantahuesos ordinario de Zaragoza, que traía los viajeros de Francia por la vía de Olorón y Canfranc, único portillo que dejaban libre en aquellos tristes días los porteros del Pirineo, vulgo facciosos.

LEIDO por.... Andrés:

En este libro asistiremos a la llegada a Madrid de Fernando Calpena, “era el tal un joven de facciones finas y aristocráticas, ojos garzos, bigotillo nuevo, melena rizosa y negra, que sería bonita cuando en ella entrara el peine y se limpiara del polvo del camino”, sus contactos con Mendizabal, D. Juan y Medio, “de espigada estatura, representando cincuenta años, de rostro agradable, con patillitas, corbatín, el cuerpo enfundado en un levitón alto de cuello  y larguirucho de faldones”, sus amorios, intrigas y vida en la capital, donde apenas asistimos a los esbozos de la preparación de la famosa desamortización.
 

Galdós, como ya hemos visto anteriormente, nos transmite, a través de sus personajes, su desilusión sobre España:
  • Sea usted bullanguero, piense como un topo y charle como una cotorra, y verá cómo se le abren todos los caminos… Lo mejor es que siempre será lo mismo, y no veo yo mejores días para la España.
  • en nuestra tierra de garbanzos y pronunciamientos, el guerrero victorioso es el único salvador posible en todos los órdenes.
  • ya se habían dado los pasos para redimirle de la quinta de cien mil hombres, mediante el pago de cuatro mil reales.
nos permite comparar las españas de antes y ahora:
  • Las modas siempre parece que son rompedoras con el pasado y siempre innovadoras, pero no siempre ha sido así:  cabello encrespado, que parecía un escobillón
  • Ahora que los funcionarios están tan vilipendiados y maltratados, Galdós no acude en su ayuda. Un funcionario, responsable de un departamento, dice: “La dignidad del funcionario público no consiente estos excesos de trabajo, pues ni tiempo le dejan a uno para almorzar, ni para dar un mero paseo, ni para encender un mero cigarrillo…
Y seguimos disfrutando de sus descripciones, vistas más arriba, y su  humor:
  • Todo habría pasado de distinta manera, si la augusta cuñada de Vuestra Majestad hubiera sido bizca
  •  se agarró más de una vez a las paredes para no medir el suelo
  • dejó nuevamente caer sobre el papel su rostro.Creeríase que no escribía con la pluma, sino con la nariz…

Al encontrar en el texto la expresión “agua de cerrajas”, me sorprende a expresión actual “agua de borrajas”. Indagando en internet me encuentro con un artículo de Centro Virtual Cervantes donde Arturo Ortega Morán nos dice “Tengo la creencia de que fue en América, en un mal día de principios del siglo xix, cuando alguien confundió la magnesia con la gimnasia,y donde debía decir cerrajas dijo borrajas” y nos lo documenta.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

labios como hemorroides
Estamos en una balsa de aceite… hirviendo
badulaque
promiscuar

Palabras o expresiones anticipadas:
Roma con Santiago he revuelto
teje-maneje
ni oste ni moste
poner en solfa
machamartillo
echar los bofes
despotrique
bullanguero
alma de cántaro
turulato
el diablo, cuando no tiene que hacer, se entretiene en coger moscas
tomar a chacota

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
"dígame usted su gracia, y…   —Mi gracia es Mendizábal…"
le han preso
trapatiestas


Mi cachico:

—¡Y luego decimos que somos clásicos!
—¡Clásicos! Eso quisiéramos. El mundo está tocado de insana demencia… Ya no pasan las cosas como antes, con aquella pausa y regularidad de otros tiempos; todo está trastornado; reina la sorpresa, mangonea el acaso, y los acontecimientos se suceden sin ninguna lógica. Ya no hay reglas, mi querido D. Fernandito. Esto es el caos, la barbarie, la anarquía de las almas. Corre un viento de desorden, y en la naturaleza no hay aquella serenidad, aquella calma majestuosa… ¿Digo mal?
—Dice usted muy bien. Yo me noto lanzado en este vértigo, en este espantoso remolino.
—Todo por ese maldito… Hasta me repugna pronunciar su nombre.
—Ese maldito… ¿qué?
—¿Sabe usted, Fernando Calpena —dijo el clérigo con solemne gravedad, parándose en firme—, quién tiene la culpa de esta locura que nos saca de quicio, de esta llamarada que nos abrasa el rostro, de esta comezón que nos hace bailar la tarántula?
—¿Quién tiene la culpa?…
—¡Qué! ¿No lo acierta? Pues tienen la culpa Víctor Hugo y Dumas, esos dos infames progenitores del romanticismo… ¡El romanticismo! Ese es el remolino, ese es el vértigo, esa es la locura…
—D. Pedro —dijo Calpena, sin encontrar pertinente lo que afirmaba su amigo—, ¿qué tiene que ver…? ¡Dumas, Víctor Hugo!… son dos grandes poetas…

viernes, 21 de diciembre de 2012

EPISODIOS NACIONALES, Serie tercera: 1. Zumalacárregui, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 225


 El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a  Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles -guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares- a lo largo del agitado siglo XIX. 

Esta novela, la tercera de la Serie Tercera de los Episodios Nacionales: Cristinos y carlistas,  la publicó  Benito Pérez Galdós en 1898, 19 años después de finalizada la segunda serie. 

Galdós se sirve de la figura de ZUMALACÁRREGUI -el gran caudillo popular surgido en los primeros tiempos de la guerra carlista- y de la peripecia novelesca del atormentado capellán José Fago, para -como hiciera con El Empecinado para la Guerra de la Independencia- reflejar un momento histórico que le brinda la ocasión de pintar el mundo de la guerrilla y el de las intrigas cortesanas.

Comienza así:

Ufano de los triunfos de Salvatierra y Alegría, en tierra alavesa, Zumalacárregui invadió la Ribera de Navarra, donde el Ebro se bebe tres ríos: Ega, Arga y Aragón. Bien podría denominarse aquel movimiento procesión militar, porque el afortunado guerrero del absolutismo llevaba consigo el santo, para que los pueblos lo fueran besando unos tras otros, al paso, con religiosa y bélica fe, acto que se efectuaba con suma presteza, aquí te tomo, aquí te dejo, conforme a la táctica de un ejército formado, instruido y aleccionado diariamente en la movilización prodigiosa, en las marchas inverosímiles, cual si lo compusieran no ya soldados monteses y fieros, sino leopardos con alas.

LEIDO por.... Andrés:

Tras el paréntesis concedido a Gonzalo Hidalgo Bayal, volvemos a 
Benito Pérez Galdós, que también es sus días se tomó un tiempo para reiniciar los Episodios nacionales en su tercera serie. Bastante más tiempo, por cierto, como dijimos en la reseña de arriba. Esperaba que ese tiempo, en el que escribió algunas de sus mejores obras, Tormento (1884),  Fortunata y Jacinta (1886–87), Miau (1888), Tristana (1892), Misericordia (1897) y El abuelo (1897), se notaría de manera inconfundible en su prosa, por eso mi sorpresa ha sido mayúscula cuando no he notado nada. Si acaso una mayor profundidad en sus personajes y, por lo tanto, en la narración.
 Don Carlos Mª Isidro de Borbón (1788-1855)

El protagonista de esta primera novela, el capellán Fago, sintió sus inclinaciones marciales tanto carlistas como cristinas: “No tardó en sentir nuevamente ímpetus guerreros, influencia natural del medio, del compañerismo, de la emulación”, para facilitar al narrador la visita a ambos bandos.

Eso si, no he echado en falta nada de lo que más me gustaba de las dos primeras series. Sigue con sus asombrosas descripciones de los personajes:
  • Los carlistas que acompañaron a Fago en la captura del El abuelo son: “gente decidida, honrada hasta la inocencia, fuertes, incansables, buenos como los ángeles en tiempo de paz; en la guerra, dotados de un valor flemático y de una pasividad fatalista, que les hacía de hierro para atacar, de peña para resistir” y “almas encendidas en ingenuo fanatismo, cuerpos atléticos. Eran niños en el sentir, gigantes en el hacer
  • Vi y traté a muchos aragoneses en mi tiempo de pecador, y todos guapos chicos, pero muy quijotes... camorristas, bebedores, cantadores y enamorados
  • El  General Valdés: “Era hombre modestísimo, afable, de bastante edad, espíritu fuerte, cuerpo flaco y mísero: vestido de paisano, habría pasado por clérigo; de uniforme, representaba la persona venerable de un honrado capellán
  • nos regala alguna descripción lapidaria: “ambicioso forrado de beato
  • Cerraron, y allí se quedó el pobre, rodeado de frías tinieblas, abrazado a sí mismo
  •  De los españoles: “La tenacidad, la gallardía caballeresca, componen toda la historia de una raza que, al inclinarse para caer en tierra, ya está pensando en cómo ha de levantarse” y “raza inepta para guardar secretos
  • De Zumalacárregui, al que tenía en gran aprecio: “Su honradez era tan grande como su talento militar”  y “aproximábase a su ocaso, con todos los sacramentos, la gloria que enaltece, la ingratitud que roe, el público aplauso que empuja hacia arriba, la envidia que tira de los pies para hacer bajar al sujeto, y poner su cabeza al nivel de las pelonas de la muchedumbre

Zumalacárregui, herido, es llevado de Bilbao a Cegama, 1835

Galdós nos da alguna pincelada del machismo propio de aquellos tiempos:
  • Al encastillarse con sus maridos en la torre, las urbanas, antes que por un móvil heroico, hacíanlo por miedo a las uñas y a las lenguas de las mujeres del otro bando
  • Cuando nos habla de la “mujer-vaca
  • La enagua en casa, y en la calle y en la heredad el calzón
y alguna antibelicista: —La guerra, digo yo, deben hacerla en primera línea aquellos a quienes directamente interesa… Verdad que si tuvieran que hacerla ellos, quizás no habría guerras, y los pueblos no se enterarían de que existen estas o las otras causas por las cuales es preciso morir».

Ferrer Dalmau: Ataque de los lanceros carlistas

En la edición sobre la que ha realizado el ebook, la edición de Madrid, Est. Tip. de la Viuda e Hijos de Tello, 1898, se utilizó un curioso sistema para los diálogos, mezclando las comillas y los guiones:
“Entró un ayudante con despachos que debían de ser urgentes, porque el General se aplicó a leerlos con avidez, y la conferencia fue interrumpida.
«Si vuecencia necesita despachar, o quiere recibir a alguien -le dijo el clérigo-, en la antesala aguardaré hasta que se me ordene.
-Sí, hágame el favor».

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

Abajo eras carraca , y arriba campana
muy cuitadico, de los que no encuentran agua en el Ebro
No ver tres sobre burro

Palabras recuperadas:
tanganazo
cuchipanda
batir el cobre
palique
pegar la hebra
cuchufletas
chopo (fusil)
antiparras
soconusco
ten con ten

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
promiscuar
despepitarse
encalabrinárse


Mi cachico:

Entró al fin en la estancia, por un alto ventanillo guarnecido de telarañas, la luz matinal, y con las primeras claridades entró por la puerta un hombre. Mejor será decir que le introdujeron como a la fuerza, cerrando después. Ulibarri había podido hacerse cargo de la estrechez de la prisión, ocupada en su mitad por trastos viejos de iglesia, restos de bancos, túmulos y retablos en ruinas, todo hecho pedazos y cubierto de polvo y telarañas. En el montón más bajo se había sentado el reo, bebiendo un trago de vino momentos antes de que penetrara el hombre cuya presencia se determinó por una escueta y larga proyección negra y un sonidillo de espuelas. Era indudablemente un clérigo, de alta estatura, que vestía balandrán abierto y había venido a caballo. «Quizás en mula —pensó Ulibarri—; en mula, que es más propio».

  Frente a frente el uno del otro, el reo intentó decir la primera palabra; pero, no acertando a formularla, aguardó silencioso, seguro de que el sacerdote, a quien correspondía decirla, se despacharía muy a gusto de entrambos. Aumentada gradualmente la claridad, se fue dibujando la figura de Don Adrián Ulibarri, alto, casi giganteo, de proporcionada grosura, cabellos blancos, de rostro grave y ceñudo, totalmente afeitado, tipo de rústico noble. Y como transcurrían lúgubres los segundos sin que el clérigo se arrancara con la fórmula religiosa del caso, el reo se impacientó, y la curiosidad y desasosiego le picaban extraordinariamente. Miró al otro; el otro no le miraba, y cruzadas las manos inclinaba al suelo su rostro, más que pálido, amarillo como cera de réquiem. Entablose un diálogo de suspiros, pues al hondísimo que exhaló el alcalde contestó el clérigo con otro que más bien parecía el mugido de un buey en la antesala del matadero; y así, con este patético lenguaje, departieron un rato, hasta que Ulibarri, no pudiendo aguantar que prolongara su agonía el que aliviársela debiera, fue vencido e su genio impetuoso y lanzó el terno habitual en sus labios, seguido de palabras de calurosa impaciencia.

  Irguió por fin el clérigo su cuerpo encorvado, y llevándose las manos a la cabeza, soltó con voz opaca, enronquecida por emoción muy viva, estas singulares expresiones: «Sr. D. Adrián, me han traído para auxiliar a usted, y yo no puedo... ¿Para qué me han traído, si no puedo ni debo...? Bien sabe Dios que quisiera morirme en este instante, que debiera morirme en su presencia... Lo diré claro y pronto: soy José Fago».

  Oyó este nombre Ulibarri cual si fuera la descarga cerrada que debía cortar su existencia. Se había puesto en pie, dando un paso hacia el sacerdote, cuando éste, con tales  aspavientos, tomaba la palabra; pero el Yo soy José Fago fue como un disparo que lanzó al infeliz reo contra el montón de madera rota, dejándole arrumbado en él, abierto de manos y piernas, la cabeza rebotando en la pared.

  «Soy José Fago —repitió el otro encorvándose de nuevo hacia adelante y cruzando las manos— y no está bien que quien ha ofendido a usted gravemente, ahora reciba su confesión. Éste es un caso en que el malo no puede, no debe ser confesor del bueno... Tres años hace que no nos hemos visto, y en esos tres años, Sr. D. Adrián de mi alma, han pasado cosas que usted debe saber, para que no me crea peor de lo que soy; para que usted, hombre recto y puro, juzgue a este pecador, y...». Ahogado por el llanto, y sin que Ulibarri contestase palabra alguna, pues ni voz ni aun conocimiento parecía tener, Fago tomó aliento y tragó mucha saliva antes de continuar sus doloridas lamentaciones.

  «Dios, que ve nuestras almas —dijo—, sabe que en este reo soy yo, y usted el sacerdote»

martes, 11 de diciembre de 2012

CONVERSACIÓN de Gonzalo Hidalgo Bayal

Primera edición: mayo 2011
Tusquet Editores
Páginas: 238

Esta novela de Gonzalo Hidalgo Bayal se publicó en el 2011.

Un joven licenciado es contratado como profesor particular de griego por un ama de casa abnegada y dócil; unos viajeros se pierden en el bosque cuando buscan la casa y las tierras que han heredado de un pariente lejano; dos compañeros de colegio mantienen a lo largo de su vida una rivalidad sin límites; el heredero de una empresa familiar se entrega a la filosofía presocrática; un hombre anónimo de rutinas imperturbables despierta la sospecha y la imaginación de quien lo espía en secreto… Así son las historias que encierra este nuevo libro de Gonzalo Hidalgo Bayal: vidas y experiencias extrañamente seductoras en la voz de sus protagonistas o en la versión de los sucesivos testigos del relato. Porque, como se dice en sus páginas, «cada persona es para la otra solamente lo que dice y lo que cuenta, cada persona es el relato oral de su autobiografía».

Ganó el premio Mario Vargas Llosa NH de relato de 2011

Comienza así:

Prometí que nunca contaría lo que voy a contar, pero vuestras palabras me han hecho evocar tan vivamente aquellos tiempos, han pasado tantos años y se trata de una historia tan desdichada, que no creo que a estas alturas tenga la menor importancia mi promesa. Aclararé que lo cuento con pesadumbre, que no se trata de una presunción y que me produce una extraña tristeza su recuerdo. Así que, si rompo la promesa y os lo cuento, es para que tengáis noticia de otras formas de dolor y de heroísmo

LEIDO por.... Andrés:

Para despejarme, después de lectura de las dos primeras series de los Episodios Nacionales de Galdós, nada mejor que leer a un autor actual como éste.

Decía en la reseña del anterior libro del autor,
El espíritu áspero: «Espero que Don Gonzalo escriba su próximo libro cuanto antes, a ser posible, sobre Murania». Bueno parece ser que no ha sido localizada en dicha ciudad esta colección de narraciones, quizá la tercera, pero da lo mismo. Volvemos a disfrutar igualmente.

Cinco historias que nos cuentan distintos narradores, como si estuviéramos sentados cómodamente alrededor de una mesa de café, del café Central de Viena, por ejemplo, con la rica prosa de este magnífico escritor. La primera con un narrador en primera persona, la segunda en primera persona del plural, la tercera, un narrador que nos cuenta lo que narró un personaje sobre una tercera persona, la cuarta....

 

 El Café Central de Viena visto por mi cámara

La primera se llama Kalé hemerá, es muy corta, casi un detalle. La segunda, Corzo, la que esta narrada en plural, nos muestra una historia rural desde dos puntos de vista antagónicos.

En la tercera historia,
Aquiles y la tortuga, la más compleja y la mejor de todas, la que más me gusta a mi, mejor dicho. Nos encontramos de nuevo con el escritor palindrómico “Saúl Olúas”, autor, según supimos en El espíritu áspero, de Amad a la dama,  La sed de sal y de Sale el as (p. 54), Anhelé a Helena (p.414) y de una poesía palíndroma, igualmente llamado por sus compañeros de clase el Capicúa; personaje que, según nos cuenta ahora el narrador anónimo, deshoja la vida del ínclito  filósofo Petrus, devenido en empresario de éxito, en un encaje de bolillos narrativo. El narrador nos cuenta lo que Saúl Olúas les contó sobre la vida de Petrús y lo que este le conto a Saúl.

La narración del narrador y la del narrado, sin mediar nada que nos anuncie el cambio, se entrelazan magistralmente, no solo sin que nos lleve a la confusión, sino haciéndonos disfrutar con este juego. 

Cuando leemos: “Me pasé varios días encerrado en el ático, archivé toda la filosofía y claudiqué”, no es el narrador de quien leemos, sino lo que dice Petrús, contado por Saúl, y que a nosotros nos cuenta el narrador. ¡Magnífico!..

Vease una muestra un poco más larga en «Mi cachico»

El título, una conocida paradoja de Zenón, ya es un anticipo de los múltiples y paradójicos niveles de la narración.



Juego de luces en el Café Central de Viena

No basta el odio para ser enemigos, dijo mirándonos serenamente desde la penumbra del local”, así comienza la cuarta historia, Monólogo del enemigo, donde nos desgrana, hasta lo más intrincado, el proceso de nacimiento del odio y la victoria del más refinado y retorcido de los dos contendientes.

Por último, en Reparación, un nuevo Henry Fonda, postrado no se sabe en este caso porqué, aunque ni siquiera él lo sabe: “
ni siquiera sé si alguna vez lo he sabido y con el tiempo lo he olvidado o si no lo he sabido nunca”, delante de una ventada, también indiscreta, mientras espía durante años los movimientos de la calle, de un “reparador” en particular, mientras juega con las distintas acepciones de la palabra reparación y va construyendo diversas teorías, sobre su extraño vecino, sobre sus visitantes y cuanto le rodea y otras no tan intrascendentes como sobre el sentido de las palabras, sobre la existencia, “hasta el estudiante más necio, más sandio y más zoquete de bachillerato lo recita como si fuera un exorcismo, un amuleto, una jaculatoria ontológica: pienso luego existo, pienso luego existo, pienso luego existo, amén. ¿Pues sabe que le digo? Descártelo […] Hay que descartarlo porque es al revés: existo luego pienso”, sobre las revoluciones y su anulación. Elucubraciones continuas sobre los eventos y episodios ocurridos en su día a día. Alargada en demasía, para mi gusto.

Buen libro, pero, según mi modesta opinión, no llega a la altura de
El espíritu áspero.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

Las palabras sólo son son
La sentencia estaba ya dictada. Hale, ya ésta es, como dice el dicho

Los dueños de estas academias eran empresarios de la ignorancia

Palabras recuperadas:
magín
ringorrango

Palabras sorprendentes:

logomancia
parlía


Mi cachico:

Se detuvo Olúas, como dando tiempo para que construyéramos también nosotros la imagen de Petrus en la soledad del ático y en la pesadumbre de la nostalgia presocrática. Pero retomó el hilo enseguida. Alguien, tal vez el profesor emérito o el profesor de lenguas clásicas, dijo Petrus (aunque no creo que fuera el profesor de lenguas clásicas, que ya entonces conocía el alcance, la magnitud y la paradoja del destierro), alguien, en fin, le hizo ver  el contrasentido de sus principios filosóficos y su derrota empresarial. Derrota, subrayo, dijo Olúas. No hay mayor rebeldía contra el destino, respondió Petrus, que asumirlo en toda su extensión. Discutieron largamente sobre ello. El profesor emérito (ya digo que no creo que fuera el profesor de lenguas clásicas) defendía la coherencia con los principios. Petrus defendía la arrogancia y la altivez de la indiferencia. El mayor triunfo del destino, decía, es imponerse en contra de la voluntad del destinado. Por eso hay que asumirlo sin enojo, con indiferencia, para que, además del destino, no sea también victoria.

domingo, 2 de diciembre de 2012

EPISODIOS NACIONALES, Serie segunda: 10. Un faccioso más y algunos frailes menos, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 249

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a
Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo xix.

UN FACCIOSO MÁS Y ALGUNOS FRAILES MENOS es un juego de palabras que apunta a dos hechos de diversa magnitud y carácter: el alzamiento carlista y la matanza de frailes de 1834. Sobre tan difícil momento histórico se anuda el hilo novelesco que ha enhebrado los diez Episodios de esta Segunda Serie, con el desenlace de la peripecia novelesca que tiene como polos a Sola y Salvador Monsalud.

Esta novela, la última de la Segunda Serie
de los Episodios Nacionales: El reinado de Fernando VII,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1879. Después de esta serie Galdós prometió no continuar, pero tras el desastre del 98, decidió seguir con su obra en las siguientes series.

Comienza así:

El 16 de Octubre de aquel año (y los lectores del libro precedente saben muy bien qué año era) fue un día que la historia no puede clasificar entre los desgraciados ni tampoco entre los felices, por haber ocurrido en él, juntamente con sucesos prósperos de esos que traen regocijo y bienestar a las naciones, otros muy lamentables que de seguro habrían afligido a todo el género humano si este hubiera tenido noticia de ellos.

LEIDO por.... Andrés:

Gozando otra vez, ahora en los prolegómenos de las guerras Carlistas, de la mano de este magnífico autor:
  • La momia estuvo a punto de deshacerse en polvo al oír la nefanda palabra” [masón]
  • -¡Malaventurados los cojos -dijo el héroe para sí con tristeza-, porque ellos llegaron siempre tarde!
  • Galdós, siempre tan actual: “Parece un Decehomo
  • todo se estudiaba en latín, incluso el latín mismo
  • Las tres copas chocaron con alegre campanilleo, debido principalmente al temblor del pulso de D. Felicísimo
  • la mujer aquella parecía imagen de la Muerte esperando su presa
  • salió de la casa escoltado por las moscas
  • Nazaria murió del colera al siguiente día de la matanza. Heredó Tablas su mal; pero por aquel don de inmunidad que acompaña, según un viejo refrán, a la mala hierba, el animal venció a la epidemia asiática, o esta quizás asustose de él, dejándole libre, aunque muy bien recomendado a un cáncer que le tomó por su cuenta algunos años adelante.
 
Infante Carlos Maria Isidro
El infante D. Carlos, vuelve a escena, brillando, claro: “La luz iluminó de lleno el semblante de D. Carlos, en el cual no resplandecía ningún destello ni aun chispa leve de inteligencia. Con la venda, la palidez, el bigote afeitado (a causa del disfraz del viaje), si no era una cara estúpida estaba muy cerca de serlo

En esta segunda serie
Galdós nos deleita con unos personajes no tan simples y puros como los de la primera, resultando por ello más atractivos. El propio autor cifra el número de personajes en más de quinientos.
 
Tomás de Zumalacárregui y de Imaz (17881835)

Al final de este libro, en su despedida, nos dice. “Tantos lectores tuvo (dentro de la cifra reducida de lectores españoles), que creí oportuno emprender una segunda serie”. Aunque
Galdós se despedía con un “Basta ya […] Aquí concluyen definitivamente estos”, por los Episodios nacionales, volvería 19 años más tarde, por motivos económicos según algunos. Habrá que ver con que nos sorprende cuando  vuelva a la tercera serie con Zumalacárregui.
Eugenio de Aviraneta
 
Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
Más difícil que asar la manteca
yo les hubiera dado a todos un poco de tuétano de fusil

Palabras recuperadas:
de balde (gratis)
mequetrefe
macarrónico (RAE: Dicho del latín: Usado de forma burlesca y defectuosa)
caletre (RAE: Tino, discernimiento, capacidad)

Mi cachico:

Bramando así con insensata ira, Tablas hizo un gesto, o instantáneamente enganchó en su garra el moño negro de la giganta. La giganta rugió como una leona, levantose, hubo formidable choque de cuerpos y cruzamiento horrible de brazos tiesos. Se balancearon, se oyó un doble gemido y un estertor siniestro, señal de violentos esfuerzos. Pero la gigantona logró desasirse, blandió sus fornidos brazos, echó un temporal por su nariz, y rápida como el pensamiento, dio un salto, dos, tres. El piso temblaba como si pasara un carro. Nazaria llegó a una mesa y cogió un objeto voluminoso que encima de ella había. ¿Qué era aquello? Era una urna de madera y cristal, alta de tres cuartas. Dentro de ella había una virgen de los Dolores, y encima un toro de yeso, dos toreros, un niño Jesús, una enormísima moña. Alzó en sus manos la mujerona todo aquel catafalco religioso-taurino, y en menos tiempo del que se necesita para pensarlo, cayó todo con estrépito formidable sobre la cabeza de Tablas. La increpación o voz felina que este lanzó al recibir el golpe no es para descrita. Los vidrios rotos sobre su cráneo rasgaron su frente. Sin sentir manar la sangre corrió en busca del palo; pero antes de llegar, ya se le interpuso la Pimentosa con una silla enarbolada en ambas manos. El gigante tomó otra silla. Se detuvieron un momento mirándose cara a cara; echándose mutuamente su ardiente resuello y cruzando los rayos de sus ojos llenos de ira. De repente la giganta soltó el mueble; había tenido una idea feliz, salvadora. Dio un paso atrás, revolvió en su cesto de costura, sacó una navaja enorme, y corriendo en seguimiento del gigante, que retrocedía espantado, exclamó con bramido: 


-Te degüello...

EPISODIOS NACIONALES, Serie segunda: 9. Los apostólicos, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 242
 
El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX. 

LOS APOSTÓLICOS, nombre que recibían los que andando el tiempo integrarían el bando carlista, recoge como transfondo un momento crítico de la historia española: el de los últimos tiempos del reinado de Fernando VII, casado ya con la napolitana María cristina, y las intrigas en torno a la sucesión del trono.

 Esta novela, la novena de la segunda serie de los Episodios Nacionales: El reinado de Fernando VII,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1879

Comienza así:

Tradiciones fielmente conservadas y ciertos documentos comerciales, que podrían llamarse el Archivo Histórico de la familia de Cordero, convienen en que Doña Robustiana de los Toros de Guisando, esposa del héroe de Boteros, falleció el 11 de Diciembre de 1826. ¿Fue peritonitis, pulmonía matritense o tabardillo pintado lo que arrancó del seno de su amante familia y de las delicias de este valle de lágrimas a tan digna y ejemplar señora? Este es un terreno oscuro en el cual no ha podido penetrar nuestra investigación ni aun acompañada de todas las luces de la crítica

LEIDO por.... Andrés:

Volvemos a sentir vergüenza nacional por los acontecimientos que nos relata en esta ocasión Galdós. Menos mal que una buena prosa y el humor que le caracteriza nos hace ameno el tragar esas píldoras históricas:
  • Pintémosla en dos palabras. Era fea
  • los pisos eran tales, que una naranja tirada en ellos hubiera estado rodando una hora antes de encontrar sitio en que pararse
  •  Durante el viaje el fraile hablaba por siete, siendo tan extremado aquel día el desorden caótico de su cabeza que no hablara mejor ni con más gracia el mismo descubridor de los cerros de Úbeda, o el fabricante de los pies de banco
  •  ¿Y qué?, ¿perderemos esta ocasión de trasladarnos otra vez a la Villa y Corte sin pagar costas de viaje? No mil veces; que estas ocasiones no se presentan todos los días. Callandito nos deslizamos dentro de la carta, y henos aquí en poder del ordinario de Toledo que puntualmente la llevará a su destino, y con ella a nosotros. Haciéndonos cómplices de sus proyectos narrativos
  •  Puede suponerse lo que sería una pendencia clerical y política entre dos aragoneses de sotana. Una mezcla explosiva.
 No podía faltarme un par de excelentes descripciones: “Era un joven de aspecto más bien ordinario que fino, de rostro tan salpicado de viruelas, que parecía criba, de complexión sanguínea y algo gigántea; de ajustada chaqueta vestido, con el pelo corto y la frente más corta acaso” y “La segunda llamaba la atención por su arremangada nariz, su boca fruncida, su entrecejo displicente, ...

 

Crítica a los gustos de la época:

  • El despotismo ilustrado y sus jardineros aspiran a más; aspiran a que la Naturaleza no parezca Naturaleza sino un reino fiel sometido a la voluntad de su dueño y señor
  • Los parisienses que en esto de hacer modas se pintan solos y cuando no pueden inventar formas y colores nuevos les dan nombres extraños, habían lanzado al mundo el color jirafa, el pasa de corinto, el no menos gracioso La Vallière, el azul Cristina; pero los que verdaderamente merecen un puesto en la historia son el color ayes de Polonia y el humo de Marengo
  • La elegancia de estos trajes se pierde en la oscuridad de los tiempos, y a nuestro siglo sólo ha llegado una especie de alcachofa de burdos refajos, dentro de la cual el cuerpo femenino no parece tal cuerpo, sino una peonza que da vueltas sobre los pies

Galdós nos invita a que asistamos, como espectadores de fila 1, a una de las bofetadas más famosas de la historia: el día 22 de septiembre de 1832, la infanta Luisa Carlota, hermana de la reina, abofeteó al ministro Calomarde por su intento de engañar al rey Fernado VII para la derogación de la ley Sálica, aprobado por este en 1830. Calomarde volvió a repetir la famosa frase: manos blancas no ofenden. 
 
Infanta Luisa Carlota

Maniobras tendentes a lograr el reinado del Infante Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, que no queda muy bien parado por la pluma de
Galdós, Era un genio negativo, o hablando familiarmente, no valía para maldita de Dios la cosa” y “Luego se encerró en su oratorio donde rezó gran parte de la noche, pidiendo a Dios, su superior jerárquico, y a la Limpia y Pura, su generala en jefe, que salvaran la vida de su amado hermano Fernando. Tal era, ni más ni menos, aquel D. Carlos que en España ha llenado el siglo con su nombre lúgubre, monstruo de candor y de fanatismo, de honradez y de ineptitud. Maniobras que llevarían a las Guerras carlistas, que se desarrollarán en la tercera serie.

Infante Carlos María Isidro

 Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
es el cocodrilo que besa
cuya suavidad, semejante a la de un puerco-espín
está más embobado que novio en vísperas
parecía una limosna de cabellos enviada por el Cielo sobre su cráneo

Palabras recuperadas:

pena negra
boccato di cardinale
palique
era algo teniente
despedirse a la francesa
una cosa es predicar y otra dar trigo
Estar podrido de dinero
tonto de capirote
magín

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
sed de humo (vicio del fumador)
apandar (apropiarse)
Chiquilicuatro (RAE: Zascandil, mequetrefe)


Mi cachico:

Cuando Calomarde entregó a la Infanta el manuscrito, que tantos desvelos y fingimiento había costado a los apostólicos, Carlota no se tomó el trabajo de leerlo y lo rasgó con furia en multitud de pedazos. Con el mismo desprecio y enojo con que arrojó al suelo los trozos de papel, echó sobre la persona del ministro estas duras palabras, que no suelen oírse en boca de príncipes: 


-«Vea usted en lo que paran sus infamias. Usted ha engañado, usted ha sorprendido a Su Majestad abusando de su estado moribundo; usted al emplear los medios que ha empleado para esta traición, ha obrado en conformidad con su carácter de siempre, que es la bajeza, la doblez, la hipocresía».
 

Rojo como una amapola, si es permitido comparar el rubor de un ministro a la hermosura de una flor campesina, Calomarde bajó los ojos. Aquella furibunda y no vista humillación del tiranuelo compensaba sus nueve años de insolente poder. En su cobardía quiso humillarse más y balbució algunas palabras:
 

-Señora... yo...
 

-Todavía -exclamó la Semíramis borbónica en la exaltación de su ira-, todavía se atreve usted a defenderse y a insultarnos con su presencia y con sus palabras. Salga usted inmediatamente.
 

Ciega de furor, dejándose arrebatar de sus ímpetus de coraje, la Infanta dio algunos pasos hacia Su Excelencia, alzó el membrudo brazo, disparó la mano carnosa... ¡Plaf! Sobre los mofletes del ministro resonó la más soberana bofetada que se ha dado jamás.
 

Todos nos quedamos pálidos y suspensos, y digo nos, porque el narrador tuvo la suerte de presenciar este gran suceso. Calomarde se llevó la mano a la parte dolorida, y lívido, sudoroso, muerto, sólo dijo con ahogado acento:
 

-Señora, manos blancas...
 

No dijo más. La Infanta le volvió la espalda

EPISODIOS NACIONALES, Serie segunda: 8. Un voluntario realista, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 211

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a
Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo xix.

UN VOLUNTARIO REALISTA personifica en “Tilín” el solsonés, Pepet Armengol, un movimiento producido en la España fernandina, el levantamiento de los que consideraban a Fernando VII y su régimen como blandos y moderados. Tilín es otro de esos personajes que a
Galdós le gustaba seguir en su paso de niño a hombre, en una existencia trabajosa y difícil: nieto de un sacristán de monjas, recogido por ellas en su orfandad, y al fin voluntario realista en la agitada Cataluña de aquellos días.

Esta novela, la octava de la segunda serie
de los Episodios Nacionales: El reinado de Fernando VII,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1878. 

Comienza así:

La ciudad de Solsona, que ya no es obispado, ni plaza fuerte ni cosa que tal valga y hasta se ha olvidado de su escudo, consistente en cruz de oro, castillo y cardo de los mismos esmaltes sobre campo de gules, gozaba allá por los turbulentos principios de nuestro siglo la preeminencia de ser una de las más feas y tristes poblaciones de la cristiandad, a pesar de sus formidables muros, de sus nueve esbeltos torreones, de su castillo romano, indicador de gloriosísimo abolengo, y a pesar también de su catedral a que daban lustre cuatro dignidades, dos canonjías, doce raciones y veinticuatro beneficios. La que Ptolomeo llamó Setelsis, se ensoberbecía con la fábrica suntuosa de cuatro conventos que eran regocijo  de las almas pías y un motivo de constante edificación para el vecindario. Este se elevaba a la babilónica cifra de 2.056 habitantes

LEIDO por.... Andrés:

Damos un salto y nos vamos a Cataluña, donde el relato, mayoritariamente, se centra en la  guerra o revuelta de los Agraviados o Malcontents, que se desarrolló entre marzo y septiembre de 1827.


Galdós  no duda, como tantas veces, en darnos su opinión sobre los hechos históricos:
Desde que los cocheros de palacio, los marmitones, los lacayos y algunos soldados vendidos a los cortesanos inauguraron el 19 de marzo de 1808 en Aranjuez la serie de bajas rapsodias revolucionarias que componen nuestra epopeya motinesca, el más repugnante movimiento ha sido la sublevación apostólica de 1827
El Rey les prometió el perdón para que se sometieran, y después de sometidos les fusiló para que no hablaran. Es una diplomacia como otra cualquiera
Al Rey acompañaba Calomarde […] el déspota y su Sancho Panza

Francisco Tadeo Calomarde, por Luis de la Cruz y Ríos (copia de Vicente López).

Otra novela para disfrutar de la prosa de
Galdós, sutil en sus descripciones, “Vestía con lujo y sin remilgos, dando a entender que no la mortificaba ninguna cosa que diera realce a su belleza, tanto más cuanto que esta iba necesitando auxilio para que no se conociera demasiado su occidente. [...] era una belleza en decadencia; mas no por esto dejaba de ser magnífica, como es magnífica una puesta de sol“, y críticas, “Todas eran nobles, pues no podía convenir al decoro del reino de Dios que mancomunadamente con las hijas de marqueses y condes vivieran mujeres de baja estofa” en los monasterios, y con el humor que tanto agradezco, “Era uno de esos vehículos puramente españoles que parecen hechos para realizar el ideal de la incomodidad, y cuyo nombre respondería perfectamente a su cruel instituto si en vez de tartana fuera quebranta-huesos
 
General Carlos España

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

tragaluces vizco


Mi cachico:


Recogiose Sor Teodora en su apacible nido después de cerrar la puerta, no con llave ni cerrojo, porque las celdas de los conventos no tenían entonces aquellas seguridades, reputadas inútiles, sino simplemente con un picaporte que lo mismo podría abrirse por fuera que por dentro. Encendió su lámpara, tomó un libro y se puso a leer.  
 

Después de leer tranquilamente por espacio de media hora, se puso de rodillas y rezó con fervor y recogimiento. Ya se llevaba las manos a la cabeza para quitarse las tocas, primera de las operaciones precursoras del acostarse, cuando sintió ruido en la puerta. Volviose sobresaltada por no ser costumbre que ninguna monja la visitara de noche, y vio con espanto... ¡Jesús Sacramentado!... parecía un sueño increíble, pero era realidad innegable...,vio a Tilín en persona, con su cuerpo uniformado, su cara morena, sus gruesos labios, sus ojos de fuego, su frente de bronce, sus cabellos duros.   -149-   El sacristán guerrero mantúvose en la puerta con una especie de timidez feroz, como si ni aun su colosal osadía tuviese la fuerza suficiente para traspasar aquel umbral sagrado. Había atropellado la ley de Dios, abolido su propia conciencia y no obstante se detenía tembloroso ante el pudor y la hermosura, cuyo imponente prestigio llenaba de confusión al miserable.
 

Sor Teodora no pudo gritar: cayó desfallecida en una silla, cerró los ojos y sus brazos se estiraron trémulos como para apartar un objeto terrible