domingo, 2 de diciembre de 2012

EPISODIOS NACIONALES, Serie segunda: 10. Un faccioso más y algunos frailes menos, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 249

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a
Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo xix.

UN FACCIOSO MÁS Y ALGUNOS FRAILES MENOS es un juego de palabras que apunta a dos hechos de diversa magnitud y carácter: el alzamiento carlista y la matanza de frailes de 1834. Sobre tan difícil momento histórico se anuda el hilo novelesco que ha enhebrado los diez Episodios de esta Segunda Serie, con el desenlace de la peripecia novelesca que tiene como polos a Sola y Salvador Monsalud.

Esta novela, la última de la Segunda Serie
de los Episodios Nacionales: El reinado de Fernando VII,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1879. Después de esta serie Galdós prometió no continuar, pero tras el desastre del 98, decidió seguir con su obra en las siguientes series.

Comienza así:

El 16 de Octubre de aquel año (y los lectores del libro precedente saben muy bien qué año era) fue un día que la historia no puede clasificar entre los desgraciados ni tampoco entre los felices, por haber ocurrido en él, juntamente con sucesos prósperos de esos que traen regocijo y bienestar a las naciones, otros muy lamentables que de seguro habrían afligido a todo el género humano si este hubiera tenido noticia de ellos.

LEIDO por.... Andrés:

Gozando otra vez, ahora en los prolegómenos de las guerras Carlistas, de la mano de este magnífico autor:
  • La momia estuvo a punto de deshacerse en polvo al oír la nefanda palabra” [masón]
  • -¡Malaventurados los cojos -dijo el héroe para sí con tristeza-, porque ellos llegaron siempre tarde!
  • Galdós, siempre tan actual: “Parece un Decehomo
  • todo se estudiaba en latín, incluso el latín mismo
  • Las tres copas chocaron con alegre campanilleo, debido principalmente al temblor del pulso de D. Felicísimo
  • la mujer aquella parecía imagen de la Muerte esperando su presa
  • salió de la casa escoltado por las moscas
  • Nazaria murió del colera al siguiente día de la matanza. Heredó Tablas su mal; pero por aquel don de inmunidad que acompaña, según un viejo refrán, a la mala hierba, el animal venció a la epidemia asiática, o esta quizás asustose de él, dejándole libre, aunque muy bien recomendado a un cáncer que le tomó por su cuenta algunos años adelante.
 
Infante Carlos Maria Isidro
El infante D. Carlos, vuelve a escena, brillando, claro: “La luz iluminó de lleno el semblante de D. Carlos, en el cual no resplandecía ningún destello ni aun chispa leve de inteligencia. Con la venda, la palidez, el bigote afeitado (a causa del disfraz del viaje), si no era una cara estúpida estaba muy cerca de serlo

En esta segunda serie
Galdós nos deleita con unos personajes no tan simples y puros como los de la primera, resultando por ello más atractivos. El propio autor cifra el número de personajes en más de quinientos.
 
Tomás de Zumalacárregui y de Imaz (17881835)

Al final de este libro, en su despedida, nos dice. “Tantos lectores tuvo (dentro de la cifra reducida de lectores españoles), que creí oportuno emprender una segunda serie”. Aunque
Galdós se despedía con un “Basta ya […] Aquí concluyen definitivamente estos”, por los Episodios nacionales, volvería 19 años más tarde, por motivos económicos según algunos. Habrá que ver con que nos sorprende cuando  vuelva a la tercera serie con Zumalacárregui.
Eugenio de Aviraneta
 
Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
Más difícil que asar la manteca
yo les hubiera dado a todos un poco de tuétano de fusil

Palabras recuperadas:
de balde (gratis)
mequetrefe
macarrónico (RAE: Dicho del latín: Usado de forma burlesca y defectuosa)
caletre (RAE: Tino, discernimiento, capacidad)

Mi cachico:

Bramando así con insensata ira, Tablas hizo un gesto, o instantáneamente enganchó en su garra el moño negro de la giganta. La giganta rugió como una leona, levantose, hubo formidable choque de cuerpos y cruzamiento horrible de brazos tiesos. Se balancearon, se oyó un doble gemido y un estertor siniestro, señal de violentos esfuerzos. Pero la gigantona logró desasirse, blandió sus fornidos brazos, echó un temporal por su nariz, y rápida como el pensamiento, dio un salto, dos, tres. El piso temblaba como si pasara un carro. Nazaria llegó a una mesa y cogió un objeto voluminoso que encima de ella había. ¿Qué era aquello? Era una urna de madera y cristal, alta de tres cuartas. Dentro de ella había una virgen de los Dolores, y encima un toro de yeso, dos toreros, un niño Jesús, una enormísima moña. Alzó en sus manos la mujerona todo aquel catafalco religioso-taurino, y en menos tiempo del que se necesita para pensarlo, cayó todo con estrépito formidable sobre la cabeza de Tablas. La increpación o voz felina que este lanzó al recibir el golpe no es para descrita. Los vidrios rotos sobre su cráneo rasgaron su frente. Sin sentir manar la sangre corrió en busca del palo; pero antes de llegar, ya se le interpuso la Pimentosa con una silla enarbolada en ambas manos. El gigante tomó otra silla. Se detuvieron un momento mirándose cara a cara; echándose mutuamente su ardiente resuello y cruzando los rayos de sus ojos llenos de ira. De repente la giganta soltó el mueble; había tenido una idea feliz, salvadora. Dio un paso atrás, revolvió en su cesto de costura, sacó una navaja enorme, y corriendo en seguimiento del gigante, que retrocedía espantado, exclamó con bramido: 


-Te degüello...

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