domingo, 2 de diciembre de 2012

EPISODIOS NACIONALES, Serie segunda: 8. Un voluntario realista, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 211

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a
Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo xix.

UN VOLUNTARIO REALISTA personifica en “Tilín” el solsonés, Pepet Armengol, un movimiento producido en la España fernandina, el levantamiento de los que consideraban a Fernando VII y su régimen como blandos y moderados. Tilín es otro de esos personajes que a
Galdós le gustaba seguir en su paso de niño a hombre, en una existencia trabajosa y difícil: nieto de un sacristán de monjas, recogido por ellas en su orfandad, y al fin voluntario realista en la agitada Cataluña de aquellos días.

Esta novela, la octava de la segunda serie
de los Episodios Nacionales: El reinado de Fernando VII,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1878. 

Comienza así:

La ciudad de Solsona, que ya no es obispado, ni plaza fuerte ni cosa que tal valga y hasta se ha olvidado de su escudo, consistente en cruz de oro, castillo y cardo de los mismos esmaltes sobre campo de gules, gozaba allá por los turbulentos principios de nuestro siglo la preeminencia de ser una de las más feas y tristes poblaciones de la cristiandad, a pesar de sus formidables muros, de sus nueve esbeltos torreones, de su castillo romano, indicador de gloriosísimo abolengo, y a pesar también de su catedral a que daban lustre cuatro dignidades, dos canonjías, doce raciones y veinticuatro beneficios. La que Ptolomeo llamó Setelsis, se ensoberbecía con la fábrica suntuosa de cuatro conventos que eran regocijo  de las almas pías y un motivo de constante edificación para el vecindario. Este se elevaba a la babilónica cifra de 2.056 habitantes

LEIDO por.... Andrés:

Damos un salto y nos vamos a Cataluña, donde el relato, mayoritariamente, se centra en la  guerra o revuelta de los Agraviados o Malcontents, que se desarrolló entre marzo y septiembre de 1827.


Galdós  no duda, como tantas veces, en darnos su opinión sobre los hechos históricos:
Desde que los cocheros de palacio, los marmitones, los lacayos y algunos soldados vendidos a los cortesanos inauguraron el 19 de marzo de 1808 en Aranjuez la serie de bajas rapsodias revolucionarias que componen nuestra epopeya motinesca, el más repugnante movimiento ha sido la sublevación apostólica de 1827
El Rey les prometió el perdón para que se sometieran, y después de sometidos les fusiló para que no hablaran. Es una diplomacia como otra cualquiera
Al Rey acompañaba Calomarde […] el déspota y su Sancho Panza

Francisco Tadeo Calomarde, por Luis de la Cruz y Ríos (copia de Vicente López).

Otra novela para disfrutar de la prosa de
Galdós, sutil en sus descripciones, “Vestía con lujo y sin remilgos, dando a entender que no la mortificaba ninguna cosa que diera realce a su belleza, tanto más cuanto que esta iba necesitando auxilio para que no se conociera demasiado su occidente. [...] era una belleza en decadencia; mas no por esto dejaba de ser magnífica, como es magnífica una puesta de sol“, y críticas, “Todas eran nobles, pues no podía convenir al decoro del reino de Dios que mancomunadamente con las hijas de marqueses y condes vivieran mujeres de baja estofa” en los monasterios, y con el humor que tanto agradezco, “Era uno de esos vehículos puramente españoles que parecen hechos para realizar el ideal de la incomodidad, y cuyo nombre respondería perfectamente a su cruel instituto si en vez de tartana fuera quebranta-huesos
 
General Carlos España

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

tragaluces vizco


Mi cachico:


Recogiose Sor Teodora en su apacible nido después de cerrar la puerta, no con llave ni cerrojo, porque las celdas de los conventos no tenían entonces aquellas seguridades, reputadas inútiles, sino simplemente con un picaporte que lo mismo podría abrirse por fuera que por dentro. Encendió su lámpara, tomó un libro y se puso a leer.  
 

Después de leer tranquilamente por espacio de media hora, se puso de rodillas y rezó con fervor y recogimiento. Ya se llevaba las manos a la cabeza para quitarse las tocas, primera de las operaciones precursoras del acostarse, cuando sintió ruido en la puerta. Volviose sobresaltada por no ser costumbre que ninguna monja la visitara de noche, y vio con espanto... ¡Jesús Sacramentado!... parecía un sueño increíble, pero era realidad innegable...,vio a Tilín en persona, con su cuerpo uniformado, su cara morena, sus gruesos labios, sus ojos de fuego, su frente de bronce, sus cabellos duros.   -149-   El sacristán guerrero mantúvose en la puerta con una especie de timidez feroz, como si ni aun su colosal osadía tuviese la fuerza suficiente para traspasar aquel umbral sagrado. Había atropellado la ley de Dios, abolido su propia conciencia y no obstante se detenía tembloroso ante el pudor y la hermosura, cuyo imponente prestigio llenaba de confusión al miserable.
 

Sor Teodora no pudo gritar: cayó desfallecida en una silla, cerró los ojos y sus brazos se estiraron trémulos como para apartar un objeto terrible

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