jueves, 2 de mayo de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 10. La de los tristes destinos , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 279

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito
Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles —guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares— a lo largo del agitado siglo XIX.

LA DE LOS TRISTES DESTINOS, como se designó alusivamente a Isabel II, llega en este Episodio al fin de sus días como reina de España. Galdós hace revivir los acontecimientos que abocan a la Revolución poniendo vívidamente ante nuestros ojos la trama de conspiraciones que bulle en los últimos tiempos del reinado, los ambientes de los emigrados españoles en París y Londres, las idas y venidas de Prim y, finalmente, la batalla de Alcolea que obliga a la Reina a dejar España y da el triunfo a «la Gloriosa».

Esta novela, la décima y última de la cuarta serie de los
Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1907

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Comienza así:

Madrid, 1866.— Mañana de Julio seca y luminosa. Amanecer displicente, malhumorado, como el de los que madrugan sin haber dormido…

Entonces, como ahora, el sol hacía su presentación por el campo desolado de Abroñigal, y sus primeros rayos pasaban con movimiento de guadaña, rapando los árboles del Retiro, después los tejados de la Villa Coronada… de abrojos. Cinco de aquellos rayos primeros, enfilando oblicuamente los cinco huecos de la Puerta de Alcalá como espadas llameantes, iluminaron a trechos la vulgar fachada del cuartel de Ingenieros y las cabezas de un pelotón desgarrado de plebe que se movía en la calle alta de Alcalá, llamada también del Pósito. Tan pronto el vago gentío se abalanzaba con impulso de curiosidad hacia el cuartel; tan pronto reculaba hasta dar con la verja del Retiro, empujado por la policía y algunos civiles de a caballo… El buen pueblo de Madrid quería ver, poniendo en ello todo su gusto y su compasión, a los sargentos de San Gil (22 de Junio) sentenciados a muerte por el Consejo de Guerra. La primera tanda de aquellos tristes mártires sin gloria se componía de diez y seis nombres, que fueron brevemente despachados de Consejo, Sentencia y Capilla en el cuartel de Ingenieros, y en la mañana de referencia salían ya para el lugar donde habían de morir a tiros; heroica medicina contra las enfermedades del Principio de Autoridad, que por aquellos días y en otros muchos días de la historia patria padecía crónicos achaques y terribles accesos agudos… Pues los pobres salieron de dos en dos, y conforme traspasaban la puerta eran metidos en simones. Tranquilamente desfilaban estos uno tras otro, como si llevaran convidados a una fiesta. Y verdaderamente convidados eran a morir… y en lugar próximo a la Plaza de Toros, centro de todo bullicio y alegría

El título viene de una palabras que pronunció
Antonio Aparisi Guijarro (1815-1872) cuando renunció a su escaño para dejar la política le recordó a la reina las palabras de Shakespeare:
 'Adiós, mujer de York, la de los tristes destinos…', que se aplicó a Isabel II.
La novela destila el pesimismo de Galdós:
  • Las venas de nuestra Nación se están vaciando siempre; pero pronto vuelven a llenarse… Este pueblo heroico y mal comido saca su sangre de sus desgracias, del amor, del odio… y de las sopas de ajo.
  • Alfonso es un niño inteligentísimo; posee cualidades de corazón y pensamiento que bien cultivadas, bien dirigidas, nos darían un Rey digno de este pueblo; pero semejante ideal no veremos realizado, porque se le cría para idiota: en vez de ilustrarle, le embrutecen; en vez de abrirle los ojos a la ciencia, a la vida y a la naturaleza, se los cierran para que su alma tierna ahonde en las tinieblas y se apaciente en la ignorancia
  • El pobre Trono se caía sin que le prestase apoyo su robusto hermano el Altar
  • Lo que llamamos pronunciamientos, los pequeños actos revolucionarios que amenizan dramáticamente nuestra Historia, no son más que aplicaciones heroicas de las providenciales sanguijuelas, sinapismos, ventosas o sangría que exige un agudo estado morboso. Y yo añado en mi Discurso preliminar que a estas intervenciones de la Patria militar debemos la poquita civilización que disfrutamos.

 La crítica a la reina Isabel era, en algunos casos bastante encarnizada, siendo el caso más extremo la publicación Los borbones en pelota (1868), que abrcaba a personajes públicos y a Sor Patrocinio, a la que se atribuía un gran poder de influencia en la vida política de entonces. Como se  comenta wikipia “son atribuidas conjuntamente a los hermanos Bécquer: el poeta Gustavo Adolfo Bécquer y el pintor Valeriano Domínguez Bécquer. A pesar de ello, los investigadores Jesús Rubio y Joan Estruch defienden que se trata de una obra de un pintor de ideología republicana radical llamado Francisco Ortego.”
“me joroba doña Isabel y Sor Patrocinio…”

Seguimos disfruando de sus magníficas descripciones:
  • Su cuarto era humilde, la casa ruidosa, la comida ordinaria, atropellado el servicio, la patrona bigotuda, varonil, bondadosa, y de un léxico fantástico
  • Era un chico aplomado, fácil a la disciplina, bastante dúctil para seguir las direcciones que se le indicaban. Venía, pues, cortado para la vida opulenta y noble a la moderna, y con su ligero barniz universitario, su título abogacil y su correcta educación mundana, respondería cumplidamente a los fines ornamentales de su clase en el organismo patrio. Un poco de esgrima y un mucho de equitación daban la última mano a su figura social” con tono de descripción social.
  • de las ternezas y amantes coloquios que ocuparon el resto de la noche, no hay para qué hablar”, cuando quiere soslayar un tema, entonces, delicado.
  • se encontraban con un buen emoliente que aplicar a sus escrúpulos y escozores de conciencia.
Cuando nos dice GaldósEl famoso soneto de este [Manuel del Palacio], despiadado con doña Isabel, fue repetido entre risas por el sargento de Calatrava, que lo sabía de memoria”, se debe referir al clásico soneto “Belenes” contra Isabel II, que le valió cárcel y destierro a Puerto Rico, y del que solo he podido encontrar un terceto:

Mas, si queréis ejemplo mas profundo,
en Palacio hallareis una señora
que es capaz de joder con todo el mundo.

Señalar que el soneto “
Amor oculto” de Manuel del Palacio figura entre Las cien mejores poesías líricas de la lengua castellana , escogidas por Menéndez Pelayo:

Ya de mi amor la confesión sincera
Oyeron tus calladas celosías,
Y fué testigo de las ánsias mias
La luna, de los tristes compañera.

Tu nombre dice el ave placentera
A quien visito yo todos los días,
Y alegran mis soñadas alegrías
El valle, el monte, la comarca entera.

Sólo tú mi secreto no conoces,
Por más que el alma con latido ardiente
Sin yo quererlo te lo diga á voces;

Y acaso has de ignorarlo eternamente,
Como las ondas de la mar veloces
La ofrenda ignoran que les da la fuente.

Madrid, 1858.
 
La novela, y la serie, acaba con aire de escena de teatro:

"
IBERO.— (En Hendaya. Vuélvese hacia la orilla española del Bidasoa, y haciendo bocina con sus manos, grita:) Adiós, España con honra. Nos hemos muerto… Adiós; que te diviertas mucho. No te acuerdes de nosotros.
TERESA.— (Gritando.) No te acuerdes… Nosotros te olvidamos.
IBERO.— (Andando el tren.) Somos la España sin honra, y huimos, desaparecemos, pobres gotas perdidas en el torrente europeo."

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

exclamó con cierta unción: consumatomés
está dislocada por usted
Con pie de gato asustadizo pasaron sobre las ascuas

Palabras anticipadas:
guita
de padre y muy señor mío
jeringarse
contubernio
la crema aristocrática
su gozo en un pozo
turista
a la chita callando

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
 salieron a medios pelos
Heróica fue la cadetada

Mi cachico:

«No es cobardía lo que me ha separado de vosotros —dijo Ibero a su amigo—; es el espanto de ver cómo se matan unos a otros los hermanos… Disparé, vi caer muerto a un Cazador de Madrid… Tuve esa desgracia… Al segundo disparo no hice blanco; al tercero, sí… cayó, ignoro si herido o muerto, otro soldado de Madrid. No sé lo que me pasó al verlo… Rompí a llorar de pena… Creí que mataba a un hermano mío. Aumenta mi congoja el ver la ferocidad con que se matan estos y aquellos… y acaba de confundirme el verlos vestidos con el mismo traje. Un número no más los diferencia… Me ha entrado un terror muy grande sólo de pensar que puedo equivocarme de número».

—Yo también he sentido ese temor —dijo Leoncio—. Pero no hay más remedio que pelear. Seguimos la bandera de Serrano contra la de Novaliches, y si retrocedemos, nos tendrán por traidores.

—A todo seré traidor; pero no a la humanidad. Esta carnicería es estúpida… ¡La guerra civil!, ¡qué cosa más abominable!… Menos mal cuando se pelean los que quieren libertad con los que la aborrecen. Pero aquí, en uno y otro bando, todos piensan lo mismo. Métete en el pensamiento de ellos, examínalos por dentro uno por uno, y verás que no hay diferencia mayor en lo que desean… Todo es un puntillo de honor, un puntillo de disciplina y nada más…

jueves, 25 de abril de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 9. Prim , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 247

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX.

Aglutinados en torno a la figura del general PRIM, Pérez Galdós agrupa en esta entrega, entreverándolos con las andanzas de sus personajes novelescos, los últimos años del reinado de Isabel II, marcados por las constantes intrigas y conspiraciones, y hechos trágicos como la llamada «Noche de San Daniel» y la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil, fulminantemente represaliados.

Esta novela, la novena de la quinta serie de los Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1906

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Comienza así:

El primogénito de Santiago Ibero y de Gracia, la señorita menor de Castro-Amézaga, fue desde su niñez un caso inaudito de voluntad indómita y de fiera energía. Contaban que a su nodriza no tenía ningún respeto, y que la martirizaba con pellizcos, mordeduras y pataditas; decían también que le destetaron con jamón crudo y vino rancio. Pero estas son necias y vulgares hablillas que la historia recoge, sin otro fin que adornar pintorescamente el fondo de sus cuadros con las tintas chillonas de la opinión. Lo que sí resultaba probado es que en sus primeros juegos de muchacho fue Santiaguito impetuoso y de audaz acometimiento. Si sus padres le retenían en casa, lindamente se escabullía por cualquier ventana o tragaluz, corriendo a la diversión soldadesca con los chicos del pueblo. Capitán era siempre; a todos pegaba; a los más rebeldes metía pronto y duramente dentro del puño de su infantil autoridad. Ante él y la banda que le seguía, temblaban los vecinos en sus casas; temblaba la fruta en el frondoso arbolado de las huertas. La vagancia infantil se engrandecía, se virilizaba, adquiriendo el carácter y honores de bandolerismo.

Vivimos los distintos intentos frustados de Prim de sublevarse.
Galdós nos lo presentó en la novela Montes de Oca, la 8ª de la tercera serie: 
  • Era de cuerpo pequeño, de carácter francote y comunicativo, cetrino de color, escaso de bigote y barba, el habla durísima, gorda, catalana
  • el tal Prim era un bravo militar que había empezado su carrera de pesetero [no he encontrado si esta palabra tiene un significado distinto al que tiene actualmente] en la guerra de Cataluña, adelantando rápidamente por su valor sereno y su militar instinto en la dirección de tropas. Chico despejadísimo, llegaría a donde llegan pocos; y si por entonces parecía fuera de juego y no tenía mando, no era por falta de méritos, sino por significarse en política más de lo prudente, con ideas harto exaltadas
 Prim por Madrazo
La visión decimonónica de la cultura de «enchufe»: la peregrinación que emprendieron los buscadores de Iberito, abrazó innumerables compartimientos de la superficie burocrática del Estado, toda llena de aposentos claros y obscuros, de cavernas, zahúrdas y pasadizos

Una nueva descripción de
Galdós: tuerto y picado de viruelas, vestido como un pordiosero, era el contraste más rudo que puede imaginarse entre una facha y una inteligencia” y un toque de su humor, que a mi tanto me gusta: siempre mascando un puro de estanco que convierte en hisopo, rociando con su saliva a cuantos se le acercan

Lástima no tener en nuestros días nuestro correspondiente Confusio, que se pasara también “
noche y día escribiendo la Historia de España, una historia nueva que dicen ha de ser el asombro del mundo, porque en ella todas las cosas y sucesos van por la buena, quiero decir, que no es una Historia triste y desagradable, como la que estamos viendo todos los días, sino alegre y consoladora, como en rigor debiera ser siempre”. Quizá sirviera para subirnos el ánimo con sus desvaríos.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
de la piel del demonio
grande espíritu en un cuerpo mísero
un juego de ojos que daba la desazón al más austero
más alegre que unas castañuelas
estuvo en un grito
princesa del pan pringado

Palabras anticipadas:
en pitos y flautas
hablando en plata

Palabras o expresiones que me han sorprendido:

estudiantones
pian pianin
archipámpana

Mi cachico:

 
Después de las diez, salió por las Sierras del Conde una luna menguante, roja, con media cara comida… Dijérase una cara con dolor de muelas, entrapajada del lado izquierdo; pero aun así, la presencia de la diosa infundió gran regocijo a los caminantes, que con exclamaciones de alborozo saludaron la dulce claridad que les traía. Iba la luna perdiendo su encendido color conforme subía por los cielos adelante, bruñidos como bóveda de acero. Las pocas nubes que los enturbiaban antes de la aparición del astro, se retiraron barridas por la escoba de un nordestillo sutil. Dentro de sus dólmenes mataban los húsares el frío, que aún no era demasiado intenso, y los caballos no sentían bajo sus cascos la dureza de la helada. La claridad lunar, melancólica, que parecía traer a los oídos murmullos de consejas, alumbraba el país, dando su verdadera forma a la vegetación enana, chaparros, enebros y escaramujos, y a la más corpulenta de hayas y encinas, algunas de silueta extravagante. Conforme adelantaban, iba creciendo a la vista la flora selvática, que de improviso desaparecía, dejando ver las lomas calvas, en cuyas redondeces desleía la luna tintas aquí verdosas, allá violadas.

Reaparecían las masas de monte bajo y alto. Luego se vieron fogatas de carboneros… Hacia ellos iba el ciempiés ondulante de la Caballería, traqueteando con infinita cadencia de los herrados cascos sobre un suelo desigual, torcido, pedregoso… Pasó junto a los carboneros la tropa sublevada con su General a la cabeza, y aquellos infelices, que en faena tan ruda se pasaban la vida, el pecho al fuego y espaldas al frío glacial, miraban a los húsares como un ejercito fantástico. Atónitos y con la boca abierta permanecían viéndolos pasar, sin saber de dónde salían tales hombres, ni qué buscaban por aquellos riscosos vericuetos. No podía ser de otro modo; sus ideas políticas eran muy vagas, su conocimiento del mundo harto borroso. Conocían a Prim de nombre; algunos le vieron cazar en el coto de Urda… ¡Pobre gente! Para ellos no había más obstáculos tradicionales que la nieve y ventisca, la miseria y el bajo precio del carbón

viernes, 12 de abril de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 8. La vuelta al mundo en la «Numancia» , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 226

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a  Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX.

Completada desde febrero de 1865 a septiembre de 1867, LA VUELTA AL MUNDO EN LA «NUMANCIA» fue un hecho glorioso que renovó en el siglo XIX las viejas proezas de los antiguos navegantes españoles. Considerada en su momento la joya de la Armada, esta fragata blindada fue destinada de inmediato a la «Guerra del Pacífico», en la que participó destacadamente. Dañada y desprovista de carbón, acabó circunnavegando el globo desde allí. Galdós describe en este episodio la vida marinera, así como tipos y costumbres peruanos.

Esta novela, la octava de la cuarta serie de los  Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1906.

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Comienza así:

Divagando por el Mare Internum en el falucho de Ansúrez, con pacotillas comerciales de Vinaroz a Denia, de Torrevieja a Ibiza, o de Mahón a Cartagena, pasaron Donata y Confusio luengos días apacibles, sin inclemencias azarosas del viento y las aguas. En la dulce soledad marítima, aprovechando el ocio de las bonanzas, contó Diego Ansúrez a sus amigos diferentes sucesos festivos y graves de su inquieta vida, desde que abandonó a la familia y al padre para lanzarse a correr ásperas aventuras de mar y tierra; y lo que mayormente sorprendió y cautivó a los amantes fue la forma o modo peregrino con que hubo de encontrar y conocer a la hembra que tenía por esposa, o cosa tal… El singularísimo hallazgo de mujer fue dispuesto por Dios con un golpetazo furibundo que a continuación se refiere.

En esta mágnifica novela, donde recuperamos los tonos épicos de la primera serie, seguimos las aventuras de Diego Ansúrez que, a bordo de la fragata Numancia, le llevarán desde Cartagena, de donde salió el 8 de Enero del 65,  a Cadiz, ”ciudad que sobre las aguas aparecía como ringlera de diamantes montados en plata”, donde arribó el 20 de septiembre de 1867. Duró así el primer viaje de circunnavegación de un buque blindado 2 años, 7 meses y 6 días (contados desde su salida de Cádiz el 4 de febrero de 1865)

Asi vió el protagonista la nave que sería su hogar durante esos largos meses: “La estructura y proporciones del casco, que así expresaba la robustez como la ligereza; el extraño y novísimo corte de la proa, rematada en forma tajante como un terrible ariete para partir en dos a la nave enemiga; la colocación airosa de los tres palos; la altísima guinda de estos; el conjunto, en fin, de armonía, fuerza y hermosura, le dejaron asombrado y suspenso.

Penoso el viaje ya de por si, tuvieron que resolver el conflicto llamado «Guerra del Pacífico», donde destacó, sobre unas tripulaciones siempre esforzadas  y valientes

Y estando en esta faena, entró en el sollado otra bomba que al reventar hirió a mucha gente y pegó fuego a las carboneras… La enfermería, llena de víctimas, se vio asaltada del agua y del fuego… los pobres heridos gritaban con espanto entre los dos horrores: morir ahogados o morir quemados… Por momentos estuvo la fragata a dos dedos de irse a pique… Gracias a la rapidez con que los cañones pasaron de un costado a otro, se salvaron el barco y sus hombres de una muerte segura. Escorada se retiró de la acción, y apagó con el trajín de bombas su propio fuego.

 sus capitales de navío:

De la Almansa se tenían noticias ciertas. En su batería reventó una granada, matando trece hombres. El Guardia marina Rull quedó hecho pedazos, y al instante le sustituyó otro Guardia marina, Hediger, que antes sirvió en la Villa de Madrid y en laNumancia. Al estrago de la explosión siguió el incendio de la pólvora de los guarda-cartuchos; los que conducían las cajas quedaron abrasados; el fuego se extendió rápidamente hasta el antepañol de la Santa Bárbara… El fuego no se apaga sino con agua… Urgía inundar el sollado, abriendo los grifos… Prodújose entonces una terrible situación dramática. ¿Qué era preferible? ¿El peligro evidente de volar, o el desaire de suspender la lucha? Esta duda fatídica inspiró al animoso Barcáiztegui una frase que había de ser célebre:Hoy no mojo la pólvora… Así fue: retirose la fragata; fue extinguido el incendio sin mojar la pólvora, y antes de media hora ya estaba otra vez frente a las baterías del Norte vomitando contra ellas todo su coraje.

Y sobre todo el almirante de la escuadra española, Casto Méndez Núñez, al que se le atribuye, con distintas formulaciones, la famosa frase: «Más vale honra sin barcos que barcos sin honra» 

El Enviado español tomó el camino más corto, que era el de Panamá, y en el Callao apareció el 1.º de Mayo, cuando ya la Escuadra española estaba haciendo puntería, como si dijéramos, contra las defensas de la plaza. Y véase aquí cómo procede un caudillo valiente que tiene en su mano la bandera de su país y el honor de las armas. Méndez Núñez leyó el papel, y devolviéndolo al mensajero le dijo: «Mañana 2 bombardeo al Callao. Usted no ha llegado todavía; llegará pasado mañana, y en cuanto me comunique la orden del Gobierno, me apresuraré a obedecerla». Así se hizo. ¡Honor a los hombres que, en circunstancias tan solemnes y críticas, saben desobedecer obedeciendo!

En el viaje de regreso, después de sufrir los estragos del escorbuto, por su deficiente comida, encontraron compensación cuando arribaron a la isla de Otaiti, no solo por la comida sabrosa y rica en vitaminas, sino por “
la sencillez y gracia de las mujeres vestidas de un simple camisón, y tan amablemente abiertas de voluntad a los obsequios del hombre

Aparecen por primera vez en los Episodios nacionales algunas voces, hoy muy habituales, pero nuevas entonces:
oyó hablar de Socialismo y Comunismo, voces para él de un sentido enigmático que a brujería o arte diabólica le sonaban


 A los portadores recompensó Ansúrez con buenas monedas de plata, que por más señas eran pesetas columnarias” Peseta columnaria: La labrada en América que tiene el escudo de las armas reales entre columnas, y valía cinco reales de vellón


No está de más recordar algunas de las magníficas descripciones de
Galdós
Mara, descontado el barniz leve de cultura que le dieran las monjas (nociones farragosas del arte gramatical y de la ciencia de la cantidad, un poquito de francés mascullado y un imperfectísimo tecleo de piano), salía del convento tan rasa y monda de saber como había entrado, con bastantes malicias y astucias de más, y su cándida ingenuidad de menos.
Su talle sutil, su gracioso andar, sus decires prontos, que tenían por manantial la boca más fresca y bonita que podría imaginarse, su rostro trigueño a lo Virgen de Murillo
compareció en el patinillo una mujer alta, fornida, de solidez estatuaria, ojos negros, gruesa y bien formada boca, pecho sobresaliente.
La Numancia, personalizada en la mente del Oficial de mar, era el conjunto de todas las maravillas de la ciencia y del arte; un ser vivo, poderoso, bisexual, a un tiempo guerrero y coquetón. La bravura y la gracia componían su naturaleza sintética.

y para finalizar, la crónicas de un desamor:
Donata y su caballero se establecen en Cartagena, luego en Murcia. Leves divergencias de carácter y de gustos se manifiestan en ellos; a las discordias menudas suceden reconciliaciones tibias; la inarmonía crece; menguan los halagos; rómpese de súbito un vivo fuego de guerrillas; al desamor sucede la antipatía… y por fin, Donata corre a satisfacer sus ambiciones del alma en la servidumbre y compañía de un opulento canónigo, aristocrático y elegante.

Como hemos apuntado otras veces, la vida no ha cambiado en muchos aspectos, pero este si que me ha resultado sorprendente: ”La inspección de obras, que suele ser el mejor esparcimiento de viejos aburridos

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
hablaba no sólo por la boca, sino por los codos
zorrocloco
las naciones, cuanto más viejas, más aferradas viven a la rutina caballeresca del honor.
las guerras y revoluciones no son ni han sido nunca más que movimientos instintivos de los pueblos para ir en busca de nuevo surtido de mujeres, o para cambiar las conocidas por otras de ignorados encantos.
El hervor del patriotismo peruano pasaría pronto, que en aquella tierra, como en España, no había constancia en el odio, lo que es signo de buen natural.
A esta [la fragata Valenzuela Castillo] podía llamársela el buque milagro, pues de milagro se sostenía sobre las aguas y milagrosamente llegó a Caldera

Palabras recuperadas o, más propiamente, anticipadas:
de marca mayor
pulpería
trincar (beber)

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
ponían [...] cual no digan dueñas
imaginación poemática
a Dios le digo que si no me arregla el venir acá, y el encontrarla buena y sana, y el hacer mis paces con ella y con su familia, me volveré ateo… Ateo seré, como hay Dios;

Mi cachico:

Sereno casi siempre, risueño cuando veía el torbellino de humo y de polvo que levantaban los parapetos de la batería llamada de Abtao al recibir los proyectiles de la Resolución, iracundo al sentir que su barco tocaba en el fondo, don Casto no perdía un instante la majestad que sus graves funciones le imponían en medio de sus subordinados y frente al enemigo. Al gritar ¡Cía!, su voz dominaba la voz de los cañones… La fragata salió al fin del mal paso, removiendo con su hélice el fango de la bahía, y continuó la función sin que la maniobra marinera interrumpiese el fuego. Méndez Núñez hablaba con las dos fragatas de su división, como si ellas pudieran entenderle. Era un acto instintivo, de que él mismo no se daba cuenta en momentos tan críticos… y no les hablaba por el nombre de ellas, sino por el de sus Comandantes. «¿Qué haces, Topete? No te acerques tanto… Valcárcel, firme contra esa batería de Abtao, que con Santa Rosa me entenderé yo… Y los tres a una tiremos contra la torre blindada…». Cuando esto decía, un proyectil pasó entre el brazo derecho y el costado del General, rozándole… Los astillazos que el mismo proyectil despidió del pasamanos del puente y de la bitácora, causaron en las piernas de don Casto heridas de menos importancia que la recibida en el brazo.

Que no era nada dijo, y lo mismo creyeron los que estaban a su lado. El fuego arreciaba por una parte y otra; las baterías peruanas redoblaban su furor. Pasaron minutos. Méndez Núñez, por la pérdida de la sangre que del interior de la manga descendía enrojeciendo la mano, sufrió un desvanecimiento; le sostuvieron los más próximos a su persona… Se le bajó al Alcázar… Tomó el mando el Mayor General don Miguel Lobo, sin decir palabra, pues la ocasión no permitía el rigor de los trámites… En el Alcázar acudieron en auxilio del General los médicos Oliva y Gutiérrez, y cuatro marineros que le bajaron a la enfermería. Tendiéronle en la cama… Viendo que corría la sangre por distintas partes de su cuerpo, palpaban los médicos aquí y allí para reconocer los sitios lesionados; y cuando empezaban a desabotonarle levita y chaleco, un marinero atrevido tiró de navaja, y cortando de cuatro tajos la ropa, facilitó la operación de apartar las telas y descubrir el cuerpo herido.
 Mendez Nuñez cae herido en fragata Numancia por Muñoz Degrin

sábado, 6 de abril de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 7. Carlos IV en la Rápita, de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 227
 
El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a  Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX.

 Reflejado a través del personaje de Juan Santiuste, el episodio titulado CARLOS VI EN LA RÁPITA narra cómo Carlos Luis, conde de Montemolín, primo de Isabel II, desembarca en la costa catalana en una intentona calificada tanto de insensata como de romántica por lograr el trono de España.

Esta novela, la séptima de la cuarta serie de los  Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1904.

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Comienza así:
 
Tetuán, mes de Adar, año 5620.

¡Vive Dios, que no sé ya cómo me llamo! Yahia dicen los del Mellah al verme; Alarcón me saluda con apodos burlescos, Profetángano, Don Bíblico; para algunos moros maleantes soy Djinn, que quiere decir diablillo, geniecillo; y mi venerable amigo el castrense don Toro Godo me ha puesto el remoquete de Confusio (con ese). Cuando me recojo en mí, y examino y desdoblo mi personalidad, ahora tan envuelta sobre sí propia, vengo a reconocer que soy aquel Juan que vino de España con el Ejército de O'Donnell, trayendo consigo poco más de lo puesto, un humilde y no manchado apellido, que creo era Santiuste, y una condición que tengo por sencilla y mansa, la cual, dividida en cuartos, me da tres partes de galán enamoradizo y un cuartillo de poeta. Tal soy, tal fui. Quiero reconstruir mi ser sintético, y fundar en él la nueva conciencia que necesito al cabo de tantos trastornos, en ésta mi africana vida tan atropellada y exuberante.

El protagonista, viejo conocido nuestro, pasa a apodarse, jocosamente, como Confusio, y en su peregrinar, como buen mujeriego que es, nos deleita con jugosas descripciones de mujeres:
  • de buena talla, pero ya deslucidita de pintura y barniz 
  • con admirable distribución de carnes en sus contornos y bultos, resultando de tales armonías una combinación feliz de la agilidad y el buen desarrollo
  • Con aditamentos idiomáticos, mejor: El catalán hablado por mujer es una de las más bellas músicas de la boca humana.

El protagonista, también de manera inopinada, vuelve a encontrar a otro hermano de Lucila, este marino y que más tarde, en la próxima novela, llevará todo el protagonismo.

Tenemos alguna ración más se la visión negra que de España que tenía
Pérez Galdós:
  • «Ya ves, ya has visto —dije a Donata— de qué te han valido tus rezos, y cuán indiferente es la Divinidad a nuestras miserias y dolores. El General muerto tenía mujer, tenía hijos, que habrán rezado tanto como tú, y con más afligido corazón… ¡Valiente caso les han hecho! Y es que la proyección de la Divinidad sobre nosotros en forma de culto, es tan falsa como la otra proyección de la Divinidad en forma de justicia. Todo es mentiroso, todo compuesto para el servicio exclusivo de un grupo de poderosos, que se han alzado con el mundo moral y con el mundo físico… ¡Ay, Donata, repugnancia y miedo me da esta oligarquía, formada con la triple casta de soldados, legistas y curas!… ¡Y dicen que así ha de ser; que no existe mejor sistema; que en la majestad de Dios se apoya este armadijo!… ¡Paciencia! Cantemos las glorias de los que nos esclavizan y atormentan».
  • ¿Verdad que me parezco a los políticos proyectómanos de mi patria, que amenizan los ocios de la oficina engrosando ilusiones, fabricando porvenires, o construyendo emporios con materiales de cifras mentirosas, y amañadas premisas de aptitudes falsas o de fertilidades de fantasía…?
  • Por don Isidro Losa me puse en relación con la Madre Patrocinio, y ésta me lo arregló a mi gusto.

Palabras anticipadas:
gaznápiros

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
cojilondrios


General Jaime Ortega y Olleta
Mi cachico:

Sentí aflicción hondísima, terror, vértigo, cual si me viera al borde de un abismo negro y sin fondo. Quise huir, mas ya no era posible: la multitud me enclavijaba en su cuerpo macizo. En mi retina se estampó la imagen del reo, calificado de traidor. Lo sería; mas a mí se apareció revestido de todo el esplendor de la dignidad… Cuando vi que se apartaban de él los curas; que le dejaban solo, cruzado de brazos, sin vendar los ojos, y que él miraba impávido los fusiles que pronto apuntarían a su pecho, cerré los ojos… No quería yo ver tal ultraje a la Naturaleza. Mi temblor y el temblor de todos anunciaban un cataclismo del mundo moral… Repentino acceso de curiosidad me hizo abrir los ojos. Fue en el mismo instante del tremendo disparar de los fusiles. El cuerpo de Ortega saltó en rápida voltereta. Vi las suelas de sus botas, como si patearan el espacio…
El murmullo de la multitud acarició el cadáver como una onda con gemidos de responso. ¡Oh iniquidad, baldón de la Naturaleza, bofetada y palos en la propia persona de la Divinidad! ¡A las tres de la tarde, en un espléndido día de Abril, cuando el sol alegra los campos, y la tierra fecunda echa de sí para regalo del hombre toda la magnificencia de flores y frutos, la ley nos ofrece su auto siniestro de la Fe jurídica y militar, remedo de los sacrificios idolátricos! ¡Y se llama ley lo que es contrario al sentimiento y a la razón; ley, la violación salvaje del principio cristiano! ¿En qué te diferencias, ley matadora, de los criminales que matan? En que revistes tu crimen de etiquetas y trámites, y en que has sabido cohonestarlo con fórmulas hipócritas de moral falsa y de religión contrahecha. Tan execrable eres tú, perversa ley, como tus auxiliares, los hombres trajeados de negro, cuya misión en el patíbulo es comprometer a Dios a que sancione la barbarie llamada pena de muerte… A mi delirio de furiosa protesta puso fin un triste accidente que a mi lado ocurrió. 

sábado, 30 de marzo de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 6. Aita Tettauen , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 249

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX.


Animada por una pequeña trama novelesca, AITA TETTAUEN es una completa y verdadera crónica de la «Guerra de África», emprendida por O‘Donnell en 1859 para castigar las frecuentes incursiones marroquíes contra Ceuta y Melilla. La abigarrada ciudad de Tetuán y los moros, judíos y renegados que, dentro de ella, viven su sitio y asalto, se cuentan entre los grandes protagonistas de este movido episodio.

Esta novela, la sexta  de la quinta serie de los Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1904.

La tienes en:

Comienza así:

Antes de que el mundo dejara de ser joven y antes de que la Historia fuese mayor de edad, se pudo advertir y comprobar la decadencia y ruina de todas las cosas humanas, y su derivación lenta desde lo sublime a lo pequeño, desde lo bello a lo vulgar, cayendo las grandezas de hoy para que en su lugar grandezas nuevas se levanten, y desvaneciéndose los ideales más puros en la viciada atmósfera de la realidad. Decaen los imperios, se desmedran las razas, los fuertes se debilitan y la hermosura perece entre arrugas y canas… Mas no suspende la vida su eterna función, y con los caminos que descienden hacia la vejez, se cruzan los caminos de la juventud que van hacia arriba. Siempre hay imperios potentes, razas vigorosas, ideales y bellezas de virginal frescura; que junto al sumidero de la muerte están los manantiales del nacer continuo y fecundo… En fin, echando por delante estas retóricas, os dice el historiador que la hermosura de la sin par Lucila, hija de Ansúrez, se deslucía y marchitaba, no bien cumplidos los treinta años de su existencia


Seguimos las aventuras y peregrinaje de un nuevo protagonista, apararecido en la novela anterior,  Santiuste, pacifista y enamoradizo, capaz de sobrevivir en cualquier entorno debido a su capacidad de adaptación.

Visitamos la Primera guerra de Africa, inventada por O'Donnell como solución a problemas internos, “Si no inventa O'Donnell la guerra de África, sabe Dios lo que habría pasado.  Fue la guerra un colosal sahumerio…”, primero con nuestro protagonista en la zona ocupada por el ejército de O'Donnell y luego en el interior de la zona marroquí, en Tetuan, “Tettauen, dulce nombre de ciudad, que significa Ojos de Manantiales”. Volvemos a encontrarnos con un personaje apenas vislumbrado en Narváez, cuando conocimos a la familia Ansúrez: el hermano de nuestra vieja amiga Lucila.

Aparece como personaje Pedro Antonio de Alarcón,  que actuó como precursor de lo que hoy llamamos corresponsal de guerra y que escribió  Diario de un testigo de la guerra de África (1860)

Prim empuñó el mástil de la bandera; al viento dio la tela, y con la tela unas palabras roncas, ásperas, como si las soltara con un desgarrón de su laringe…
La batalla de Tetuan, de Francisco Sans y Cabot


 
 ¡qué sería de los cristianos si no tuvieran de General a ese O'Donnell, hombre sereno que en los puntos y momentos de la confusión da sus órdenes con la calma del que sabe el cómo y el por qué de mover una pieza! Todo lo tiene previsto; nada se le escapa… 
La Batalla de Tetuán, de Dionisio Fierros Alvarez


La Batalla de Tetuán, de Mariano Fortuny
Vierte Galdós, por boca de su protagonista una idea muy avanzada para la época:  “Quería decir esto que Dios bendice toda unión de mujer y hombre conforme a su Ley, sin exceptuar los enlaces o casamientos de sacerdotes“ y sobre el pacifismo, “«¿Cree usted en esa confusión del Marte pagano con nuestro Cristo Redentor, que jamás cogió una espada? ¿Qué piensa usted de la Virgen, como dispensadora del triunfo en las guerras, al modo de aquellas diosas que tomaban partido por los griegos o por los troyanos? ¿Al Apóstol Santiago le tiene usted por verdadero general de españoles y matador de moros? ¿Dónde está el texto de Cristo en que dijera a sus discípulos: 'montad a caballo y cortadme cabezas de los hijos de Agar?'»” y también por boca del narrador,  :  “Las dos patrias, las dos religiones, semejantes, en aquel empeño de honor, a las antiguas divinidades iracundas que no se aplacaban sino con holocaustos de sangre, ya podían estar satisfechas.“ y “Lo importante era que habíamos triunfado; que el campo quedó sembrado de cadáveres de enemigos, cosa muy bonita, que siempre relatan con hinchada satisfacción los narradores de batallas, diciendo a menudo con injuriosa y sacrílega frase que mordieron el polvo.


La batalla de Wad-Rass, de Mariano Fortuny

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
 retirado el cabo de vela ya moribundo, erigió un cabo más grande, que casi era sargento

Palabras recuperadas o, mejor dicho, anticipadas:
patio de Tócame Roque
machacante
gramática parda

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
acribillados por las bayonetas

Mi cachico:


Fuese porque aquel día estuviera don Vicente amagado de un nuevo ataque de su mal, fuese porque la noticia de la partida del trovador colmara su exaltación, ello es que el hombre rompió en llanto. Su trabada lengua decía: «Tú vas, Juan, y yo no… Yo inútil, yo… trasto viejo… tú gloria, yo estropajo… Abrázame… te quiero… ¡Viva España…! Hijos míos… Lucila, venid… ¡Que me traigan a Donnell… que me traigan a Prim!». Dichos estos y otros desatinos, salió disparado por el pasillo, los brazos en alto, el andar tan inseguro que daba encontronazos en los tabiques, rebotando de uno en otro. Seguíanle todos asustados de aquel delirio. Al volver a la sala, su rostro amoratado indicaba fuerte congestión; su voz, ya ronca y casi ininteligible, repetía: «¡Prim… ejército… march…!». Para mayor duelo, los chicos menores, que aquel día tuvieron la humorada de disfrazarse de moros, se habían ennegrecido la cara con tizne de la cocina, y haciendo pucheros marchaban detrás de su padre, dando al cuadro, con la mayor inocencia, un tono de trágica burla. Halconero, girando sobre la pierna derecha que de improviso se le quedó como si fuera de palo, cayó al suelo sin que Lucila ni los demás pudieran contener la caída. Pesaba mucho: la palabra escapaba mugiendo de su boca torcida, como escapan los habitantes de una casa que se desploma. Con gran dificultad, entre Lucila, don Bruno y Santiuste, levantaron en vilo el pesado cuerpo, y lo tendieron en la cama.

El médico, llamado a toda prisa, no recetó más que la Extremaunción.”

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 5. O'Donnell , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas:245

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós(1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado sigloXIX.

Como ocurriera antes y después con Espartero y Prim, O’DONNELL constituyó en sí toda una época en la era isabelina, problemática y pintoresca. A la precaria y difícil situación política sirven de contrapunto en este episodio los vaivenes de Teresa Villaescusa, frívola muchacha perteneciente a la clase media madrileña cuyos vicios y virtudes reflejan los del país.

Esta novela, la quinta de la cuarta serie de los Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1904

La tienes en:
Comienza así:

El nombre de O'Donnell al frente de este libro significa el coto de tiempo que corresponde a los hechos y personas aquí representados. Solemos designar las cosas históricas, o con el mote de su propia síntesis psicológica, o con la divisa de su abolengo, esto es, el nombre de quien trajo el estado social y político que a tales personas y cosas dio fisonomía y color. Fue O'Donnell una época, como lo fueron antes y después Espartero y Prim, y como estos, sus ideas crearon diversos hechos públicos, y sus actos engendraron infinidad de manifestaciones particulares, que amasadas y conglomeradas adquieren en la sucesión de los días carácter de unidad histórica. O'Donnell es uno de estos que acotan muchedumbres, poniendo su marca de hierro a grandes manadas de hombres… y no entendáis por esto las masas populares, que rebaños hay de gente de levita, con fabuloso número de cabezas, obedientes al rabadán que los conduce a los prados de abundante hierba.

Seguimos disfrutando de Galdós, con su visión actual de España:
  • Todos en aquella especie o familia zoológica eran lo mismo: los militares muy valientes, los paisanos muy retóricos, aquellos echando el corazón por delante en los casos de guerra, estos enjaretando discursos con perífrasis galanas o bravatas ampulosas, y cuando era llegada la ocasión de hacer algo de provecho, todos resultaban fallidos, y procedían como mujeres más o menos públicas.
  • traernos a O'Donnell, con su caterva de señoretes tan bien apañados de ropa como desnudos del cacumen
su humor:
lanzaba conceptos de una oquedad retumbante, como los ecos del trueno,
  • cubría su cabeza, bien peinada, con enorme canoa de fieltro
  • La moda exhibía la mitad de una señora colocada sobre la mitad de un globo
y sus descripciones: 
  • espléndida y maciza hermosura bien conservada en sus cuarenta años, tarda en el hablar y muy limitada en sus ideas, era Salomé Ulibarri de Galán
  • miró Teresa el rostro, y espantada de la suciedad espesa que lo cubría, no pudo distinguir las líneas hermosas, ni la noble expresión que debajo de la inmunda costra se escondía.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
A buenas horas, mangas verdes (me trae recuerdos infantiles)
Señorita del pan pringado
cojondrios

Palabras recuperadas o, más bien, anticipadas:
contubernio
irse de bureo

Palabras o expresiones que me han sorprendido:
por fas o por netas
no lo soy ni por pienso

Mi cachico:

Internose el mártir por el pasillo, tocando la pared más próxima con una de sus manos, y encontró a un ordenanza que al paso le saludó; luego a un Oficial… después a un perrito que le cedió el paso. Sentía un calor tan sofocante en todo su cuerpo, como si llamas corrieran por sus venas. La fiebre intensa le dificultaba la respiración, le turbaba el entendimiento, quería también imposibilitarle el paso; pero él, con extremada erección de la voluntad, se sostuvo. Ya no sólo era mártir, sino héroe. En su turbación mental, no pensaba más que esto: «Todo menos caerme… caer nunca…». Encontrose en una estancia sombría y anchurosa, en la cual no vio más que libros, rimeros de tomos verdes, todos iguales, como colección de Gacetas o cosa tal, y en la pared retratos viejos de generales con peto rojo cruzado de bandas, el rostro afeitado, la cabeza cana. No había luz de lámparas ni de bujías, ni otra claridad que la del moribundo rayo crepuscular que por dos grandes balcones penetraba. Hacia uno de ellos se encaminó el Coronel, que ya veía los objetos desfigurados por su trastornada mente, y sólo pensaba que sus acerbos dolores se adherían más a él con feroces dientes para devorarle y consumirle. Vio al través de los cristales árboles raquíticos; no vio que, al pie de ellos, unos cuantos caballos de jefes y oficiales generales comían tranquilamente su pienso, colgado el saco de sus propias cabezas. Entre ellos andaban ordenanzas y carreteros, que reían y parloteaban frívolamente. Caballos y hombres tomaron a los ojos del desdichado enfermo figura y voz distintas de las reales. Sus extraviados sentidos hiciéronle ver a su esposa y a su hija, que de un bosquete salían, más que risueñas, riendo a carcajadas, y hacia él se encaminaban con paso que parecía de danza más que andar decoroso de personas formales. Lo que las quiméricas imágenes de las dos hembras le dijeron o quisieron decirle, no lo oyó don Andrés… lo adivinaba quizás por el mover de labios y el gesto expresivo. Ello es que arrimó su rostro a los cristales, desgranando sobre ellos sílabas balbucientes que, interpretadas por derecho, podrían decir: «¡Mujeres de Madrid! aquí estoy. Vosotras reís… yo también, porque me voy y os dejo el dolor, mi dolor… Aquí os lo dejo… Venid por él… Ya veis que yo también me río… ¡Qué gusto quitarme este perro… dejároslo!… Pobrecitas, reíd, reíd». No podía matar a su enemigo, el terrible monstruo que le devoraba; pero sí desprenderse de él, obligándole a que abriera la feroz boca y soltara su presa. El instrumento de abrir bocas de monstruos era la pistola que el Coronel llevaba al cinto, y que cogió con mano firme. Aplicado el cañón a la sien, salió el tiro, y el mártir dejó de serlo.