jueves, 25 de abril de 2013

EPISODIOS NACIONALES, Serie cuarta: 9. Prim , de Benito Pérez Galdós

Edición: Libro electrónico
Páginas: 247

El gran friso narrativo de los Episodios Nacionales sirvió de vehículo a Benito Pérez Galdós (1843-1920) para recrear en él, novelescamente engarzada, la totalidad de la compleja vida de los españoles –guerras, política, vida cotidiana, reacciones populares– a lo largo del agitado siglo XIX.

Aglutinados en torno a la figura del general PRIM, Pérez Galdós agrupa en esta entrega, entreverándolos con las andanzas de sus personajes novelescos, los últimos años del reinado de Isabel II, marcados por las constantes intrigas y conspiraciones, y hechos trágicos como la llamada «Noche de San Daniel» y la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil, fulminantemente represaliados.

Esta novela, la novena de la quinta serie de los Episodios Nacionales: El reinado de Isabel II El reinado de Isabel II,  la publicó Benito Pérez Galdós en 1906

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Comienza así:

El primogénito de Santiago Ibero y de Gracia, la señorita menor de Castro-Amézaga, fue desde su niñez un caso inaudito de voluntad indómita y de fiera energía. Contaban que a su nodriza no tenía ningún respeto, y que la martirizaba con pellizcos, mordeduras y pataditas; decían también que le destetaron con jamón crudo y vino rancio. Pero estas son necias y vulgares hablillas que la historia recoge, sin otro fin que adornar pintorescamente el fondo de sus cuadros con las tintas chillonas de la opinión. Lo que sí resultaba probado es que en sus primeros juegos de muchacho fue Santiaguito impetuoso y de audaz acometimiento. Si sus padres le retenían en casa, lindamente se escabullía por cualquier ventana o tragaluz, corriendo a la diversión soldadesca con los chicos del pueblo. Capitán era siempre; a todos pegaba; a los más rebeldes metía pronto y duramente dentro del puño de su infantil autoridad. Ante él y la banda que le seguía, temblaban los vecinos en sus casas; temblaba la fruta en el frondoso arbolado de las huertas. La vagancia infantil se engrandecía, se virilizaba, adquiriendo el carácter y honores de bandolerismo.

Vivimos los distintos intentos frustados de Prim de sublevarse.
Galdós nos lo presentó en la novela Montes de Oca, la 8ª de la tercera serie: 
  • Era de cuerpo pequeño, de carácter francote y comunicativo, cetrino de color, escaso de bigote y barba, el habla durísima, gorda, catalana
  • el tal Prim era un bravo militar que había empezado su carrera de pesetero [no he encontrado si esta palabra tiene un significado distinto al que tiene actualmente] en la guerra de Cataluña, adelantando rápidamente por su valor sereno y su militar instinto en la dirección de tropas. Chico despejadísimo, llegaría a donde llegan pocos; y si por entonces parecía fuera de juego y no tenía mando, no era por falta de méritos, sino por significarse en política más de lo prudente, con ideas harto exaltadas
 Prim por Madrazo
La visión decimonónica de la cultura de «enchufe»: la peregrinación que emprendieron los buscadores de Iberito, abrazó innumerables compartimientos de la superficie burocrática del Estado, toda llena de aposentos claros y obscuros, de cavernas, zahúrdas y pasadizos

Una nueva descripción de
Galdós: tuerto y picado de viruelas, vestido como un pordiosero, era el contraste más rudo que puede imaginarse entre una facha y una inteligencia” y un toque de su humor, que a mi tanto me gusta: siempre mascando un puro de estanco que convierte en hisopo, rociando con su saliva a cuantos se le acercan

Lástima no tener en nuestros días nuestro correspondiente Confusio, que se pasara también “
noche y día escribiendo la Historia de España, una historia nueva que dicen ha de ser el asombro del mundo, porque en ella todas las cosas y sucesos van por la buena, quiero decir, que no es una Historia triste y desagradable, como la que estamos viendo todos los días, sino alegre y consoladora, como en rigor debiera ser siempre”. Quizá sirviera para subirnos el ánimo con sus desvaríos.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
de la piel del demonio
grande espíritu en un cuerpo mísero
un juego de ojos que daba la desazón al más austero
más alegre que unas castañuelas
estuvo en un grito
princesa del pan pringado

Palabras anticipadas:
en pitos y flautas
hablando en plata

Palabras o expresiones que me han sorprendido:

estudiantones
pian pianin
archipámpana

Mi cachico:

 
Después de las diez, salió por las Sierras del Conde una luna menguante, roja, con media cara comida… Dijérase una cara con dolor de muelas, entrapajada del lado izquierdo; pero aun así, la presencia de la diosa infundió gran regocijo a los caminantes, que con exclamaciones de alborozo saludaron la dulce claridad que les traía. Iba la luna perdiendo su encendido color conforme subía por los cielos adelante, bruñidos como bóveda de acero. Las pocas nubes que los enturbiaban antes de la aparición del astro, se retiraron barridas por la escoba de un nordestillo sutil. Dentro de sus dólmenes mataban los húsares el frío, que aún no era demasiado intenso, y los caballos no sentían bajo sus cascos la dureza de la helada. La claridad lunar, melancólica, que parecía traer a los oídos murmullos de consejas, alumbraba el país, dando su verdadera forma a la vegetación enana, chaparros, enebros y escaramujos, y a la más corpulenta de hayas y encinas, algunas de silueta extravagante. Conforme adelantaban, iba creciendo a la vista la flora selvática, que de improviso desaparecía, dejando ver las lomas calvas, en cuyas redondeces desleía la luna tintas aquí verdosas, allá violadas.

Reaparecían las masas de monte bajo y alto. Luego se vieron fogatas de carboneros… Hacia ellos iba el ciempiés ondulante de la Caballería, traqueteando con infinita cadencia de los herrados cascos sobre un suelo desigual, torcido, pedregoso… Pasó junto a los carboneros la tropa sublevada con su General a la cabeza, y aquellos infelices, que en faena tan ruda se pasaban la vida, el pecho al fuego y espaldas al frío glacial, miraban a los húsares como un ejercito fantástico. Atónitos y con la boca abierta permanecían viéndolos pasar, sin saber de dónde salían tales hombres, ni qué buscaban por aquellos riscosos vericuetos. No podía ser de otro modo; sus ideas políticas eran muy vagas, su conocimiento del mundo harto borroso. Conocían a Prim de nombre; algunos le vieron cazar en el coto de Urda… ¡Pobre gente! Para ellos no había más obstáculos tradicionales que la nieve y ventisca, la miseria y el bajo precio del carbón

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