martes, 11 de diciembre de 2012

CONVERSACIÓN de Gonzalo Hidalgo Bayal

Primera edición: mayo 2011
Tusquet Editores
Páginas: 238

Esta novela de Gonzalo Hidalgo Bayal se publicó en el 2011.

Un joven licenciado es contratado como profesor particular de griego por un ama de casa abnegada y dócil; unos viajeros se pierden en el bosque cuando buscan la casa y las tierras que han heredado de un pariente lejano; dos compañeros de colegio mantienen a lo largo de su vida una rivalidad sin límites; el heredero de una empresa familiar se entrega a la filosofía presocrática; un hombre anónimo de rutinas imperturbables despierta la sospecha y la imaginación de quien lo espía en secreto… Así son las historias que encierra este nuevo libro de Gonzalo Hidalgo Bayal: vidas y experiencias extrañamente seductoras en la voz de sus protagonistas o en la versión de los sucesivos testigos del relato. Porque, como se dice en sus páginas, «cada persona es para la otra solamente lo que dice y lo que cuenta, cada persona es el relato oral de su autobiografía».

Ganó el premio Mario Vargas Llosa NH de relato de 2011

Comienza así:

Prometí que nunca contaría lo que voy a contar, pero vuestras palabras me han hecho evocar tan vivamente aquellos tiempos, han pasado tantos años y se trata de una historia tan desdichada, que no creo que a estas alturas tenga la menor importancia mi promesa. Aclararé que lo cuento con pesadumbre, que no se trata de una presunción y que me produce una extraña tristeza su recuerdo. Así que, si rompo la promesa y os lo cuento, es para que tengáis noticia de otras formas de dolor y de heroísmo

LEIDO por.... Andrés:

Para despejarme, después de lectura de las dos primeras series de los Episodios Nacionales de Galdós, nada mejor que leer a un autor actual como éste.

Decía en la reseña del anterior libro del autor,
El espíritu áspero: «Espero que Don Gonzalo escriba su próximo libro cuanto antes, a ser posible, sobre Murania». Bueno parece ser que no ha sido localizada en dicha ciudad esta colección de narraciones, quizá la tercera, pero da lo mismo. Volvemos a disfrutar igualmente.

Cinco historias que nos cuentan distintos narradores, como si estuviéramos sentados cómodamente alrededor de una mesa de café, del café Central de Viena, por ejemplo, con la rica prosa de este magnífico escritor. La primera con un narrador en primera persona, la segunda en primera persona del plural, la tercera, un narrador que nos cuenta lo que narró un personaje sobre una tercera persona, la cuarta....

 

 El Café Central de Viena visto por mi cámara

La primera se llama Kalé hemerá, es muy corta, casi un detalle. La segunda, Corzo, la que esta narrada en plural, nos muestra una historia rural desde dos puntos de vista antagónicos.

En la tercera historia,
Aquiles y la tortuga, la más compleja y la mejor de todas, la que más me gusta a mi, mejor dicho. Nos encontramos de nuevo con el escritor palindrómico “Saúl Olúas”, autor, según supimos en El espíritu áspero, de Amad a la dama,  La sed de sal y de Sale el as (p. 54), Anhelé a Helena (p.414) y de una poesía palíndroma, igualmente llamado por sus compañeros de clase el Capicúa; personaje que, según nos cuenta ahora el narrador anónimo, deshoja la vida del ínclito  filósofo Petrus, devenido en empresario de éxito, en un encaje de bolillos narrativo. El narrador nos cuenta lo que Saúl Olúas les contó sobre la vida de Petrús y lo que este le conto a Saúl.

La narración del narrador y la del narrado, sin mediar nada que nos anuncie el cambio, se entrelazan magistralmente, no solo sin que nos lleve a la confusión, sino haciéndonos disfrutar con este juego. 

Cuando leemos: “Me pasé varios días encerrado en el ático, archivé toda la filosofía y claudiqué”, no es el narrador de quien leemos, sino lo que dice Petrús, contado por Saúl, y que a nosotros nos cuenta el narrador. ¡Magnífico!..

Vease una muestra un poco más larga en «Mi cachico»

El título, una conocida paradoja de Zenón, ya es un anticipo de los múltiples y paradójicos niveles de la narración.



Juego de luces en el Café Central de Viena

No basta el odio para ser enemigos, dijo mirándonos serenamente desde la penumbra del local”, así comienza la cuarta historia, Monólogo del enemigo, donde nos desgrana, hasta lo más intrincado, el proceso de nacimiento del odio y la victoria del más refinado y retorcido de los dos contendientes.

Por último, en Reparación, un nuevo Henry Fonda, postrado no se sabe en este caso porqué, aunque ni siquiera él lo sabe: “
ni siquiera sé si alguna vez lo he sabido y con el tiempo lo he olvidado o si no lo he sabido nunca”, delante de una ventada, también indiscreta, mientras espía durante años los movimientos de la calle, de un “reparador” en particular, mientras juega con las distintas acepciones de la palabra reparación y va construyendo diversas teorías, sobre su extraño vecino, sobre sus visitantes y cuanto le rodea y otras no tan intrascendentes como sobre el sentido de las palabras, sobre la existencia, “hasta el estudiante más necio, más sandio y más zoquete de bachillerato lo recita como si fuera un exorcismo, un amuleto, una jaculatoria ontológica: pienso luego existo, pienso luego existo, pienso luego existo, amén. ¿Pues sabe que le digo? Descártelo […] Hay que descartarlo porque es al revés: existo luego pienso”, sobre las revoluciones y su anulación. Elucubraciones continuas sobre los eventos y episodios ocurridos en su día a día. Alargada en demasía, para mi gusto.

Buen libro, pero, según mi modesta opinión, no llega a la altura de
El espíritu áspero.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:

Las palabras sólo son son
La sentencia estaba ya dictada. Hale, ya ésta es, como dice el dicho

Los dueños de estas academias eran empresarios de la ignorancia

Palabras recuperadas:
magín
ringorrango

Palabras sorprendentes:

logomancia
parlía


Mi cachico:

Se detuvo Olúas, como dando tiempo para que construyéramos también nosotros la imagen de Petrus en la soledad del ático y en la pesadumbre de la nostalgia presocrática. Pero retomó el hilo enseguida. Alguien, tal vez el profesor emérito o el profesor de lenguas clásicas, dijo Petrus (aunque no creo que fuera el profesor de lenguas clásicas, que ya entonces conocía el alcance, la magnitud y la paradoja del destierro), alguien, en fin, le hizo ver  el contrasentido de sus principios filosóficos y su derrota empresarial. Derrota, subrayo, dijo Olúas. No hay mayor rebeldía contra el destino, respondió Petrus, que asumirlo en toda su extensión. Discutieron largamente sobre ello. El profesor emérito (ya digo que no creo que fuera el profesor de lenguas clásicas) defendía la coherencia con los principios. Petrus defendía la arrogancia y la altivez de la indiferencia. El mayor triunfo del destino, decía, es imponerse en contra de la voluntad del destinado. Por eso hay que asumirlo sin enojo, con indiferencia, para que, además del destino, no sea también victoria.

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