sábado, 11 de agosto de 2012

LA CONCIENCIA DE ZENO de Italo Svevo

Traducción: Mercedes Rodríguez Fierro
Introducción: Elisa Martínez Garrido
Edición: 2004
Editorial: Gredos
Páginas: 513

Zeno Cosini, protagonista de esta novela, es un hombre de cincuenta y siete años, un fumador empedernido que decide someterse al psicoanálisis con el objetivo de intentar descubrir la causa de su adicción al tabaco. El psicoanálisis, desacreditado ya en el preámbulo, será la excusa para viajar a través de las irónicas memorias de Zeno, que el doctor le pide que escriba, de la conciencia y el inconsciente de Zeno, un hombre triste y adúltero del que conoceremos sus deseos, sus anhelos, su obsesión por las mujeres, su temor a la muerte, el tiempo que le toca vivir, la guerra, su entrega a los negocios... 

Novela de rasgos autográficos, publicada en 1923, en la que se percibe la influencia de Joyce y de Proust, y donde Italo Svevo nos muestra la complejidad de la realidad existencial más allá de las teorías uniformadoras de Sigmund Freud.

LEIDO por.... Andrés:

Zeno escribe y relata su vida para el doctor que le está psicoanalizando y nos cuenta esta circunstancia y lo que piensa de su doctor, a veces con palabras poco  lisonjeras, y de su terapia. Este doctor, que firma como doctor S. el Prefacio, nos cuenta que publica estas memorias como venganza, confiando en que le moleste. Nos dice también que está “dispuesto a compartir con él los elevados honorarios que” obtendrá “de esta publicación, a condición de que reanude su terapia”. Y con este irónico prefacio es como empieza esta singular novela, donde la clave está en presentar la narración como la declaración de Zeno a su psicólogo, dejando traslucir, de manera magnífica, lo que estas declaraciones suponen de simulación, cinismo y mentira. Se trasluce así, entre líneas, como es realmente Zeno, y no lo que el quiere que su psicólogo perciba.

Entre las muchas virtudes que adornan a Zeno, podemos señalar:
  • fumador empedernido: La novela tiene 6 capítulos, además del prefacio y el preámbulo, y el primero de ellos se titula, precisamente, El tabaco, lo que da una idea de la relevancia de esta dependencia.
  • cínico: “No me gustaba que llamara pobre a Augusta, pero agradecía a la pobre Carla su bondad
  • egoista: “Hay una pequeña divergencia entre Augusta y yo -la única- a propósito de la manera de tratar a los niños que dan la lata; a mí me parece que el dolor del niño es menos importante que el nuestro y que merece la pena inflingírselo a él con tal de ahorrar una gran molestia al adulto. Ella en cambio piensa que nosotros, que somos los que hemos hecho a esos niños, debemos también padecer. [Que le hace ser especialmente inventivo..] Tenía tiempo de sobra para llegar a la cita y atravesé lentamente la ciudad mirando a las mujeres e inventando al tiempo un especial artefacto que impediría  cualquier divergencia entre Augusta y yo. […] Hubiera tenido además, tal máquina, un botón eléctrico que al ser accionado hubiera hecho que la niña, con su rabieta, desapareciera transportada al lugar más alejado, donde su voz,debilitada por la distancia, nos hubiera parecido hasta agradable
  • haragan: “tuve que regresar por mí mismo a esa oficina en busca de consuelo para mi gran aburrimiento
  • enfermo imaginario, deseoso de tener una enfermedad real:“-Has hablado tanto de enfermedad toda tu vida que, al final, ¡tenías que tener una!” le dice su mujer
  • mujeriego, hasta el final “con lo viejo que soy, hace bastante que las mujeres ya no me miran. Si yo dejo de mirarlas, cualquier relación entre nosotros quedará interrumpida”. “por lo general creamos a las mujeres primero a partir de nuestro deseo, mientras que ésta no precisaba de tal primera fase"
Si la novela comienza con la declaración de doctor S, como hemos visto, termina con un capítulo llamado  “Psicoanálisis”, que es una dura crítica de éste:
  • Mi tratamiento tenía que acabarse porque el origen de mi enfermedad se había revelado y no consistía más que en el mal que, en su momento, el difunto Sófocles había diagnosticado en relación con Edipo […] Era una enfermedad que me elevaba a la más alta nobleza
  • Intentaba tratar de nuevo los sueños, pero no volvimos a tener ninguno que fuera auténtico. Fastidiado por tener que esperar tanto, acabé por inventarme uno
  • Tal vez me ponía en ridículo al confesar que, a mi edad, me había dejado embaucar por una tal superchería
  • Yo, en realidad, creo que con su ayuda, a fuerza de estudiar mi ánimo, he conseguido sumirme en nuevas enfermedades”, para luego llamarle, cínicamente, “profundo observador de la vida
  • Teresina se reía y su risa me dio valor. Volví a su lado y aferré su antebrazo, haciendo que mi mano lo remontase lenta, hacía su pequeño hombro, explorando mis sensaciones. ¡Gracias a Dios, aún no estaba curado! Había dejado a tiempo la terapia.
Volvemos a toparnos con una mosca, que nuevamente me trae a la memoria a Antonio Machado y su poesía Las moscas:
Algunas notas en una hoja de papel que conservé, me recuerdan otra extraña aventura de esos días […], hay en esas líneas un intento de poesía.... a propósito de una mosca.[...], tengo que creer que, dado que yo he llegado a caer en tan extraña forma de expresión, cualquiera, de la misma manera, puede ceder a parecidas caprichosas inspiraciones

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
¡Más que un medio arruinado, parecía un apostol!
La vida es siempre mortal. No admite cura

Un libro que se lee muy bien, pero del que, desgraciadamente, he recibido menos de los que esperaba, quizá por unas expectativas demasiado altas.


Mi cachico:

Carla me había ofrecido repetidas veces cantarme una composición sobre al que deseaba oír  mi opinión, pero yo no había querido saber nada de ese canto del que no me interesaba ya ni siquiera su ingenuidad. Le dije que, dado que se negaba a seguir estudiando, no merecía la pena seguir cantando.

La que le dirigí era desde luego una ofensa muy grave y ella acusó el golpe con dolor. Sentada sunto a mí, para esconder sus lágrimas, miraba inmóvil sus manos que tenía entrelazadas en su regazo. Reiteró su reproche inicial:

-¡Que rudo serás con aquellos a quienes no quieras, si lo eres tanto conmigo!

Soy un buen tipo y esas lágrimas me enternecieron hasta el punto de que le pedí a Carla que desgarrara mis oídos con su elevada voz, en esa habitación tan pequeña. Ella ahora pretendía no tener ganas de hacerlo y me vi obligado a amenazar con irme si no me complacía. Tengo que confesar que me pareció, por un instante, haber encontrado un sistema para recuperar mi libertad al menos de manera temporal, pero, ante la amenaza, mi humilde serva se encaminó con los ojos bajos a sentarse delante del piano. Dedicó al recogimiento un breve instante y se pasó una mano delante de la cara como si quisiera despejarla de toda posible nube. Lo consiguió con una prontitud que me sorprendió y su cara, cuando esa mano se retiró, no recordaba en absoluto el dolor que antes la había afligido.

Recibí de inmediato una gran sorpresa.

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