miércoles, 18 de mayo de 2011

EL ASESINO DENTRO DE MÍ de Jim Thompson

Traducción: Galvarino Plaza
Edición, 2010
Editorial: RBA
Páginas: 227

Novela de Jim Thompson publicada en 1952

En Central City, una localidad petrolera al oeste de Texas, la vida era muy tranquila hasta que el sheriff adjunto, Lou Ford, a quien todos tenían por un hombre sin grandes luces, tranquilo y afable, empieza a experimentar recidivas de «la enfermedad» que le hizo cometer un crimen en su juventud.

Desde aquel entonces, el objetivo de Lou había sido afectar normalidad y ocupar sus noches en la compañía de Amy Stanton, una chica de buena familia, como él. Aunque en este libro Lou cuenta de buen grado su propia historia, que culmina en un orgiástico y feroz apocalipsis de sangre, y que comienza con las muertes de Joyce Lakeland, una mujer de dudosa moral, y Elmer Conway, hijo de un magnate, además del aparente suicidio del reo Johnnie Pappas, confesión tácita de su culpabilidad.

LEIDO por.... Andrés:

Ésta era una novela del genero negro que tenía pendiente desde hacía muchos años. La perseguía por temporadas, pero no era capaz de hacerme con ella. Hasta que la he encontrado. Lástima, porque me ha defraudado, esperaba más de ella.

Narrada en primera persona, un ayudante del sheriff psicópata, racista, machista, corrupto y violento, logra una crudeza extrema, sobre todo por la falta de empatía del personaje, que lleva a cabo sus atrocidades sin el menor sentimiento de culpa, racionalizando incluso su conveniencia. En este aspecto, se trata de una novela memorable, que no dejará frío a quienes se atrevan con ella.

A mi me ha defraudado un poco porque en algunos momentos la he encontrado confusa, amén de dejar algunos aspectos sin explicar convenientemente. Parece que todo el mundo conoce sus atrocidades menos la policía, que le deja continuar con sus desmanes.

Me gustó bastante más 1280 almas (1964).

Mi cachico:

Después vi como el charco se agrandaba bajo su cuerpo.

Me senté y traté de leer el periódico. Intenté fijar la vista en él. Pero había poca luz, insuficiente para leer, y ella seguía revolviéndose.

En un momento dado, sentí que algo me rozaba el zapato; miré hacia abajo, y era su mano. Tanteaba la punta de la bota. Avanzó hacia el tobillo y la pierna. No sé por qué, pero sentí miedo de apartarme. Sus dedos llegaron hasta el foral de la bota, y entonces cerró la mano. Casi no podía moverme. Me levanté e intenté rechazarla, pero sus dedos seguían asiéndome.

Tuve que arrastrarla casi un metro, para que me soltara.

Su dedos siguieron moviéndose, deslizándose, arrastrándose en todas direcciones, hasta que asieron el bolso fuertemente. Lo arrastraron bajo su falda, y ya no pude verlo, ni tampoco sus manos.

Bueno, muy bien. Causaba mejor efecto agarrada a su bolso. Pensando en el detalle, sonreí un poco. Era muy propio de ella eso de agarrarse al bolso. Había sido siempre tan tacaña y... y supongo que por la fuerza de las circunstancias.

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