martes, 22 de mayo de 2012

FRANCISCO PIZARRO, EL MARQUÉS GOBERNADOR de Jose Antonio del Busto Duthurburu


Edición: 1965
Editorial: Rialp
Páginas: 269

Biografía de Francisco de Pizarro,  de José Antonio del Busto Duthurburu,  publicada en 1966.




LEIDO por.... Andrés:

Tanto tiempo detrás de este libro y, por fin, puedo leerlo. ¡La espera ha valido la pena!. Constituye, además, un buen contraste del FRANCISCO PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL IMPERIO INCA de Bernard Lavallé. Se aprecia que Busto estuvo mirando menos a aumentar el público potencial, buscando más su credibilidad y de ahí el número de citas que leemos a lo largo del libro.

Las formas de escribir, con un rico español y un vocabulario preciso, pues emplea el nombre original de las cosas, enriquece la lectura, fácil y amena, aunque se echa de menos algún mapa para localizar mejor los hechos relatados. Para facilitar esto, incluyo algunos en esta entrada.

Hay momentos de esta historia, decisivos para entender su desenlace. Para entender el porqué de las guerras entre los españoles hay que ir a 1528, cuando Pizarro llega a Toledo con animo de conseguir el nombramientos de Gobernador para él, el obispado para Luque, el de Adelantado  para Almagro, y el de Alguacil Mayor para Ruiz, uno de los Trece de la Fama. “Los dos últimos cargos se le adjuntaron al primero por negarse la Corona a descentrar tales oficios de Gobierno en Almagro y el piloto Ruiz”.

Almagro y Hernando [Pizarro] eran dos tipos físicos distingos, pero se odiaban porque, en el fondo de su alma, tenían sentimientos que se parecían. Esta fue la causa por la que no pudieron congeniar nunca . He ahí el origen de las Guerras Civiles del Perú


Y si hay que señalar momentos decisivos, para mi, hay dos. El primero sería la acción de la Isla del Gallo, durante el segundo viaje:
Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una renga larga se limitó a decir, al tiempo que -según posteriores testimonios- trazaba con el arma una raya en la arena: «Al norte queda Panamá, que es deshonra y pobreza; al sur, una tierra por descubrir que promete honra y riqueza; el que sea buen castellano, que escoja lo mejor» […] Sólo trece compañeros pasaron la raya […] Estos fueron los Trece de la fama

¿Que le fuerza a Pizarro a quedarse aislado en una isla de Pacífico? Esta conducta solo se entiende si lo que pretendía era evitar verse con el Gobernador Pedro de los Ríos que le podía impedir seguir explorando, y también hay que tener en cuenta que de esa forma obligaba a los que regresaban a volver a ayudarle, ¡ciega confianza!, y así mantener su firme determinación de seguir hacia el sur. ¿Que hace que los 13 de la fama se queden a acompañarle? A algunos la confianza en Pizarro, no todos, a la vista de los sucesos que ocurrieron más adelante, y también por su confianza en obtener grandes beneficios con futuras conquistas.

Otro momento crucial en la conquista del Perú, ya en el tercero y último viaje, lo tenemos cuando Pizarro, acompañado por poco más de 100 hombres, decide entrar en Cajamarca, después de haber visto el campamento del Inca Atahualpa que debía de albergar a más 40.000 guerreros según algún cronista. Si uno se pone a pensar que pudo pasar por la mente de Pizarro en ese momento, resulta difícil imaginárselo. Entrar en una gran ciudad, con “una plaza tan grande que no la había igual en España”, cuando parecía que estaba abandonada, señal de nada bueno, y conocedor de las intenciones del Inca, especialmente cruel con los suyos, no deja de parecer una locura. Pero, ¿que hacía que sus hombres cumplieran sus órdenes tan ciegamente? ¿Que impulsaba a Hernando de Soto a ir, acompañado solo de 20 hombres a caballo, al campamento del inca de embajada?. Como dijo Pizarro mientras esperaban la llegada del Inca, cuyos guerreros "«traían ruin intención»": “que no olvidaran que se estaban jugando el todo por el todo y que ese todo consistía en «matarte he o matarme has»”. Cuando pienso en estas cosas no dejo de asombrarme. Por su parte Atahualpa pecó de confiado y acudió a la cita convencido de que le resultaría fácil matar a la mayoría de los españoles y capturar a algunos.

Señalar el interesante capítulo donde cuenta la historia de los hijos del sol, sus luchas y sus dioses.
El Inca, a estos gobernantes, a los que se atribuía un origen divino, se les suele asociar los títulos de señor inca y sapa inca: "divino inca" y "único inca", respectivamente.  En total, fueron doce los soberanos incaicos.
Imperio legendario; periodo sin expansión:
~1200 - ~1230: Manco Cápac
~1230 - ~1260: Sinchi Roca
~1260 - ~1290: Lloque Yupanqui
~1290 - ~1320: Mayta Cápac
~1320 - ~1350: Cápac Yupanqui
~1350 - ~1380: Inca Roca
~1380 - ~1400: Yáhuar Huácac
~1400 - 1438: Viracocha Inca
Imperio histórico; periodo de crecimiento del imperio:
1438 - 1471: Pachacútec
1471 - 1493: Túpac Yupanqui
1493 - 1525: Huayna Cápac
1525 - 1532: Huáscar
1532 - 1533: Atahualpa  (Atabálipa)

Entre las funciones del Gobernador estaba el fundar ciudades, con las que dejaba mojones del terreno conquistado. La Ciudad de los Reyes, la actual Lima, la fundó el 18 de enero de 1535. Estampó el Gobernador un garabato [era analfabeto] que acostumbraba a hacer por firma, «su señal»


Que amargura el leer las luchas intestinas entre los partidarios de Pizarro y Almagro, que llevaron a la muerte de ambos.

Del Epílogo, podemos resumir los siguientes rasgos que definían a Pizarro, según el autor:
  • En lo que todos los cronistas concuerdan es en que Pizarro fue un valiente
  • Entre la riqueza y el poder, supo sobrevalorar la gloria
  • Como político fue un mediocre
  • En todo se resignó a ocupar el segundo lugar; sólo en la guerra no se dejaba poner de lado
  • Nada le dolió tanto en su vida como sentirse amigo traicionado
  • «Era tan afable y blando de condición, que nunca dijo mala palabra a nadie» (según Garcilaso)
  • se entretenía antes de cenar acariciando a sus «mestizicos», niños con sangre de hidalgo y labradores extremeños, mezclada con la de los Reyes Incas
  • El juego, vicio al que el Marqués «lo más del día, en tiempo de paz», estaba dedicado
  • Estuvo siempre dominado por pasiones intensas y duraderas, convergentes todas en la guerra
  • Valiente a más no poder, fue milagro que llegara a viejo
  • Valoró mucho la amistad, pero sin quebrantar jerarquía
  • No arrastraba, conducía; pero lo hacía tan acertadamente que nadie podía negar que era el caudillo indiscutible

Como curiosidad, presentar a Felipe Huamán Poma de Ayala (1556 – 1644)
Fue un cronista indio del Perú durante el Virreinato del Perú. Escribió su Nueva Crónica y Buen Gobierno, uno de los libros más originales de la historiografía mundial. En esta obra, de 1.180 paginas y 397 dibujos, que presuntamente terminó de escribir en 1615, da la visión indígena del mundo andino y permite reconstruir con todo detalle aspectos de la sociedad peruana después de la conquista, a la vez que ilustra sobre la historia y genealogía de los incas con textos en el castellano del siglo XVI y en el quechua general. La obra, dedicada al rey Felipe III y enviada a España, se extravió. Hoy se conserva en la Biblioteca Real de Copenhague y se puede consultar en línea aquí



Después de leer este libro tuve la fortuna de leer Armas, gérmenes y acero de Jared Diamond, magnífico libro que añade una visión nueva a estos acontecimiento y que busca respuesta a la pregunta «¿por qué Pizarro capturó a Atahualpa y mató a tantos de sus seguidores, en vez de que las fuerzas inmensamente más numerosas de Atahualpa capturasen y dieran muerte a Pizarro? Al fin y al cabo, Pizarro sólo disponía de 62 soldados a caballo y 106 soldados de a pie, mientras que Atahualpa mandaba un ejército de unos 80.000 hombres». De imprescindible lectura.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
hermano uterino (por Francisco Martín de Alcántara)
escaramuzar
victimar
apostrofar
motejar
encastillarse
quedó más quieto y dolido que la tristeza misma
héroe atardecido

Palabras o expresiones sorprendentes:
Luego de esto
¡Esto es Jauja!
Cuartos de la noche: el de prima, el de vela, el de la modorra y el del alba

Mi cachico:

El mismo pasaje que puse en FRANCISCO PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL IMPERIO INCA de Bernard Lavallé , más condensada la acción por el francés:

Antes las voces del acalorado fraile, Francisco Pizarro terminó de vestirse el escaupil y de calarse la celada borgoñota; luego embrazó una adarga y empuño una espada. Inmediatamente ordenó a sus peones formar en cuña, hizo una señal al escopetero y, poniéndose al frente de los suyos, se lanzó a la plaza al grito de: «¡Santiago!»

El fatídico disparo retumbó en el interior del adoratorio. Alguien agitó la toalla blanca para que la viera Candia; el artillero acercó entonces la tea al falconete y, mientras se consumía la mecha, rasgaron los aires las trompetas de Juan de Segovia y Pedro de Alconchel. Luego sonó la explosión... y se oyó en la plaza una gritería infernal.

Casi al mismo tiempo Soto, seguido de Pedro Cataño, irrumpió en la plaza con sus jinetes sembrando el caos entre los indios. Los caballos, cargados de cascabeles, relincharon como nunca y embistieron, mientras lo quiteños -sin tiempo ni espacio para sacar las armas  contenían con el pecho el impacto de los brutos. Para mayor confusión salieron más caballos con Hernando Pizarro y de otra arremetida derribaron muchos indios por el suelo. Los cascos equinos se hundieron en las libreas de colores y los cuerpos crujieron bajo los herrajes de hierro. Detrás de los caballos sólo quedaban indios mal heridos, vomitando sangres por las bocas, y algunos muertos a lanzadas. ¡Un cuadro apocalíptico!

Atahualpa se puso de pie sin atinar a nada, presenciando como los «carneros grandes», cual barcas poderosas, rompían con sus quillas ese mar de guerreros sorprendidos. El Inca miraba a una lado y a otro, pero por todas partes veía sólo destrucción. Sus hombres corrían y gritaban tratando de ganar las dos puertas de la plaza, pues a las entradas de las calles los barbudos les cerraban el paso con talanqueras de palo y los acuchillaban sin piedad; luego se daban con los muros del cerco que les cerraban la salida y optaban por quedarse quietos, desconcertados, sin saber a que atinar. Al verlos así los jinetes gritaban: «¡Santiago!» y aguijando sus corceles se lanzaban a matar. Los únicos que parecían inmutables en ese ambiente de carrera eran los fieles cargueros que portaban la litera imperial

5 comentarios:

  1. Conoces Breve Historia de Francisco Pizarro? pues ahora lo sortean en el facebook de Breve Historia. Si os apetece participar,
    https://www.facebook.com/brevehistoria

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  2. HEY DONDE PUEDO CONSEGUIR EL LIBRO POR INTERNET ALGUIEN SABE?

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  3. Yo lo tuve que sacar de una biblioteca pública para leerlo. Creo que solo lo podrás encontrar en alguna tienda o mercadillo de libros viejos.
    Un saludo,
    Andrés

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