viernes, 18 de mayo de 2012

MIDDLESEX de Jeffrey Eugenides

Traducción: Benito Gómez Ibáñez
1ª edición: 2003
Editorial Anagrama
671 pag.

Cal Stephanides decide contar su historia, revelar su secreto. Porque Cal, como Tiresias, ha vivido como mujer y como hombre. Todo comienza en 1922, cuando los abuelos de Cal huyen tras la guerra. Se instalan en América, en casa de su prima Lina y su marido. Las dos parejas tendrán a sus hijos casi al mismo tiempo, y estos hijos, en un juego de consanguinidades, se casarán y serán los padres de Cal. Que cuando nace es Calliope, y parece destinada a encarnar la leyenda sobre esas niñas que cuando llegaban a una cierta edad se transformaban en hombres. Y así comienza la esperadísima segunda novela de Jeffrey Eugenides, premio Pullitzer en 2002, un caleidoscopio de historias que abarca ocho décadas en la historia de una familia. Es uno de los intentos más ambiciosos y logrados de escribir ese oscuro objeto del deseo literario, la Gran Novela Americana. En esta ocasión, con magníficos ecos homéricos.

De ella ha dicho el escritor Ignacio Martínez de Pisón (El Pais) : “La genealogía literaria de Eugenides es sin duda impecable, pero lo que hace de Middlesex una novela deslumbrante es su singular intimidad con el alma humana. Middlesex es, en todos los sentidos, una novela grande, grandísima”.

Jordi Galvés (La Vanguardia) sostiene que Middlesex es “un nuevo clásico, una novela excepcional, imprescindible”

LEIDO por.... Andrés:

Había regalado esta novela hace unos cuantos años, guiándome, sin duda, de las críticas leídas entonces, pero hasta ahora no había podido hincarle el diente. Y me he encontrado con una muy buena novela con la que he disfrutado mucho. Su fácil lectura y  el carácter de la historia la convierten en un magnífico libro.

Desde sus cuarenta y un años, cuando “animado por un buen Rioja, muchas veces olvido mis circunstancias físicas y me doy esperanzas”, transformado en un narrador omnisciente, nos relata la vida de tres generaciones de la familia Stephanides, con pequeños retazos de su vida actual, haciendo más fácil esta larga analepsis (flashback). Al ser el narrador el propio protagonista, el que nos va a narrar sus propias vicisitudes, y haber cambiado de sexo a los catorce años, permite que adopte un tono de extrañamiento, como si estuviera hablando de otra persona.

En cualquier caso, parece evidente que esta narración cuenta con un principio memorable, porque tres críticos literarios lo reproducen en sus reseñas. Así arranca Middlesex: “Nací dos veces: fui niña primero, en un increíble día sin niebla tóxica de Detroit, en enero de 1960; y chico después, en una sala de urgencias cerca de Petoskey, Michigan, en agosto de 1974



No es baladí que el autor asignara el papel de Tiresias a Calliope en la representación escolar.
Tiresias fue un adivino ciego de la ciudad de Tebas y junto con Calcas, es uno de los dos adivinos más célebres de la mitología griega. Aparece en Antigona de Sófocles. Fue hombre y mujer en algunas versiones.   CUADRO


Me ha gustado su humor, digno de resaltar:
  • Su metro sesenta y cinco le daba un aspecto benévolo, como si hubiera regalado parte de su talla
  • En aquellos días podía determinarse la nacionalidad de alguien por el modo en que olía
  • Con dos palabras convencería a un perro de que se bajase de un camión de carne
  • Pese a las gafas graduadas, mi abuela veía el mundo desenfocado
  • Su cuerpo parecía un pedúnculo que sujetaba el tulipán de su cerebro
  • Se ponen encima como la tapa de un sarcófago. Y lo llaman amor
  • Su cuerpo, liofilizado, había encogido por todas partes
  • La clásica planta artificial que agonizaba en un rincón
Su particular visión del trabajo en una cadena de montaje de una fábrica de automóviles, donde Wierzbicki pesca un cojinete, Stephanides lo pule y O'Malley lo encaja en el árbol de levas


"Para ellos, pasarlo bien un sábado por la noche consistía en sentarse en la habitación de mi hermano, mirando grabados de Escher. Se tiraban horas viendo figuras subiendo y bajando escaleras que también bajaban, o contemplando cómo unos gansos  se convertían en peces y luego otra vez en gansos” 
 
"Reproduciones del templo de Kujaro ocupaban los rincones de la habitación” 

Resaltar el protagonismo que concede a Buñuel y su película Ese oscuro objeto del deseo

Eugenides juega con imágenes muy gráficas en un texto que te atrapa: 

Mi padre se vistió con especial cuidado aquella mañana [...] sus gemelos griegos de la «suerte» […] En silencio, Tessie le puso los gemelos, tragedia en una manga, comedia en la otra […] y apareció la máscara sonriente en al manga derecha de la camisa, anunciando el aspecto cómico de los acontecimientos de aquel día.  […] Milton le sonreía, sudando con su traje de rayas, y una vez más el gemelo de la tragedia lanzó un destello bajo el sol

 Los Cadillac de Milton: el primero Cadillac Fleetwood  1968 y el último Cadillac El Dorado 1975

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
"olmos catedraliceos
"los amarillentos tilos destilaban lágrimas lentas
"Se el caían trozos enteros de vida
"Los niños son el único bálsamo contra la muerte
"Había tanto cariño en los ojos de Milton que era imposible buscar la verdad en ellos

Palabras recuperadas:
"Dejar la casa como los chorros del oro" (gracias al traductor, Benito Gómez Ibáñez)
"repantigada"

Mi cachico:
Milton tocaba el clarinete con los mismos dedos con que hacía el saludo de los boy scouts, pero sus pensamientos estaban lejos de ser saludables. Jadeando, inclinado sobre Tessie con temblorosa concentración, movía el clarinete en círculos, como un encantador de serpientes. Y Tessie era una cobra, hipnotizada, domesticada, embelesada por el sonido. Finalmente, una tarde que se quedaron solos, Tessie, su recatada prima, se tumbó de espaldas. Se puso un brazo sobre la cara.
-¿Dónde toco? -inquirió Milton en un susurro, la boca demasiado seca para tocar nada.
Tessie se desabrochó un botón de la blusa y, con voz estrangulada, dijo:
-En el estómago.
-No sé ninguna canción que hable del estómago -aventuró Milton.
-En las costillas, entonces.
-No sé canciones sobre costillas.
-¿El esternón?
-Nadie ha escrito nunca una canción sobre el esternón, Tess.
Se desabrochó más botones, cerrando los ojos. Y apenas un murmullo:
-¿Y ahí?
-Ésa me la sé -aseguró Milton
«Begin the Beguine», el gran éxito de Artie Shaw, flota en el húmedo ambiente. Paraliza a las ardillas, que en los cables del teléfono inclinan la cabeza para oír mejor.

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