viernes, 28 de mayo de 2010

LOS HERMOSOS AÑOS DEL CASTIGO de Fleur Jaeggy

Traductora: Juana Bignozzi.
Editorial Tusquet

Esta novela de Fleur Jaeggy fue publicada en 1989.

Estamos en un internado femenino en el cantón más retrógrado de Suiza, el Appenzell, en los lugares por los que paseaba el escritor suicida Robert Walser. En él respiramos una densa atmósfera de cautiverio, sensualidad inconfesada, demencia. Llega una «nueva» : es hermosa, severa, perfecta, parece haberlo vivido todo. La protagonista —otra alumna del colegio— se siente irremediablemente atraída por esa figura enigmática, que le deja entrever algo a la vez sereno y terrible.

El estilo límpido y terso, la sagacidad de las reflexiones más sutiles, la intensidad de esta historia implacable hacen vibrar una cuerda secreta, la que se oculta en ese colegio imaginario que permanece, transfigurado, en nuestra memoria. Y nos dejan trastocados por una infrecuente emoción, entre el desconcierto, la atracción y el temor, como si en el centro de un jardín bien cuidado viéramos desatarse una vorágine… No en vano escribe la protagonista : «Hay como una exaltación, leve pero constante, en los años del castigo, en los hermosos años del castigo».

LEIDO por... Andrés:


Una reseña de un periódico en la cual Joseph Brodsky, Premio Nobel de Literatura, decía de Fleur Jaeggy que «se lee en unas cuatro horas y se recuerda, al igual que a la autora, toda la vida» me llevó a leer el libro de relatos El temor del cielo, que no me entusiasmaron, los relatos no son mi especialidad. Pero algo debí de encontrar porque a continuación leí esta magnífica novela que nos ocupa, que si me ha encandilado.

Relata la vida de la protagonista, sin pasado y sin secretos, en unos internados para chicas de nivel alto en Suiza, donde la protagonista encuentra un castigo muy personal, fruto, no de las condiciones de vida que le imponen, sino de su relación con un mundo del que siente excluida, con el medio mundo femenino a que se limita su existencia, sin relación emocional que la sustente. Todo su entorno le parece negativo, sus compañeras, de las que en un momento dice “Eran todas iguales, todas detestables, mezquinas.”, el colegio, “en el colegio no puede hablarse de género humano”, sus padres separados, una madre fría y lejana , que dirige su vida, un padre más presente, pero igualmente distante (gélido reencuentro cuando deja el colegio). Su desajuste personal la impiden abordar con equilibrio la relación que tanto le cuesta establecer con Frédérique, eje de la novela, y que luego ella misma echa a perder.

Con una preciosa prosa, frases muy cortas, concisas, dura muchas veces, seguimos los mejores años de la protagonista en los colegios, con una rara tristeza que impregna todo el relato, su búsqueda de un cariño y admiración que tanto le cuesta encontrar y que tan fácil le resulta destruir cuando lo alcanza. Parece incapacitada para encontrar el amor, aún cuando llega su madurez.

Un libro para empezar a leer con tiempo suficiente para poder leerlo de una sentada, no es necesario mucho pues son 117 páginas con letra grande, y que así nos empape la profundidad del relato.

Merece la pena destacar:

La belleza del título, que aparece en el texto de la novela:
«Hay como una exaltación, leve pero constante, en los años del castigo, en los hermosos años del castigo», que ya anticipa como vivencia la protagonista su estancia en los colegios durante su infancia y adolescencia.

El aire Pesimista y a veces lúgubre, que recorre todo el libro
En la juventud se anida el retrato de la vejez, y en la alegría el agotamiento, como en algunos recién nacidos en los que parece reconocerse al anciano que acaba de dejar la vida.
De la fuente, como de una horca, colgaban aros de plata
La alegría es difícil de soportar
El vestido de Micheline... tan adecuado para el baile … y para su jergón de muerte”
“la señorita más joven, tenía mi edad, se había ahorcado con la cortina de flores y hojas, en su cuarto.
Siendo muy significativa la frase “En la habitación solo faltaba una cuerda”, cuando describe la habitación de Frederike

Dura en sus calificaciones y Visión negativa de casi todas las personas:
Su compañera de habitación, de la que no recuerda el nombre, cuando era pequeña era un “bulto con cofia y cintas”. “Su sonrisa, frágil e idiota
Otra compañera de años: “un objeto de placer
Frédérique: “no tenía humanidad”, “una nihilista sin pasión, con su risa gratuita, patibularia”, “Era violenta”, “no valora su vida
De las compañeras: “Eran todas iguales, todas detestables, mezquinas.
Profesor: “parecía masticar el último bocado de juventud que le quedaba. Marchitado antes de tiempo
Del marido de la Directora:”El ya nada tenía delante
Salvo Mecheline “la belga riente y alegre

Visión tremenda de la educación:
En educación se aprende a agradecer con una sonrisa. Una sonrisa maldita. De alguna manera hay una fisonomía de morgue en los rostros de las maestras”.
En los colegios, al menos en los que estuve, se prolongaba, casi hasta la demencia, una infancia senil”..
en el colegio no puede hablarse de género humano
Los educadores parecen poseer rencor, un rencor a flor de piel y en el tono de voz, un rencor, nos atreveríamos a decir, casi hacia la humanidad en general. Y a lo mejor, gracias a ese rencor, ellos, los educadores, son en esencia buenos educadores
Un colegio es como un haren
Un último colegio arrasó mis diecisiete años
para terminar con: “El colegio convertido en una clínica para ciegos.

Subyace una gran tensión sexual en las relaciones entre alumnas, nunca explícita:
Un día encontré en mi casillero una carta de amor, era de una niña , de una niña de años que me pedía convertirse en mi protegida, formar pareja conmigo
Por los senderos se veía a niñitas que iban de la mano y reían, 'hacían de amigas', hacían de amantes
Le conté que hacía unos años, siempre en el colegio, una muchacha se había metido en mi cama
pero sobre todo en su relación con Frédérique, donde su imposibilidad de amor y contacto físico es manifiesto.
Todavía hoy no logro expresar con palabras que me había enamorado de Frédérique” ,
Han pasado tantos años y aún vuelvo a ver su rostro, un rostro que he buscado en otras mujeres” , “podría admitir que estaba enamorada
Nunca se habló de cosas personales, de nuestra familia”.
ni nos atrevíamos a tocarnos ni a darnos un beso. Horror. Tal vez perturbadas por el deseo
Me declaré, declaré mi amor

La novela está llena de sugerentes imágenes poéticas:
con la sonrisa hundida en la gordura
con pedantería angélica
Su caligrafía dormía en las paredes de papel como una lápida
Su traje oscuro había pasado muchas estaciones
El armario, el querido y pequeño depósito de cadáveres de nuestros pensamientos
claror nocturno de los dormitorios
parecía masticar el último bocado de juventud que le quedaba
una vetusta infancia” y “una infancia senil”..

Como dice la protagonista, “el mundo está dividido en dos, masculino y femenino” y los representantes de mundo másculino son bastantes significativos de como ella lo ve:
Sr. Hofstetter: flaco, pequeño y tímido. débil de carácter
Profesor de gimnasia: “Era un hombre seco, con arrugas precoces y la boca estrecha; parecía masticar el último bocado de juventud que le quedaba. “
Es curioso que en los colegios donde he estado hubiera penuria de hombres en los alrededores. O viejos o locos o guardias.
Estaban el patituerto, dos pálidos hombres...”

Terminar diciendo que los hechos sobre el autor Walser son reales.

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