viernes, 18 de febrero de 2011

EL OLVIDO QUE SEREMOS de Héctor Abad Faciolince

Edicion, 2010
Editorial: Seix Barral
Páginas: 274

Esta libro de Héctor Abad Faciolince se publicó en el 2005.

El médico Héctor Abad Gómez dedicó sus últimos años, hasta el mismo día en que cayó asesinado en pleno centro de Medellín, a la defensa de la igualdad social y los derechos humanos. El olvido que seremos es la reconstrucción amorosa y paciente de un personaje; está lleno de sonrisas y canta el placer de vivir, pero muestra también la tristeza y la rabia que provoca la muerte de un ser excepcional.

Conjurar la figura del padre es un reto que recorre consagradas páginas de la historia y de la literatura. ¿Quién no recuerda las obras de Kafka, Philip Roth, Martin Amis o V. S. Naipaul sobre su verdadero o cuestionado progenitor? Ahora será también difícil olvidar este libro desgarrador de Héctor Abad Faciolince escrito con valor y ternura.

«Un libro tremendo y necesario, de un coraje y una honestidad arrasadores. Por momentos me he preguntado cómo ha tenido la valentía de escribirlo», Javier Cercas

«Un libro hermoso, auténtico y conmovedor», Rosa Montero

«Lo que voy leyendo de Héctor Abad lo voy guardando como migas de pan muy esféricas, pulidas, luminosas, para cuando tenga que atravesar un gran bosque en la noche», Manuel Rivas

«Me fascinó El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince. Muy certero. Qué bonito libro. ¡Qué fina manera de rendir un homenaje a su padre y al mismo tiempo trazar un relato de toda una época!», Mario Vargas Llosa

LEIDO por Andrés: 

Había leído mucho sobre este libro, había aparecido en multitud de listas y reseñas y me apetecía hincarle el diente y no demasiado tarde, sobre todo.

Y no me ha defraudado. Una maravilla, para regalar a quien se aprecie de verdad.

El libro comienza de una forma que ya define su contenido, “un homenaje a la memoria y a la vida de un padre ejemplar”, el del autor y que destila, sea ajustado a la realidad o no, eso no importa, un enorme amor a su padre,

Su padre, médico, dedicó su vida profesional a ejercer la medicina social y una vez jubilado forzoso, a la defensa de los derechos humanos: “«Nunca he sido un arrodillado, no me he arrodillado sino ante mis rosas y no me he ensuciado las manos sino con las tierra de mi jardín»” , “«aunque no le temo a la muerte, tampoco quiero que me maten, ojalá no me maten: quiero morir rodeado de mis hijos y mis nietos, tranquilamente […] una muerte violenta debe ser aterradora, no me gustaría nada»


D. Héctor Abad Gómez


El autor, tal como comenta, tuvo esperar veinte años antes de tener la serenidad suficiente para poder escribir este libro y aún así, no le resultó fácil: “me saco de adentro estos recuerdos, como se tiene un parto, como se saca un tumor, a sabiendas de que “casi todo lo que he escrito lo he escrito para alguien que no puede leerme, y este mismo libro no es otra cosa que la carta a una sombra

A lo largo de las páginas del libro, que se lee con ganas, disfrutando de la lectura y sufriendo por lo que cuenta, vemos pasar la vida del autor, que como un espejo nos relata lo importante para él, la vida y asesinato de su padre. Y de paso asistimos a un desfile de la violencia que asoló Colombia durante el siglo pasado: Sus amigos de la primera juventud eran vallunos, de Sevilla, pero en los años de la Violencia de mediados de siglo se los fueron matando a todos uno por uno, por liberales, Desde ese tiempo mi papá se declaraba «un sobreviviente de la Violencia», por haber tenido la fortuna de estar en otro país durante los años más crudos de la persecución política y las matanzas entre liberales y conservadores

Relato descarnado y sincero de la relación paterno filial, muy emocionante cuando relata la muerte de su hermana Marta, cuando tenía 16 años, “y mi papá y mi mamá, al fin, después de seis meses de estarse conteniendo, pudieron echarse a llorar delante de ella. Y lloraron y lloraron y lloraron” y, sobre todo, la de su padre, “levanta la vista y ve la cara malévola del asesino, ve los fogonazos que salen del cañón de la pistola, oye al mismo tiempo los tiros y siente que un golpeen el pecho lo derriba”, “«Levantaron el cuerpo entre varios, de pies y manos, y lo lanzaron con violencia, como si fuera un bulto de papas, sin ningún respeto, y eso me dolió, como si le estuvieran quebrando los huesos, aunque ya no sintiera»” y que logra tocarme la fibra sentimental, hasta conmoverme.

Que gran homenaje a su padre. ¡Que envidia!


El día en que el Dr. Héctor Abad Gómez fue asesinado, éste copió en un papel un soneto llamado Epitafio, que dice:

Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
y que fue el rojo Adán, y que es ahora,
todos los hombres, y que no veremos.

Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y del término. La caja,
la obscena corrupción y la mortaja,
los ritos de la muerte, y las endechas.

No soy el insensato que se aferra
al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza en aquel hombre

que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del cielo
esta meditación es un consuelo.

y que su hijo encontró más tarde, después de su asesinato, en un bolsillo. Este poema según el autor es de Jorge Luis Borges, pero según otros no. Félix de Azúa comenta en su blog, en una entrada del 25 de agosto del 2009, esta circunstancia, dando por sentado que se trata de un poema borgiano. De la primera estrofa viene el título del libro.

La tempestad Giorgione
el trueno de aquel cuadro fue como el estallar de mi vida erótica

No es un libro que se preste demasiado al humor, pero éste no falta:
Cuando íbamos en el camino yo le preguntaba al abuelito Antonio en cuál caballo me iba a montar, y él siempre me contestaba:
-En el Toquetoque, m'hijito, en el Toquetoque.
Lo raro, para mí, era que el Toquetoque tenía cada vez un paso y un color distinto, y vine a entender lo que decía mi abuelo mucho tiempo después, cuando me lo explicó el primo Bernardo, que era algo mayor que yo y mucho menos ingenuo que yo:
-¡Bobo! El Toquetoque no existe. Lo que el abuelito quiere decir es que los niños no pueden escoger, sino que se tienen que montar el el caballo que les toque
tenía una barriga tan prominente que habían tenido que abrirle una muesca circular a la cabecera de la mesa, donde él se sentaba, para que estuviera a sus anchas en el comedor
Cuando se refería al palacio y al tío, mi mamá suprimía los artículos y decía siempre Palacio (uno podía oír las mayúsculas), y Tío Joaquín
Las coplas famosas del Ñito Restrepo:
Una monja se embuchó
De tomar agua bendita
Y el embuche que tenía
Era una monja chiquita
Mil o dos mis personas, mujeres y niños en su mayoría, recorrían el barrio [de madrugada] para despertar la fe en la Santísima Vírgen y de paso despertar a los tibios que seguían dormidos, pegados a las sábanas

El autor fue educado en el más recalcitrante catolicismo, solo contrarrestado por su padre, que le abandonaba por largos periodos en que quedaba inerme “el problema era que cuando él se ausentaba durante meses, yo caía, indefenso, en el oscuro catolicismo de la familia de mi mamá” “yo quedaba a merced del mujerío enfermo de catolicismo de mi casa” y se nota a lo largo del libro. La visión que da de la Iglesia de su país en ese tiempo, puede herir, por saberse tan real, a algunas personas, aunque, detrás de su rechazo a la institución católica, se trasluce su tremendo respeto a las creencias religiosas.

PIO XII: El Espíritu Santo lo hizo nombrar Papa poco antes de la Segunda Guerra Mundial, para desgracia de los judíos y vergüenza de la cristiandad

No comparto las ideas que sobre la educación de los hijos se reflejan en el libro,“Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”, o también, “El mejor método de educación es la felicidad”, pero no dejan de ser interesantes. Me gustó la pregunta que hace, “Cuántas personas podrán decir que tuvieron el padre que quisieran tener si volvieran a nacer?" y yo, como padre propongo la recíproca: ¿cuántos padres tiene hijos que los volverían a elegir a ellos como su padre si volvieran a nacer?

Y me vuelvo a encontrar En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, que según el autor “marcaría para siempre mi vida”. Habrá que ir pensando en volver a empezar a leerlo y esta vez los siete libros.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
regábamos” (nos equivocábamos)
aplanchadero” (cuarto de la plancha)
más serio que un revolver
mamasantos” (meapilas)
enfermos de asco
revista de muñequitos” (comic)
peluquiar” (cortarse el pelo)
tender la cama” (hacer la cama)
le aprendí” (aprendí de él)
maricada” (mariconada)
echarlo a las patadas” (echarlo a patadas)
jugar manecitas” (hacer manitas)
menjurje” (mejunje)

Palabras recuperadas:
godo
mamitis y papitis
de balde

Palabras sorprendentes:
malagradecido
leche impotable
hacerse la paja
bluyines

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