jueves, 15 de diciembre de 2011

LA CALIGRAFÍA DE LOS SUEÑOS de Juan Marsé

Edición, 2011
Editorial: Circulo de lectores
Páginas: 436

Esta novela de Juan Marsé se publicó en el 2011

Barcelona, 1948. Una ciudad donde un kilo de café torrefacto era un tesoro, donde la policía estaba en todas partes, donde bares, burdeles y cines eran el único refugio contra una existencia gris... y donde un chaval de quince años que se hace llamar Ringo, como el protagonista de La diligencia, descubre la pasión por contar la vida en un papel.

Ringo es un chiquillo de quince años que pasa las horas muertas en el bar de la señora Paquita, una taberna del barrio de Gracia, donde es testigo de la historia de amor de Vicky Mir y el señor Alonso: ella, una mujer entrada en años y en carnes, masajista de profesión, ingenua y enamoradiza; él, un cincuentón apuesto que ha acabado instalándose en su casa. Allí viven junto a Violeta, la hija de la señora Mir, hasta que sucede algo inesperado: un domingo por la tarde Vicky se echa a las vías muertas de un tranvía en un intento de suicidio imposible y patético, y el señor Alonso desaparece para no volver. Lo único que queda de él es una carta que prometió escribir y que Vicky espera y desea hasta la locura. La vida entera discurre bajo la mirada de Ringo, que escucha, lee y finalmente empezará a escribir para llenar de luz la triste caligrafía de toda una generación: la de quienes alimentaron sus sueños en las calles grises de una ciudad donde el futuro parecía algo improbable.

LEIDO por.... Andrés:

Todo libro de Juan Marsé es una gran promesa, que luego no defrauda.

La historia de un aspirante a escritor que “cree que solamente en ese territorio ignoto y abrupto de la escritura y sus resonancias encontrará el tránsito luminoso que va de la palabra a los hechos, un lugar propicio para repeler el entorno hostil y reinventarse a si mismo”. Su acontecer en un barrio de Barcelona, donde la vida no es precisamente fácil, para adaptar sus aspiraciones a las posibilidades que le brinda el día a día, en su lucha para hacer realidad sus sueños de artista, músico primero y después escritor. A veces muestra una dureza de corazón que nos resulta dura, pero que se entiende en el entorno social en que se ubica la novela.

Me ha parecido una magnífica novela, con sorpresa final incluida, que transmite sensaciones como si se tratara de una declaración autobiográfica del autor.

Un torrente de sugerentes palabras para mi: trifulca, descacharrante, comidilla, chumino, locatis, pitorreo, es un callo, chiripa, gansada, minga, tarambana, tontaina, no carbura, etc. me hacían especialmente próxima la época en que yo tenía la edad del protagonista.

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido: 
  • entorna los ojos tiznados de rímel y fatalidad
  •  el suave aroma del carmín rojo cereza en sus palabras
  • Daba vueltas al caramelo dentro de la boca, ruidosamente y sin remilgos, junto con la saliva y algunas palabras que le amargaban

Mi cachico:

En esta ocasión se lamenta y se demora más de la cuenta, hasta que se siente observado. Parada junto a la puerta, detrás de un grupito de alumnos que salen alborotando, una muchacha con gafas de abuelita y gabardina blanca con capucha lo está mirando sin el menor disimulo. Por su expresión compungida, a pesar de la distancia y de las gafas, cuyos cristales emiten reflejos, el chico juraría que ha estado llorando y también juraría que a ella no le importa que se note. Aparenta un par o tres años más que él, unos dieciséis, su frente muy blanca luce una orla de rizaos negros y abraza sobre el pecho un estuche de violín y una carpeta. Su pequeña mano de nieve posada sobre la negrura del estuche parece decirle ven. De pronto se le cae la carpeta, abriéndose, y se esparcen sobre la cera algunas partituras y un cuaderno. Él acude y se agacha ayudándola a recoger las hojas y el cuaderno, y ella se lo agradece con una sonrisa que le conturba. Sus cejas y pestañas son muy negras y sus pupilas grises.

-Gracias.

Le mira tan de cerca, mientras ambos se incorporan, que sus cabezas se tocan. Al soñador aprendiz no se le escapa la piadosa mirada de ella al grotesco guardapolvo, y piensa: todo está perdido.

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