miércoles, 16 de marzo de 2011

RESPIRACIóN ARTIFICIAL de Ricardo Piglia

Edición, 2001
Editorial: Anagrama
Páginas: 218

Esta novela de Ricardo Piglia se publicó en 1980.

El escritor Emilio Renzi, que ha escrito una narración conjetural de una historia que circulaba en su familia, conoce por fin al protagonista, su tío Marcelo, que vive en provincias e investiga los papeles del secretario privado de un personaje que pudo ser un héroe pero del que se sospecha que en realidad fue un traidor. Entre estos personajes y algunos otros, como un polaco tras el que se adivina la figura de Gombrowicz, se hilvana una trama detectivesca que sirve para reflexionar sobre la dolorosa historia argentina y sobre la literatura y sus máscaras. Una novela radicalmente original que, en una reciente encuesta entre escritores argentinos, ha sido elegida como una de las diez mejores de esa literatura en el siglo XX.

LEIDO por.... Andrés:

Recomendada en múltiples lista, había que leerla.

Me costo entrar. Leía porque es ese tipo de libro que te atrae la forma en que está escrito, más que lo que cuenta, pero no le encontraba mucho sentido. Después de 50 páginas estuve a punto de tirar la toalla, pero, como diría un iluso, todo esfuerzo tiene su recompensa y a partir de entonces empecé a disfrutar plenamente. Literatura de la buena. Es de los libros que importa más como lo cuenta que qué es lo que cuenta.

El pasaje en que el narrador nos cuenta la conversación entre Tardewski y Marconi en el club, es memorable (IV, 2).

La novela corre a cargo de distintos narradores, Renzi, Maggi, Tardewski, que nos cuentan lo que los demás les contaron, dando lugar a un estimulante juego de dijes, que abundan a lo largo de todo el libro, llegando, creo a un dije elevando a la cuarta potencia:
  • «Se metió de cabeza en la cárcel, se puede decir», dijo el Senador. «Yo le dije», dijo, «hay que pasar la tormenta. Así como viene va para largo, le dije. Los conozco bien, le dije, a éstos los conozco bien: vinieron para quedarse. No creas una palabra de lo que dicen
  • Nos adiestran durante demasiado tiempo en la estupidez y al final se nos convierte en una segunda naturaleza, decía Marcelo, me dice Renzi
  • La ficción, decía Tretiakov, le digo a Tardewski, es el opio de los pueblos
  • Y sin embargo, dijo Tardewski que le había dicho Marconi, algunas de esas cartas son tan extraordinarias que puedo decir, me decía, dice Tardewski, que allí se encuentra no sólo la materia única, sino la inspiración más profunda de toda mi poesía
  • Eso, pero dicho de un modo mucho más bello y enigmático, fue lo que dijo la mujer, dijo Marconi, me cuenta Tardewski
La novela esta poblada de múltiples personajes, algunos inolvidables, como Tardewski (Gombrowicz), profesor de filosofía, que exclama: “Este trabajo es saludable: no hay como estar en contacto con la juventud para aprender a envejecer” y, también, “ese desconocimiento suyo sobre las características o la misma realidad de un país llamado la Argentina, no vacilaba, dijo, en calificarlo de un desconocimiento erudito”, y que se atreve a llamar a José Ortega y Gasset Rey de los Asnos Españoles o Asno I

También nos encontramos a, según algunos, los dos autores que son la principal fuente de inspiración de Piglia: Roberto Arlt , “Tiene, no hay duda, un mérito indudable: peor no se puede escribir ”, y Jorge Luis Borges, “Con la muerte de Arlt, dijo Renzi. Ahí se terminó la literatura moderna en la Argentina, lo que sigue es un páramo sombrío. Con él ¿terminó todo? Dijo Marconi. ¿Qué tal? ¿Y Borges? Borges, dijo Renzi, es un escritor del siglo XIX. El mejor escritor argentino del siglo XIX.
Y con un extraño y confuso personaje, empeñado en descifrar la cartas del porvenir, mensajes cifrados cuya clave nadie tiene : “Arocena reordenó el texto, separó la carta en párrafos. La clave no coincidía. No había nada ahí. ¿No había nada ahí? Trabajó todavía un rato más pero al fin se decidió a abandonar esas hojas mal escritas

No faltan ni Hitler ni Kafka, reunidos por la ficción en Praga:
Junio, 1924. Se pasea, el Führer y dicta Mein Kampf. Kafka agoniza en el Sanatorio de Kierling

Hay continuas referencias al mundo literario: “¿Joyce? Trataba de despertarse de la pesadilla de la historia para poder hacer bellos juegos malabares con las palabras. Kafka, en cambio, se despertaba, todos los días, para entrar en esa pesadilla y trataba de escribir sobre ella

Un disfrute que, de verdad, ha compensado con creces el esfuerzo inicial.

Mi cachico:

«Puede llamarme Senador» dijo el Senador. «O ex -Senador. Puede llamarme ex-Senador», dijo el ex Senador. «Ocupé el cargo entre 1912 y 1916 y fui elegido por la ley Sáenz Peña y en ese tiempo el cargo era casi vitalicio, de modo que en realidad tendría que llamarme Senador», dijo el Senador. «Pero vista la situación actual quizás sería preferible y no sólo preferible sino incluso más ajustado a la verdad de los hechos y al sentido general de la historia argentina que me llame usted, ex Senador», dijo el ex-Senador. «Porque hablando con propiedad ¿qué es un Senador sino alguien que legisla y hace discursos? Pero ¿cuando no legisla? Cuando no legisla se convierte automáticamente en un ex-Senador. Ahora bien, si uno mantiene de ese cargo, o mejor, de esa función, la particularidad de hacer discursos, aunque nadie lo oiga y nadie lo contradiga, entonces, en un sentido, uno sigue siendo un Senador. Por lo tanto, prefiero que me llame usted Senador», dijo el Senador

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