miércoles, 20 de julio de 2011

CRIMEN Y CASTIGO de Fiodor Dostoyevsky

Traducción: Isabel Vicente
10ª Edición, 2009
Editorial: Catedra
Páginas: 700

Crimen y castigo es una novela de carácter psicológico escrita por el autor ruso Fiódor Dostoievski. Fue publicada por primera vez en un diario llamado El mensajero ruso, en 1866, en doce partes, y publicada después como novela. Junto con Guerra y paz de León Tolstoy, se considera que la novela es una de las más influyentes e internacionales de la literatura rusa. Asimismo, los dialogos mantenidos entre el protagonista, Raskólnikov, y el inspector de policía [debe referirse al juez Porfiri], son considerados por algunos autores; como el prestigioso literato Stefan Zweig, una de las cimas de la literatura universal.

Esta novela contiene dos de los temas característicos de Dostoyevski: la relación entre la culpa y el castigo y la idea de la fuerza redentora del sufrimiento humano, planteando con todo vigor el conflicto entre el Bien y el Mal, ese dualismo ético que es una constante en la obra del autor. Bajo el armazón naturalista de una novela de tesis, subyace una alegoría metafísica y moral. Observa Dostoyevski que el castigo no intimida al criminal, 'pues éste de por sí pide ya moralmente un castigo'.

Crimen y castigo gira en torno a Raskolnikov. El protagonista es un estudiante que apenas tiene para sobrevivir, ni siquiera a través de los esfuerzos de su madre y su hermana Dunia. Raskolnikov se indigna con Dunia porque quiere casarse con un comerciante, y él sabe que el matrimonio es por interés, para ayudar a Raskolnikov. Así que tiene la idea de matar y robar a una vieja usurera despiadada que guarda mucho dinero en su casa.

LEIDO por.... Andrés:

Este libro es de los imprescindibles, había que leerlo sin falta. Y desde luego no me ha defraudado. Es una maravilla.

La novela es de las que se lee con fruición, con ganas, vamos. Valga como síntoma el que durante su lectura apenas he tomado notas, como es mi constumbre, no por falta de motivo, sino por estar inmerso en la trama y no querer interrumpir la lectura. Nos presenta un Raskólnikov con una gran variedad de estados anímicos, alegre, depresivo, frío y calculador, confuso, enamorado, arrepentido, dubitativo, etc., configurando un personaje contundente, complejo y sugerente como pocos en la literatura, que nos obliga a considerarlo de diferente manera según los momentos.

Dos personajes me han parecido particulamente interesantes, Porfiri Petróvich, el juez, y Svidrigáilov. Sus diálogos con Raskólnikov me han parecido memorables. Ambos irónicos y cínicos, conversan con él demostrando una inteligencia elevada. El primero para conseguir avanzar en sus intentos de detener al culpable y el segundo, malvado y contradictorio, para burlarse primero y aprovecharse con Dunia, su hermana, después.

El capítulo en que Raskólnikov confiesa a Sonia su crimen me ha resultado absorbente, magnífico. El desenlace, así mismo, es esplendido, aunque, eso si, algo melodramático. Libraco para devorar.

La pobreza de San Petersburgo es para deprimir a cualquiera. Si se quiere seguir la novela sobre el plano de la ciudad se puede hacer en esta página o en esta otra, más completa.
La casa de Raskólnikov
A lo largo del libro Dostoyesvsky nos siembra su visión del ser humano, a veces con conceptos tan poco halagüeños como éste: “con ese extraño sentimiento de íntima satisfacción que ni siquiera el hombre más compasivo puede menos de experimentar ante la desgracia ajena, incluso cuando la víctima es un amigo estimado, o La razón es esclava de la pasión .

A lo largo del libro reluce el machismo imperante en la época:
  • Y no voy a meterme en que hay casos en que a las mujeres les encanta que las maltraten a despecho de toda su aparente indignación. A todas les ocurre alguna vez. Y es que al ser humano, en general, le encanta ser maltratado, ¿no se ha dado usted cuenta? Pero sobre todo a las mujeres. Hasta podría decirse que es su única diversión
  • Sin hablar de esos casos especiales en que las mujeres experimentan un gran placer en que las ofendan, a pesar de la indignación que simulan (casos que se presentan a veces), al hombre, en general, le gusta que lo humillen. ¿No lo ha observado usted? Pero esta particularidad es especialmente frecuente en las mujeres. Incluso se puede afirmar que es algo esencial en su vida

Raskólnikov y Marmeládov

Sorprende que en los años de la novela se pudiese decir: “usted se encuentra en un lugar oficial y, además de gritar, está fumando, con lo cual falta al respeto a todos los presentes

Los prejuicios nacionalistas de siempre, en este caso sobre los alemanes: “peinado y rizado por el peluquero, le daba ese aspecto ridículo o estúpido que suele prestar a quien lo usa, haciéndole asemejarse a un alemán el día de su boda

Siempre han sido las cosas igual: “¿qué contestó ese profesor de Moscú cuando le preguntaron por qué falsificaba bonos? Pues contestó: «Todo el mundo se hace rico de una manera o de otra. Y también yo he querido enriquecerme cuanto antes.» No recuerdo si fueron estas las palabras exactas, pero el sentido es ése: ganar dinero de inmediato y sin esfuerzo

No he podido sustraerme a la comparación con Ana Karenina, de Tostoi, publicada en 1875, mientras esta novela lo fue en 1866, por lo que puede considerarse que nos están presentado una visión de la Rusia de entonces, solo que de distinto estrato social. Si tuviera que elegir, me quedaría con Crimen y castigo, con toda su depravación, miseria y paupérrima sociedad. Desde luego me ha atrapado más. La mente de un asesino es diseccionada con tremendo realismo.

Los nombres varían según la traducción:
Arcadio Ivanovitch Svidrigailof. Libro digital de internet
Arcadio Ivanovich Svidrigailov, en wikipedia
Arkadi Ivánovich Svidrigáilov, edición de Cátedra

Antes de comprar el libro estuve ojeando las dos ediciones que tenían en la librería, la de Alianza y ésta. Me decidí por la de Isabel Vicente por parecerme mejor (había leído algunos comentarios en internet en contra de esta traducción, pero aún así me dejé guiar por mi intuición) y la verdad que el libro no me ha defraudado. No obstante, al ir a copiar Mi cachico, me encontré con unas reiteraciones que, aunque no me pasaron desapercibidas cuando las leí, no me han gustado en esta relectura. Lástima porque me había causado muy buena impresión según iba leyendo la novela. Trascribo debajo las versión de Isabel Vicente y la encontrada en internet, de la que desconozco el autor de la traducción.

Mi cachico:

-Puesto que lo sé, será que soy un gran amigo suyo -continuó Raskólnikov, que seguía mirándola fijamente a la cara como si no pudiera apartar los ojos de ella-. Él... no quería matar a... Lizaveta... A ella, la mató por azar... A quien quería matar... era a la vieja... cuando estuviera sola... y fue allí...En esto entró Lizaveta... Entonces... también la mató a ella.

Transcurrió otro minuto horroroso. Los dos se miraban fijamente.

-¿Es que no puedes adivinarlo? -preguntó al cabo Raskólnikov con la misma sensación que había experimentado ya antes: miraba a Sonia y, súbitamente, le pareció ver en su rostro el rostro de Lizaveta. Se le había quedado grabada en la mente la expresión de Lizaveta cuando avanzaba sobre ella empuñando el hacha y ella retrocedía hacia la pared, adelantando una mano y con un terror enteramente infantil pintado en la cara, igualito que los niños pequeños, cuando algo los asusta de pronto, contemplan el objeto que los asusta con mirada desvalida y alarmada, retroceden y, a punto de llorar, adelantan una manita para protegerse. Casi lo mismo le sucedía ahora a Sonia: estuvo mirándole algún tiempo con idéntico desvalimiento y con idéntica alarma, hasta que adelantó de pronto la mano izquierda, le apoyó levemente los dedos en el pecho y se levantó poco a poco de la cama apartándose más y más de Raskólnikov a la vez que su mirada se clavaba en él con mayor fijeza. Su espanto se lo transmitió a él de repente; en su rostro se pintó un susto análogo, se puso a mirarla a ella de un modo análogo y hasta casi con análoga sonrisa infantil.
-¿Has adivinado? -murmuró al fin

En internet aparece de la siguiente forma:

-Para saber lo que sé -dijo Raskolnikof, cuya mirada seguía fija en la de ella, como si no tuviera fuerzas para apartarla-, es necesario que esté «ligado» a «él»... Él no tenía intención de matar a Lisbeth... La asesinó sin premeditación... Sólo quería matar a la vieja... y encontrarla sola... Fue a la casa... De pronto llegó Lisbeth..., y la mató a ella también.

Un lúgubre silencio siguió a estas palabras. Los dos jóvenes se miraban fijamente.

-Así, ¿no lo adivinas? -preguntó de pronto.

Tenía la impresión de que se arrojaba desde lo alto de una torre.

-No -murmuró Sonia con voz apenas audible.

-Piensa.

En el momento de pronunciar esta palabra, una sensación ya conocida por él le heló el corazón. Miraba a Sonia y creía estar viendo a Lisbeth. Conservaba un recuerdo imborrable de la expresión que había aparecido en el rostro de la pobre mujer cuando él iba hacia ella con el hacha en alto y ella retrocedía hacia la pared, como un niño cuando se asusta y, a punto de echarse a llorar, fija con terror la mirada en el objeto que provoca su espanto. Así estaba Sonia en aquel momento. Su mirada expresaba el mismo terror impotente. De súbito extendió el brazo izquierdo, apoyó la mano en el pecho de Raskolnikof, lo rechazó ligeramente, se puso en pie con un movimiento repentino y empezó a apartarse de él poco a poco, sin dejar de mirarle. Su espanto se comunicó al joven, que miraba a Sonia con el mismo gesto despavorido, mientras en sus labios se esbozaba la misma triste sonrisa infantil.
-¿Has comprendido ya? -murmuró.

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