sábado, 4 de septiembre de 2010

CREMATORIO de Rafael Chirbes

1ª Edicion, 2007
Editorial Anagrama
415 pag.

Novela de Rafael Chirbes, publicada en 2007.

La muerte de Matías Bertomeu pone en marcha los mecanismos que componen este libro y muestra el reverso de vidas levantadas sobre oscuros cimientos: la del hermano de Matías, Rubén, el constructor sin escrúpulos; Silvia, la hija de Rubén, biempensante restauradora de arte casada con el altivo Juan Mullor, el catedrático que prepara la biografía de Federico Brouard, viejo amigo de los Bertomeu y escritor alcohólico; Traian, el mafioso ruso, viejo socio de Rubén; Mónica, la jovencísima y ambiciosa esposa. A través de ellos, Chirbes nos ofrece un panorama deslumbrante y terrible: la familia como forma de ejercicio de los valores de propiedad, la especulación inmobiliaria, los negocios sucios, la droga, el sexo como valor de cambio, la corrupción como savia que recorre todo el cuerpo de una sociedad convulsa en la que la destrucción del paisaje adquiere valor de símbolo. «Una novela excelente, la mejor de Chirbes y una de las mejores de la literatura española en lo que va de siglo» (Ángel Basanta, El Mundo).

Con esta novela Rafael Chirbes obtuvo el Premio Nacional de la Crítica en la modalidad de narrativa en 2008


LEIDO por.... Andrés:

Aguardaba en mi lista de libros por leer. Le ha tocado ahora.

La narración se realiza desde el punto de vista de varios personajes, Rubén Bertomeu, el arquitecto promotor sobre el que se centra el relato, su mujer, su hija, su yerno, un escritor viejo amigo suyo, enfermo de cáncer, y algunos más, un poco más secundarios; utilizando la primera persona con dos de los personajes.

Y con este enfoque, resulta magnífica la forma de narrar, mezclando el presente con el pasado, lo dicho con lo pensado, los diálogos con la descripción, lo vivos con los muertos. Dando especial relevancia a los muertos, a Matías, hermano del Rubén, personaje ausente, y siempre presente, el padre de Rubén, pero más aún su madre, que duró “una eternidad fastidiando a los demás” y que ha “permitido en casa pocos abrazos, pocas celebraciones, poco llorar y reír juntos”. Y todo contado de corrido, lo que piensan estos personajes en unas horas, sin recurrir a exponer ningún diálogo según la manera tradicional (ver Mi cachico).

Si en El paraíso en la otra esquina decíamos que las preguntas del narrador a los personajes era la primera vez que lo leíamos, resulta que en el primer libro que leemos a continuación nos vuelve a aparecer:
¿oyes eso, Mónica?, toma nota de lo que ha pensado él.

Curiosa forma del empleo de los dos puntos, de manera seguida:
Al fin y al cabo, ni la ética, ni el arte, y ni siquiera la política, son otra cosa: representaciones consecuentes: representar disimulando el esfuerzo que hay que hacer para aprenderse el papel, interiorizar el personaje, y que la interpretación parezca fruto de la espontaneidad.

La secuencia de la muerte del gato, narrada por el escritor, me parece estupenda.

Retablo de Issenheim (es la obra maestra del pintor alemán Matthias Grünewald. Se exhibe actualmente en el Museo de Unterlinden de Colmar, Francia, ), de que se dice en la novela:
ese Cristo monstruoso, enorme, con la piel amoratada y cubierto de pústulas, las manos deformes como de repugnante palmípedo salido de algún turbio pantano.

El repugnante individuo que contempla en una de las múltiples tablas la tentación de san Antonio desde el ángulo inferior izquierdo, y que parece formar parte del ejército de diablos que mortifican al santo, es un enfermo evidente de la plaga, que tomó la envergadura de una pandemia en la región.

Mi cachico:

Soy un ser civilizado, una mujer. Me gusta ver los escaparates repletos. So lo digo a Rubén: Sólo con ver los escaparates cuando fuiste a Leningrado antes de que cayera el muro, se te tuvieron quitar las tentaciones de ser comunista: tres cebollas al lado de un par de calcetines y un sujetador. No os riáis, creo que eran asó los escaparates de la calle más elegante de Leningrado. Cuéntaselo , Rubén. Que lo oigan. Y él, como un pasmarote (un idiota, dice Silvía), prosiguiendo la narración que emprendió su mujer: En Berlín, en cuanto te descuidas de das de bruces con un canal, con una tapia, con una alambrada, con un solar cubierto de grúas, y media vuelta, a volver a empezar. Otros veinte minutos caminando entre descampados. Entra, de nuevo, Mónica: Dónde están en Berlín....

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