lunes, 6 de septiembre de 2010

LA ISLA de Giani Stuparich

Traducción: J. Á. González Sainz

1ª Edicion, 2008
Editorial: minúscula
Páginas: 119


Un hombre enfermo pide a su hijo que abandone por unos días las montañas en las que pasa el verano y le acompañe, quizá por última vez, a la isla adriática en la que nació. El reencuentro en ese paisaje luminoso, teñido de recuerdos, resulta decisivo para ambos. Uno descubrirá lo que significa dejar descendencia; el otro afrontará el sentido de la pérdida. El estilo elegante y contenido de esta narración, publicada por primera vez en 1942, la convierte a juicio de muchos en la obra maestra de Giani Stuparich. La isla, en palabras de Claudio Magris, "un relato admirable de vida y de muerte, no conjurada sino mirada sin piedad cara a cara".

Posfacio de Claudio Magris.

Enrique Vila-Matas a dicho de esta novela: “Es un libro perfecto, una obra maestra. Es una historia de vida y muerte, vista con la luz cruel y objetiva -pero también festiva- de la realidad.” y de su traducción: “la traducción de J. A. González Sainz es tan magistral como el propio libro”.

LEIDO por.... Andrés:

No recuerdo bien como tuve conocimiento de esta pequeña gran novela. Sería leyendo alguna reseña de algún periódico o en algún blog. Pero a la postre da igual, cayó en mis manos y me di el gran disfrute de leerla dos veces, una detrás de la otra.

Es una novelica, apenas 100 páginas de una edición minúscula, sin mayúscula, que permite disfrutar de ese reencuentro entre un padre enfermo terminal y su hijo.

Muy bien narrada la tensión creada en el hijo por esa necesidad de comunicación que no es capaz de llevar a cabo (era difícil la comunicación sincera entre ellos, al desconocer lo que el otro sabía sobre la enfermedad) y los esfuerzos del padre por hacer que todo parezca lo más natural posible.

Sobre todo, el tormento del hijo por no atreverse a decir a su padre lo que el cree que necesita decirle, ante la duda de que es lo que sabe este. Por eso está tan pendiente, no de lo que dice, sino de lo que pueda percibir tras sus palabras. Vigila porque nunca pierde la esperanza de una inesperada mejora del padre.

Emociona el impacto que la evolución de la enfermedad tiene en el hijo, los recuerdos que la vida en la isla trae a ambos, el derrumbe final del padre, que se resiste a la derrota.

Mi cachico:

Hasta entonces había creído no estar ligado a nadie. En sus relaciones con la familia había imperado siempre una recíproca indiferencia. Como un marinero, por costumbre, volvía de vez en cuando, tras largos viajes, a casa, donde le parecía haber dejado algún que otro efecto personal, algún que otro recuerdo, pero nada que estuviera vivo, que fuera inseparable de él. Y un día se dio cuenta de que entre los ojos asustados y suplicantes de aquel niño y el fondo mismo de su alma había un corriente que ya no podía ignorar ni mucho menos cortar sin envilecer su más intima esencia. Y entonces primero había acogido a aquel niño en sus entrañas y lo había tomado luego de la mano y le había enseñando a caminar por la vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario