sábado, 16 de octubre de 2010

FRANCISCO PIZARRO Y LA CONQUISTA DEL IMPERIO INCA de Bernard Lavallé

Traducción: Sandra Recarte
Edicion, 2005
Editorial: Espasa Calpe338
Páginas: 299

Esta biografía de Bernard Lavallé fue publicada en Francia en 2003.

Historia de la conquista del Perú a través de la biografía de su figura más emblemática; desde su nacimiento como hijo bastardo en Trujillo hacia 1478, hasta su asesinato en Lima en 1541 cuando ya era gobernador de Perú.Bernard Lavallé es profesor de Civilización Hispanoamericana Colonial en la Universidad de París III-Nueva Sorbona, y especialista en la historia social e intelectual de los países andinos. Publica artículos en revistas de estudios hipanistas como La Revista de Indias o Nuevo Mundo. Sus otras obras son: Las promesas ambiguas. Ensayos sobre el criollismo colonial en los Andes (1993), La América española: de Colón a Bolívar (2002) y la dirección del libro colectivo Transgresiones y estrategias de mestizaje en la América colonial.- El autor es un importante hispanista y reconocido peruanista.- Se trata de la biografía del conquistador del Perú y que sometió al Imperio Inca.- Las biografías de grandes conquistadores siempre tienen una gran aceptación.- Sin perder el rigor, se lee como una novela de aventuras.- Puede tener gran interés en la zona de Extremadura, en concreto Trujillo, de donde era el protagonista.

Contiene, además de la bibliografía, una cronología y un índice onomástico.
La portada es un fragmento de un cuadro de Ramírez Ibáñez, Manuel (Arjona, Jaén, 1856-Madrid, 1925). Muerte de Francisco Pizarro (Museo del Ejercito, Toledo)

LEIDO por.... Andrés:

Llevo tiempo intentado leer la biografía de Pizarro de José Antonio del Busto Duthurburu, por ver la visión que tiene un peruano de la vida de tamaño conquistador, pero me ha sido imposible hacerme con un ejemplar de su libro, así que, aprovechando mi estancia en Munich, en casa de mi hijo que tenía este de Lavallé, lo he leido para obtener la visión de un francés. Se añade, además, el atractivo de que, tal como nos dice el propio autor, se basa, entre otras obras, en la de Busto.

El autor, según nos anuncia en su introducción, intenta soslayar las sospechas de la biografía:

  • Estan marcadas “por los resortes de la literatura heróica
  • Conceder gran ventaja a un individuos en detrimento de conjuntos humanos mas amplios
  • sentimientos empaticos del autor para con aquel cuyo retrato bosqueja
lo que debe entenderse como un intento de ser lo más objetivo posible.

A nuestros ojos, con los valores de hoy día, lo sucedido en la conquista del Perú, como todo lo sucedido en la conquista de América, fue una sucesión de hechos bárbaros, cuya única finalidad era la consecución, por parte de los aventureros que se lanzaron a lo desconocido, del mayor poder y riqueza posible, siendo todo válido para ello, incluso el saqueo y la captura de esclavos. Le evangelización quedaba en un segundo plano en los intereses de la Corona española, que fundamentalmente también buscaba, con los diezmos, su enriquecimiento, y, con las conquistas, el ampliar su área de influencia.


Los años que Pizarro empleó es su aventura americana no fueron pocos, a pesar de la longevidad de entonces. Desde su primer paso por la isla Hispaniola, a la que llegó procedente de España, Pizarro tarda casí 20 años en volver a la Hispaniola por primera vez, tiempo que paso guerreando y sufriendo por el caribe y el itsmo de Panamá, con regular resultado, pasando muchas situaciones extremas.


Pizarro, desde que inicio su exploración del Índico en busca de las riquezas del Birú, empleó 4 años en sus primeros dos viajes. A su vuelta de España, con 54 años, de entonces, ya cumplidos, más de año y medio hasta los asombrosos sucesos de Cajamarca, y de aquí hasta conquistar Cusco, el centro del imperio Inca, más de 1.500 Klm y un año más. No era edad para tamaña aventura.

Resultan asombrosos los sacrificios, enfermedades, penúrias y peligros que tuvieron que arrostrar aquellos hombres, menos de 200 en su inicio, solo comprensibles con una valentía y arrojo fuera de lo común, a lo que hay que añadir el liderazgo y una tremenda tenacidad de Pizarro, que parecía un iluminado. De los cuatro años empleados en los viajes por la costa sudamericana del Pacífico, previos a la expedición defintiva, el autor dice: “el hambre, el sufrimiento, la muerte y la desesperación habían estado presentes a menudo, pero él no había cedido nunca

El título de la tercera parte ya es de por sí bastante claro: “El oro, la gloria.... y la sangre .


Un libro de historia, si cabe más imparcial por ser su autor extranjero, que se lee como una novela de aventuras del más imaginativo de los autores, donde nos asombra el carácter épico de la hazaña.

Después de leer este libro tuve la fortuna de leer Armas, gérmenes y acero de Jared Diamond, magnífico libro que añade una visión nueva a estos acontecimiento y que busca respuesta a la pregunta «¿por qué Pizarro capturó a Atahualpa y mató a tantos de sus seguidores, en vez de que las fuerzas inmensamente más numerosas de Atahualpa capturasen y dieran muerte a Pizarro? Al fin y al cabo, Pizarro sólo disponía de 62 soldados a caballo y 106 soldados de a pie, mientras que Atahualpa mandaba un ejército de unos 80.000 hombres». De imprescindible lectura.

Mi cachico:

Pizarro reaccionó inmediatamente. Como no se había armado para recibir al Inca, se puso una coraza de algodón, tomó su espada, un escudo y, en compañía de una veintena de soldados, «con gran valentía», se abrió paso entre la muchedumbre india. Solo cuatro hombres pudieron seguirlo hasta el lugar en donde se hallaba Atahualpa. Ahí, Pizarro -el gobernador, como lo llamaban sus hombres- quiso tomar al Inca por el brazo y se puso a gritar: «¡Santiago!». Inmediatamente sonaron las detonaciones de las piezas de artillería, cuyo blanco eran las salidas de la plaza. Las trompetas tocaron el paso de carga. Peones y jinetes salieron precipitadamente de sus escondites y se lanzaron sobre los presentes, buscando alcanzar con prioridad, como había sido acordado, a los altos dignatarios colocados sobre las literas y las hamacas. Los indios, estupefactos por el brusco asalto de los caballos, se pusieron a correr en todos los sentidos, pero dada la densidad de la muchedumbre se produjo inmediatamente un gigantesco maremágnun. Por la presión, cedió un pedazo del muro que redeaba a la plaza. Los indios, desesperados, caían unos sobre otros. Los jinetes, comandados por Hernando de Soto, pisaban, mataban y herían a todos aquellos a quienes podían alcanzar.

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