viernes, 7 de septiembre de 2012

LA MALA MUERTE de Fernando Royuela

Edición: 2000
Editorial: Alfaguara
Páginas: 443


Novela de Fernando Royuela, publicada en el 2000

Goyito, el insólito protagonista de esta novela, recibe la que tal vez vaya a resultar la última visita de su vida. Este encuentro dará lugar a un repaso inmoral y despiadado de su biografía que irá convirtiéndose página tras página en una lectura crítica y rebelde de la España contemporánea.

Entroncada en la más auténtica tradición literaria española, La mala muerte es una obra moderna y feroz al igual que el mundo que retrata, la historia de una ambición desenfrenada en un país en el que suele dejarse todo en manos de la providencia.


LEÍDO por.... Andrés:

Me había topado con buenas reseñas de esta novela, pero fue el que hubiera obtenido el Premio Ojo crítico de RNE fue lo que me decidió.
Dalí: El gran masturbador

Acompañando al protagonista de la novela, un enano cínico y pícaro según la tradición literaria española, que nos dice: “Yo nací enano, ya me ve, con las piernas retraídas sobre el tronco, los brazos que apenas me llegan a las manos y las manos comprimidas contra los hombros como alitas con dedos”, recorremos la historia de España desde la postguerra, disfrutando de la buena prosa del Royuela.

Prologa el libro unos versos del poema Entreacto, de Ángel González, para prepararnos , ya que en este viaje nos toparemos con algunos versos desperdigados de algunos de los mejores poetas españoles:
Francisco de Quevedo (Madrid, 1580 – Villanueva de los Infantes, 1645)
Pedo Calderón de la Barca (Madrid, 1600 - ibídem,  1681)
Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, 1898 – entre Víznar y Alfacar, 1936)
Blas de Otero (Bilbao,  1916 - Majadahonda 1979)

Aún cuando la temporalidad del relato es lineal, los muchos hechos anticipados nos dan la impresión de que avanzamos como en un baile, asistiendo a las malas muertes de algunos de los personajes, malos personajes, auténticos hijos de puta, que acompañan a nuestro protagonista: “
A lo largo de mi vida he conocido a innumerables hijos de puta y a ninguno le deseé la mala muerte; cosa distinta fue que la tuvieran!”, que como un mal agorero nos las anticipa.

Velazquez: Retrato de Sebastián de Morra

Una prosa que me gusta, aunque pueda parecer recargada, me llevan a pensar que estamos ante una buena novela que no conviene dejar pasar. Como muestra una botonadura:
  • Un tercer esputo con un coágulo se le quedó prendido en el velo del paladar como si fuera una estalactita póstuma del moco
  • Yo, sin embargo, no un cacho sino el resto de mi vida hubiera dado por catarle una sola vez los labios, por bebérselos con la boca, por hartarme de la nata sin batir de sus mejillas, por pringarme con el polen de su amor
  • a la espera de que la niña Margarita me rematara el desasosiego con el cuchillo afilado de su caminar
  • decía el imbécil con el moco de la senectud colgándole del disparate
  • no parecía posible que algún tiempo atrás me hubiera dado aquel escarmiento que me dejó roto de cráneo y descosido de alma
  • El niño Santomás era un hijo de puta de los galantes y creyentes, de esos que cedían el paso a las señoras para calibrarles desde atrás el culo y acudían luego los domingos a la iglesia, pavoneando la fe de sus mayores por creerse mejores que los demás
  • Cuatro viejas de negro con arrugas hasta en los velos se volvieron al unísono y me escupieron sin saliva sendas miradas recriminatorias
  • La pastosidad metálica de lo ruin me aturrullaba la voluntad y el miedo me la sostenía
  • unos buscando un amo al que servir sin pensar y otros a la busca de la libertad para poder pensar y no servir
  • me acariciaba la braquicefalia con la misma ternura con la que se les acaricia a los perros las heridas, a los tontos las ideas o los versos a los poetas
  • En el transcurso de los meses la fui escrutando con claridad y escrotando con caridad hasta embarrancar en la simbiosis

Algunas palabras o expresiones que me han gustado, han sido:
 

La yesca del placer carnal prende allí donde más seco anda el monte
La acumulación de la riqueza es el blasón que distingue al ser humano del resto de la zoología 

Un hombre es el hambre que ha pasado, cualquier tipo de hambre, cualquier tipo de hombre
 

Palabras recuperadas:   
a la virulé
birlibirloque
pamplinas
ringorrango
aguachirle

 Mi cachico:

Yo también quise hacer la primera comunión. Se lo dije a mi madre y me mandó a hablar con el cura don Vicente. «Veta al cura, y si te la bendice, eso que ganas.» El cura don Vicente era un hijo de puta de los de sotana raída y calva grasienta que a toda costa me evitaba. Tenía los dedos muy esparragados y unas uñas siempre sembradas de roña que parecían eriales comidos por las urracas. Le olía el hábito a rute y en las mejillas la lapa seca de la insidia le rebañaba la delgadez. No tenía que haber ido a hablarle, pero entonces andaba yo ilusionado con esas exhibiciones de la liturgia y cometí el error. El cura don Vicente me cogió de una oreja y me elevó tirando de ella hasta la botonadura del pecho. «¿Tú quieres hacer la comunión, pendejo, y ni siquiera estás bautizado? ¿Cómo vas ha hacer tú la comunión sin no eres más que un aborto del pecado? Anda, vete y sal corriendo a morder ratas del campo y que tenga el Señor la caridad de perdonarte el haber nacido.» Desconcertado por aquella arenga en contrario cuando yo lo que esperaba era complacencia, no supe cómo reaccionar e impulsado por la rabia de mi contrariedad le solté a la cara un «me cago en la hostia, hijo de puta» timorato aunque muy bien pronunciado. Del bofetón que me arreó se me enturbió la vista. Me quedé quieto, inmóvil, estatua, la tonelada del mundo me aplastaba el tamaño. «Eres soberbio como todos los de tu ralea, enano, desgraciado. Sal inmediatamente de la casa de Dios y no vuelvas jamás a profanarla con tu inmundicia. Arredro vayas, so mamón.» El cura me hablaba con los ojos inyectados de los dementes  y las palabras le salían de la boca llovidas con saliva. Salí de allí tambaleándome, trastabillando, hundido en la desgracia pero con la flor de la venganza bien nutrida de perfume. Aguardaría el momento idóneo para mostrarle al cura el alcance de su belleza.

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